jueves, 2 de marzo de 2017

2 Timoteo 3.14-17

Desde las primeras palabras de Génesis, hasta las últimas de Apocalipsis, toda la Biblia es divinamente inspirada. El Todopoderoso se nos revela por medio de su Palabra. Él también dice que ella es útil para enseñar, redargüir, corregir y prepararnos para lo que enfrentaremos en la vida (2 Ti 3.16, 17). Ningún otro libro tiene tanto valor en la vida.

El Antiguo Testamento nos da a conocer la naturaleza, la voluntad y el poder de Dios; sienta las bases para que podamos comprender la santidad del Señor, y revela la urgente necesidad que tiene la humanidad de un Salvador.

El Nuevo Testamento declara que Jesús se convirtió, por su sacrificio, en nuestro “puente” al Padre (Jn 14.6). Sus escritos explican por qué debemos tener fe en Cristo para salvación, cómo vivir como hijos de Dios, y qué podemos esperar en esta vida y después de la muerte.

Efesios 6.13-17 compara a la Palabra de Dios con una armadura, y por una buena razón: en la batalla de la vida, tenemos un enemigo real que quiere destruirnos. Pero el poder de Dios es más grande (1 Jn 4.4), y el “vestirse” para la guerra prepara cada día a los hijos del Señor para las tentaciones, las mentiras y las decisiones que enfrentarán.


La Palabra debe emocionarnos, porque es la única esperanza para la humanidad, y la sola enseñanza que conduce a la victoria, tanto en la vida como después de la muerte. La Biblia advirtió que muchas personas rechazarían la verdad, y un vistazo a nuestra sociedad demuestra que es así. No caiga usted en la misma trampa. Medite cada día en las Sagradas Escrituras, y pídale a Dios que le hable. La vida sin la verdad de Él está destinada al fracaso.

miércoles, 1 de marzo de 2017

2 Timoteo 4.1-5

2 Timoteo 4.1-5

Casi todo el mundo en nuestra sociedad tiene fácil acceso a una Biblia, pero este importante libro muchas veces es dejado en el estante acumulando polvo. Si las personas comprendieran su valor real, apreciarían la Palabra de Dios más que todas las demás cosas en el mundo.

Toda la Biblia ha sido inspirada por el Espíritu Santo, y aunque utilizó hombres para escribir las palabras, cada pensamiento tuvo su origen en Dios mismo (2 P 1.20, 21).

Pensemos en lo mucho que valoramos las cartas que hemos recibido de las personas que amamos. Nuestro aprecio por las Sagradas Escrituras debe ser aún mayor. El Creador del universo, el Dios que tiene la eternidad en su mano, puso por escrito toda la verdad que necesitan sus hijos para vivir con plenitud y gozo, antes y después de la muerte (2 P 1.3). Dios se revela a sí mismo por su Palabra, que es viva y poderosa para transformar nuestra vida (He 4.12).

Además, Romanos 10.17 dice por qué es importante que amemos la Biblia: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. Es decir, la Palabra de Dios es el medio por el cual es posible la fe salvadora.


¿Cómo es posible que un libro como éste nos resulte tan poco interesante? ¿Tan poco apreciado? Es vital que nos demos cuenta de la preeminencia de su autor, el Señor, y de la manera en que puede impactar nuestra vida. Piense en la última vez que vio una Biblia. ¿Cuál fue su reacción? ¿Tocó sus páginas con respeto reverente, o apenas le dio una mirada? La próxima vez que abra este precioso libro, lea sus palabras, saboree su significado, y pídale a Dios que aplique las lecciones de la Biblia a su vida.

martes, 28 de febrero de 2017

Efesios 5.15-17

Efesios 5.15-17

Cuando el apóstol Pablo nos exhorta a andar con sabiduría, da tres instrucciones para ayudarnos a tomar decisiones que le agraden a Dios. Primero, dice: “Mirad … cómo andéis” (Ef 5.15). Porque vivimos en una sociedad moralmente corrupta, debemos estar atentos a nuestra manera de pensar y actuar. A menos que decidamos mantenernos alertas, haremos lo que está de acuerdo con las influencias seculares.

Luego, en Efesios 5.16, el apóstol nos dice que aprovechemos al máximo nuestro tiempo. El Señor nos ha dado a cada uno de nosotros 24 horas cada día y diversas oportunidades de participar en sus planes para nosotros. Pero, muy a menudo, tenemos la tentación de malgastar nuestro tiempo y fuerzas en nuestros asuntos, sin pensar en lo que el Padre celestial pueda haber dispuesto para nosotros.

En Efesios 5.17, el apóstol hace la exhortación final: “[sed] entendidos de cuál sea la voluntad del Señor”. En su sentido más amplio, la voluntad de Dios para nosotros es que seamos la persona que Él quiso que fuéramos al crearnos, y que hagamos el trabajo que dispuso para nosotros (Ef 2.10). Sabiendo esto, debemos ver cada decisión teniendo presente si nuestra elección promoverá o estorbará los propósitos de nuestro Padre celestial para nosotros. Vivir fuera de su voluntad es una insensatez.


El Señor quiere que andemos sabiamente para que podamos disfrutar de todas las bendiciones que Él ha prometido en su Palabra. El tiempo y las oportunidades desaprovechadas nunca se recuperan. Consagrémonos a hacer que nuestra vida valga para Cristo, en vez de vivir para nosotros mismos.

lunes, 27 de febrero de 2017

Proverbios 9.7-12

Proverbios 9.7-12

“El temor de Jehová es el principio de la sabiduría” (Pr 9.10). A primera vista, puede ser difícil entender la relación entre estos dos conceptos. ¿Cómo puede el temor a Dios hacernos sabios?

Primero, necesitamos entender lo que significa temer al Señor. Este término se usa para referirse al temor reverencial a Dios que nos lleva a reconocerlo como el Soberano del cielo y la Tierra, a someternos a su voluntad, y a andar en obediencia. El resultado de tal respuesta será la obtención de sabiduría.

Quienes se consagran a vivir para los propósitos de Dios, no para los suyos, tendrán una mayor comprensión de Él. El Espíritu Santo les capacitará para ver las circunstancias y las personas desde la perspectiva divina. Esta clase de sabiduría va más allá de la percepción humana, y nos da discernimiento para tomar decisiones que se ajustan a los planes del Señor para nuestra vida. Al saber que Él siempre obra para nuestro bien, nos da el poder para tener confianza tanto en los buenos como en los malos tiempos.

Quienes rechazan los mandatos del Señor le deshonran con su negativa a reconocer su derecho a gobernar sus vidas. Es una necedad rebelarse contra su autoridad y pensar que se puede ganar. Quienes no temen a Dios nunca conocerán la verdadera sabiduría.


¿Cuál es su actitud hacia el Señor? Si de verdad lo reverencia, escuchará sus mandatos y atenderá sus advertencias. El deseo de honrarle y agradarle le motivará a dar la espalda al pecado y a buscar con ahínco vivir en obediencia. El resultado será la sabiduría que va más allá de la comprensión humana.

domingo, 26 de febrero de 2017

Colosenses 2.13, 14

Colosenses 2.13, 14

La humanidad tiene una gran deuda. En el mundo físico, nuestro deseo de tener un nivel más alto de vida y más “cosas” ha llevado a saldos excesivos en las tarjetas de crédito y a hipotecas difíciles de manejar. El peso de lo que debemos puede producirnos noches agitadas y la sensación de que estamos atrapados. Anhelamos que alguien nos rescate del lío en que estamos.

Sin embargo, el endeudamiento material no es nuestro mayor problema. Es nuestra deuda de pecado. Todos nacimos con una naturaleza carnal que nos lleva a rebelarnos contra el Señor. Nuestra rebeldía es una afrenta a su naturaleza santa, por lo cual hemos contraído una deuda con Él. Hasta que se pague esta deuda, estamos bajo el justo juicio de Dios, y separados de Él espiritualmente (Ef 2.1, 2). El problema es que no podemos pagar lo que debemos. Ninguna cantidad de buenas obras, de sacrificios o de devoción religiosa disminuirá lo que debemos.

Por tanto, Dios, por su gran misericordia, envió a su Hijo para salvarnos. Jesucristo dejó el cielo y toda su gloria para poder venir al mundo a vivir y morir por nosotros (Fil 2.6, 7). Aunque el costo para nuestro Salvador fue enorme, Él voluntariamente pagó el castigo que merecíamos. Tomó sobre sí mismo nuestros pecados, los llevó a la cruz, y canceló nuestra deuda en su totalidad. ¡Aleluya!


Cuando recibimos a Jesús como nuestro Salvador, su obra expiatoria es acreditada a nuestra cuenta. Nos convertimos en hijos de Dios y coherederos con Cristo —pasamos de ser deudores a herederos (1 P 1.3, 4). Permita que el sacrificio que Él hizo en la cruz, impregne su mente, actitudes y decisiones.

sábado, 25 de febrero de 2017

Salmo 25.12

Salmo 25.12

¿Cómo puede usted estar seguro de que está tomando la decisión correcta? A veces, puede parecer que Dios juega a las escondidas cuando tratamos de conocer su voluntad, pero no es así como Él actúa. Él quiere darnos una dirección clara. La verdadera pregunta es: ¿Qué se necesita para escuchar su voz?

Limpiar el camino. Tenemos dos grandes obstáculos que ponen trabas a nuestro discernimiento: el pecado en nuestra vida, y nuestros deseos. Para recibir la dirección del Señor, debemos arrepentirnos de todo pecado conocido, y subordinar nuestros deseos a los de Él.

Ejercer la paciencia. A veces, se necesita mucha resistencia para permanecer quieto cuando todo nuestro ser nos dice: “¡Date prisa! ¡El tiempo se acaba!” Pero si usted se adelanta a Dios puede errar en su voluntad.

Perseverar en la oración. La Biblia nos enseña claramente que traigamos siempre nuestras preocupaciones a Dios. Cuando perseveramos en la oración, Él elimina gradualmente nuestra confusión hasta que llegamos finalmente a conocer su voluntad.


Escudriñar la Biblia. La Palabra de Dios tiene una respuesta para cada necesidad, y el Espíritu Santo sabe cómo dirigirnos a ellas. Recuerdo las veces en que, leyendo la Biblia, un versículo me ha dado la respuesta exacta que necesitaba para tomar una decisión. Muy a menudo, cuando nos enfrentamos a una decisión importante, todo lo que queremos del Señor es una respuesta rápida. Pero Dios se deleita en reunirse con nosotros para profundizar nuestra relación con Él. No permita que la urgencia de su necesidad le impida disfrutar de la presencia de Dios.

viernes, 24 de febrero de 2017

Filipenses 4.10-13

Filipenses 4.10-13

Por lo general, asociamos el contentamiento con las condiciones favorables. Cuando nuestras relaciones familiares son buenas, el trabajo es satisfactorio y no tenemos problemas de salud o económicos, entonces nos sentimos bien. Pero si algo sale mal, nuestro contentamiento desaparece.

Eso no es lo que el pasaje de hoy nos está diciendo. Pablo había aprendido a tener contentamiento, sin importar cuáles fueran sus condiciones. Esta es una noticia maravillosa para nosotros, porque significa que nosotros, también, podemos aprender a tener contentamiento, sin importar lo que estemos enfrentando. Debemos recordar que:

Pablo tenía contentamiento porque descansaba en la fidelidad de Dios. Sabía que el Señor tiene todo el control (Sal 103.19), y que ha prometido que todo lo que disponga sea para el bien de sus hijos (Ro 8.28). En todas y cada una de las circunstancias, Pablo descansaba en la seguridad de la mano soberana y amorosa de Dios. El apóstol también confiaba en que todo lo que iba a necesitar, lo recibiría en el tiempo del Señor.

Su contentamiento fluía también de su enfoque en Cristo. Aunque estaba escribiendo desde una prisión romana, Pablo no se sentía víctima ni se regodeaba en la auto compasión. De principio a fin en la carta a los Filipenses, hablaba de Cristo. De hecho, su deseo más grande en la vida era conocer al Señor y participar de sus padecimientos (Fil 3.10).

Nunca podremos encontrar contentamiento permanente en nuestras circunstancias, pero podremos encontrarlo en Cristo.