viernes, 4 de junio de 2021

Una mirada de amor. Parte 3

 

Una mirada de amor. Parte 3


“Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.”, Juan 1:48

“Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas.”, Salmo 139:16

El Señor Jesús miró con compasión y sensibilidad a todo el que tenía enfermedades y dificultades, pero además no se quedó quieto, reaccionó a las necesidades de las personas pues no fue indiferente a la situación por la cual estaban pasando. Con amor, les enseñó, les sanó y les guio.

 

Pero, ¿Cómo te mira Jesús a ti? Él ya te había mirado desde antes de nacer, como dice el Salmo 139:16a “Mi embrión vieron tus ojos” y así como Él te mira con amor y compasión, sin juzgarte, quiere que tú mires a los demás.

Entonces, tal como nos mira Jesús a nosotros, así mismo debemos mirar a los demás, con compasión, sin pretender condenar el pecado de los demás, sin orgullo, sin ninguna altivez; una mirada que levante, que restaure, una mirada de amor.

Una mirada que refleje el gran amor que Cristo puso en nosotros, por lo tanto, tenemos la responsabilidad de mirar con amor y compasión, siendo sensibles, pero reaccionando, y ¿cuál es la reacción que el Señor nos pide? compartir de su gran amor, con esa mirada de gracia con la que el Señor Jesús transformó nuestra vida.

El Señor sale al encuentro de los perdidos a través de la mirada de gracia que Él refleja en los ojos de sus hijos. Y tú, ¿cómo miras a los perdidos?   Oración inicial

«Padre, Tú me miraste desde antes, pusiste tu mirada en mí y me viste con una mirada de amor que transformó mi vida, esa mirada que me hiciste en el madero cuando Cristo murió por mis pecados. Amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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jueves, 3 de junio de 2021

Una mirada de amor. Parte 2

 


Una mirada de amor. Parte 2

“Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.”, Juan 8:10-11

La mujer encontrada en adulterio era culpable según la ley entregada a Moisés, pero Jesús la miró con ojos de perdón, con una mirada que no condena, una mirada que levanta y restaura, pero…

¿Será que Jesús pasó por alto el pecado de la mujer, sin que haya habido una retribución o pago por ese pecado? Luego, ¿Dios es injusto? No, alguien tuvo que satisfacer las demandas de la ley justa, santa y pura (Romanos 7:12), y ese fue el mensaje de Jesús a las conciencias de todas las personas reunidas allí; lo que Jesús les muestra es que todos han pecado, pero Él, que no tiene pecado, no los condenó porque esa condena que merecían, la iba a tomar Él mismo en la cruz para liberarlos a todos, incluyendo a la mujer y para que siendo libres, no vuelvan a pecar, por esta razón le dice a la mujer: “…Ni yo te condeno; vete, y no peques más”, y también la escritura nos revela esta trascendental enseñanza en Gálatas 3:13: “ Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero ”

Así que, sin derramamiento de sangre no se hace remisión de pecados (Hebreos 9:22b), no hay perdón, por esto Jesús nos mira hoy con la misma mirada que dirigió a la mujer, para que vayamos a sus brazos y entreguemos todo pecado, aceptemos el perdón de Dios y vivamos libres de condenación. Como fruto de nuestra fe en Cristo y de aceptar su gracia, no debemos permitir que el pecado reine en nuestro cuerpo mortal, ni obedecer a sus malos deseos, entonces, podremos mirar a otros con ojos de pureza y santidad, sin condenar, porque también nosotros fuimos rescatados del mal. Ahora, ¿cómo miras a tu prójimo?   Oración.

«Gracias Padre, porque mediante la fe en tu hijo Jesucristo me rescataste de mi vana manera de vivir que hacía que mirara a otros sin ninguna misericordia, pero ahora has transformado mi interior para mirar a mi prójimo de la misma manera que tú lo miras, con amor y compasión. Amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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miércoles, 2 de junio de 2021

Una mirada de amor. Parte 1

 

Una mirada de amor. Parte 1


“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” Mateo 6:22-23

¿Cómo miraría Jesús a alguien en determinadas situaciones?, ¿cuál es su mirada cuando ve a alguien que peca, o que está triste, o que sufre, o alguien que comete una injusticia contra otro?, ¿cómo nos ve a nosotros?. ¿Cómo es la mirada de Jesús?

Pero, reflexionemos, cómo miraríamos nosotros en esas situaciones. Cómo hemos mirado a otros, cuando se nos han presentado situaciones parecidas, por ejemplo, cuando alguien nos pide una moneda en un semáforo. ¿Lo miramos con indiferencia?

¿Por qué es importante este asunto? Porque el cómo miramos a alguien en determinada situación, está revelando lo que tenemos en nuestro corazón, es un diagnóstico preciso de nuestra madurez espiritual, y sobre todo de nuestro amor.

Esta no es una reflexión para enseñar cómo mirar, pues claramente el Señor nos enseña en el pasaje de hoy, que el cómo miramos a alguien, depende de lo que tengamos en nuestro corazón y que nuestra mirada es el reflejo de nuestro carácter. Así que, nuestra bondad o nuestra maldad se refleja en nuestra mirada.

 

Y por esto debemos aprender cómo mira el Señor Jesús: “Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?” (Juan 5:6), aquí vemos cómo Jesús mira sin indiferencia, con sensibilidad a un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.

También podemos leer en Mateo 9:36: “Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.”

Entonces podemos concluir que el Señor Jesús miró con compasión y sensibilidad a todo el que tenía enfermedades, dificultades y además reaccionó a las necesidades de las personas. Jesús no es indiferente a la situación por la cual estamos pasando.

Si creemos en Jesús, Él nos llena de su amor abundante y compasivo, para que podamos también mirar a otros de la misma manera, siendo sensibles a la situación de otra persona, pero también podemos estar seguros de que Cristo ya puso su mirada en nosotros, y conoce nuestras dificultades, no se quedará quieto, sino que después de mirarnos, vendrá a sanarnos, pues “No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda.” (Salmos 121:3).   Oración.

«Señor Jesús, quiero mirar como miras, siendo sensible a las necesidades ajenas y reaccionando con acciones de amor y compartiendo tu Palabra de verdad, para que otros también puedan disfrutar de tu mirada de misericordia y verdad, que expresas a través de mi fe en ti. Amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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martes, 1 de junio de 2021

Tu fe te ha hecho salvo y sano

 


Tu fe te ha hecho salvo y sano

“Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote.”, Marcos 5:34

¿Qué es aquello por lo que deseas ser sanado?, alguna enfermedad, alguna dependencia a algo o a alguien que te destruye, lo sabes, pero no tienes la fuerza de voluntad.

Jesús nos salva y nos sana, por eso nos salva de la esclavitud del pecado, que trae como consecuencia la enfermedad y la muerte, nos sana, primero espiritualmente, luego de nuestras heridas emocionales causadas por el mismo pecado.

Esas enfermedades espirituales, son el azote que nos quita vida y no nos deja tenerla con libertad y propósito, también nos llevan a la tumba antes de tiempo, porque son los frutos o consecuencias que deja el pecado. Ahora, si pudieras salir del pecado solo con fuerza de voluntad, no hubiese sido necesario que Cristo viniera a dar su vida por ti y por mi, pero el pecado estaba insertado en nuestra naturaleza, en nuestro corazón, entonces Jesús nos salva, aun de nosotros mismos, de nuestra propia naturaleza autodestructiva, nos libera de la condenación y es poderoso para sanar hasta nuestras enfermedades físicas.

Así que, ¿quieres ser salvo y ser sanado de tus azotes? Confía en Jesús, entrégale tu corazón, Él está esperando que lo mires; una sola mirada de amor suya, una sola Palabra que Él te diga, bastará para sanarte, y su gracia es suficiente para que seas salvo por medio de tu fe en Él.   Oración.

«Señor por tu gracia y tu gran amor, sálvame y sáname, quita todo pecado de mi vida que me conduce a la enfermedad tanto física como espiritual y al dolor, al dolor de una vida sin propósito. Sana mis heridas emocionales, enséñame a ser como tú, a perdonar y a ser instrumento de tu amor. Amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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lunes, 31 de mayo de 2021

 

Tomar la cruz


“Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús”. Lucas 23:26

«Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Mateo 16:24

Muchas personas interpretan la palabra “cruz” como una carga, cuando enfrentan una relación difícil, un trabajo ingrato, una enfermedad, un problema familiar y dicen muchas veces: “esa es la cruz que me tocó llevar”. Sin embargo, eso no fue lo que Jesús quiso decir cuando dijo: “Toma tu cruz y sígueme”.

En los tiempos de Jesús, la cruz representaba una muerte tortuosa, cargarla significaba llevar el instrumento de ejecución, enfrentándose a hacer el ridículo mientras caminaba al calvario; por eso, para Simón de Cirene no fue fácil, pues también se expuso a la burla y al vituperio del público que también lo miraba, ya que fue obligado por los soldados romanos a llevar la cruz.

“Toma tu cruz y sígueme” es estar dispuesto a morir para seguir a Jesús, morir a nosotros mismos, es un llamado a la entrega absoluta que implica renunciar a nuestra propia vida, abandono de amigos, a veces de la familia, de nuestra reputación ante otros, de nuestra carrera e incluso de la vida, porque en algunos lugares del mundo esto es una realidad.

Por eso cuando Jesús empezó a enseñarles a sus discípulos que iba a morir en manos de los líderes religiosos y de los gobernantes, su popularidad se hundió a tal punto que muchos de sus seguidores lo rechazaron, no fueron capaces de morir al deseo de un Rey terrenal que les diera la victoria sobre la opresión romana, la idea de un siervo sufriente no estaba en sus mentes y no estaban dispuestos a cambiar sus anhelos y planes por Jesucristo. Muchos no entendieron su misión en esta tierra sino hasta después de verlo resucitado.

Jesús hoy nos dice en Lucas 9:24 “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará”. Si nuestro compromiso es a medias, empezaremos a calcular el costo de seguirle y no estaremos dispuestos a tomar la cruz y crucificar nuestros propios intereses por Él.

Seguir a Jesús es fácil cuando la vida pasa sin problemas, cuando no nos tenemos que enfrentar a adversidades por causa del evangelio, por eso nuestro verdadero compromiso se pone a prueba en las dificultades, porque estas nos traen sufrimiento y pérdida. ¿Estamos dispuestos a tomar la cruz? Empecemos entonces con el compromiso de amar a Dios, cuando lo hacemos, es más fácil rendir nuestra vida a Él y ponerla al servicio de otros.  Oración.  «Señor, mi compromiso contigo es amarte y servirte, que significa tomar la cruz cada día, estar dispuesto a abandonar mis propios planes y todo lo que tengo, por tu causa. Sé que la recompensa cuando renuncio a mi propia vida vale el precio. Pero no quiero hacerlo por obligación sino voluntariamente, en una entrega absoluta a ti, en agradecimiento y amor por todo lo que has hecho por mí. Quiero poder decir sin vacilación como Pablo: “porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia”. Amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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domingo, 30 de mayo de 2021

¡CONVENCEDLOS!

 


¡CONVENCEDLOS!

 “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.”, Santiago 5:19-20

“conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A algunos que dudan, convencedlos.”, Judas 21-22

El conocimiento de Dios puede derrumbar toda mentira que quiera mantenernos esclavos y en derrota, con los argumentos de su Palabra podemos corregir nuestro camino y también enseñar a los demás a obedecer a Cristo (2 Corintios 10:5). Fácilmente nos podemos desviar de la verdad cuando nos dejamos convencer por argumentos sutiles de miedo y mentira que nos vende el mundo de hoy.

Así mismo, si en nuestra relación íntima con Dios vemos que un hermano se ha desviado, podemos restaurarlo con espíritu de mansedumbre, considerando que nosotros también podemos ser tentados y caer (Gálatas 6:1), podemos pasar por la misma situación de dificultad y duda, pero la Palabra de verdad nos hace regresar al camino, por tanto todos necesitamos de todos. Si no estamos dispuestos a restaurar ni a dejarnos corregir, mediante la escritura, es evidencia de ahí orgullo en nuestro corazón, que en oración debemos entregar a Jesús.

Permanecer en el amor de Dios implica tener sumo cuidado y atención por nuestros hermanos, ayudándonos a crecer; implica convencer al que está equivocado y se ha desviado del camino por medio de los argumentos del amor, teniendo en cuenta que nosotros podríamos también necesitar la misma ayuda en algún momento y así evitar un gran sufrimiento. Oración.

"Señor, guíame y lléname de amor por los demás para sacarlos de esa duda en la que alguna vez estuve sin ti, y dame el conocimiento para enseñarles el camino de Cristo. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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sábado, 29 de mayo de 2021

Lo que tengas es suficiente para Dios

 


Lo que tengas es suficiente para Dios

“Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite. Él le dijo: Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas”. 2 Reyes 4:2-3

“Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”. Marcos 11:23

“Más tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” Mateo 6:6

Recordemos un poco esta historia en el Antiguo testamento, cuando el profeta Eliseo va donde una viuda que había quedado muy endeudada cuando su esposo murió, y estaba muy angustiada porque en ese entonces el acreedor se llevaría a sus dos hijos como siervos, ella acude al profeta Eliseo para que le ayude. Él le da una respuesta un poco inusual: “Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa”. “Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite”.

El profeta le da la orden de conseguir con sus vecinos muchas vasijas vacías y que luego, se encierre con sus hijos y empiece a llenar una a una todas las vasijas con el aceite que tiene. Cuando empezó a hacerlo en obediencia, el aceite comenzó a fluir y no cesó hasta que todas las vasijas estuvieron llenas. Esto debe dejarnos una gran enseñanza: Dios actúa y hace milagros en vasijas completamente vacías.

Preguntémonos entonces: ¿por qué a veces, a pesar de orar, no recibimos respuestas? Porque necesitamos vaciarnos de autosuficiencia, porque no podemos resolver el problema por nosotros mismos, de incredulidad, porque dudamos de lo que Dios es capaz de hacer en favor de nosotros; librarnos de prejuicios, de impaciencia, de miedos, y de todas esas actitudes que impiden que el Señor realice milagros en nuestra vida. A veces estamos tan llenos de tantas cosas que no hay espacio para que Él intervenga. Toda nuestra estrechez está en nosotros mismos, lo que falla es nuestra fe, no sus promesas.

Recordemos lo que dice Efesios 3:20 “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”. Dios es suficiente para llenarnos, por eso tengamos cuidado de no limitar sus bendiciones por nuestra falta de fe y por la desobediencia.

Al Señor Jesús sólo le bastaron cinco panes y dos peces para alimentar una multitud. Su poder se desata cuando tenemos fe, cuando aprendemos a caminar, no bajo las circunstancias, sino bajo su gracia y lo único que necesitamos hacer es entregarle todo lo que tenemos y lo que somos, siendo obedientes. Entonces tendremos suficiente aceite, en otras palabras, tendremos la plenitud de Cristo en nuestra vida.   Oración.

«Señor Jesucristo, sin fe es imposible agradarte, por eso quiero entrar en lo secreto de tu Presencia para pedirte que quites mi autosuficiencia, incredulidad, temor, y todas esas actitudes que impiden que tú obres milagrosamente en mí, ayúdame a confiar en tus promesas y a obedecer tu Palabra. Amén.    Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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