domingo, 18 de noviembre de 2012

Humildad y gentileza


Humildad y gentileza

Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres.

Filipenses 4:5

Es difícil hallar una palabra que capte el multiforme sentido de la palabra traducida como "gentileza" en el versículo de hoy. Algunos dicen que se refiere al contentamiento, a la delicadeza, a la generosidad o a la buena voluntad hacia los demás. Otros creen que se refiere a la misericordia o a la indulgencia con las faltas o los fracasos de otros. Incluso otros aseguran que describe la paciencia, refiriéndose a alguien que se somete a la injusticia o al maltrato pero no se venga con odio o amargura. Creo que la mejor traducción es "gentileza", ya que en el sentido cristiano esa palabra comprende todos los demás sentidos.

La gentileza también incluye otro elemento importante: la humildad. El cristiano humilde no guarda rencor, sino que confía en Dios siempre que se maltrata, se juzga injustamente o se calumnia. Una persona así no exige sus derechos. Dios nos manifestó su gracia de la misma manera; la humanidad maltrató y calumnió a Jesucristo aunque no merecía nada de eso, pero Él sigue extendiendo sus brazos hacia nosotros con amor (cp. Ro. 5:10). La humildad y la gentileza lo ayudarán a ser estable a pesar de las circunstancias.    La fuente del contentamiento

He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación.

Filipenses 4:11

El existencialismo, la actitud mental dominante de la psicología contemporánea, se ha infiltrado no solo en nuestro país, sino también en muchas iglesias. Da a entender que todo hombre tiene el derecho a hacer cualquier cosa que lo haga sentir bien. Pero una manera equivocada de pensar como esa se origina en el orgullo ególatra. Es la persona egoísta la que dice: "Si lo hace sentir bien pero me hace daño a mí, no puede hacerlo. Pero si me hace sentir bien pero lo daña a usted, puedo hacerlo de todas maneras". Algunos se engañan a sí mismos al pensar que su pecado no perjudica a nadie, pero el pecado siempre termina haciendo daño.

En contraste con la egolatría, la Biblia dice que debemos ser humildes y altruistas (Fil. 2:3-4), amar a quienes nos maltratan (Mt. 5:44), y mostrar misericordia a quienes tropiezan repetidamente (1 P. 4:8). Esas virtudes ayudaron a Pablo a estar contento en cualquier circunstancia. En cambio, algunos creyentes toman todo lo que oyen y ven y lo filtran en su mente para ver si los hiere de alguna manera, lo que resultará en inmediata inestabilidad y ansiedad.

Cuando otros lo maltraten, la humildad lo ayudará a mantener el equilibrio.   El Señor está cerca

El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos.

Filipenses 4:5-6

El Señor Jesucristo rodea a todos los creyentes con su presencia (Sal. 119:151). Cuando usted tiene un pensamiento, el Señor está cerca para leerlo; cuando usted ora, el Señor está cerca para oír la oración; cuando necesita su fortaleza y su poder, Él está cerca para darlos. En realidad, Él vive en usted y es la fuente de su vida espiritual. El estar consciente de su presencia evitará que caiga en la ansiedad o sea inestable.

El saber que el Señor está cerca nos ayuda a no estar "afanosos" por nada, ya que sabemos que Él puede resolver todo lo que se nos presente. La inquietud y la preocupación indican falta de confianza en Dios. O usted ha creado otro dios que no puede ayudarlo, o cree que Dios pudiera ayudarlo pero no quiere, que significa que usted está poniendo en tela de juicio la integridad de Dios y de su Palabra. Así que deléitese en el Señor y medite en su Palabra (Sal. 1:2). Sepa quién es Él y cómo obra. Entonces podrá decir: "El Señor está cerca, así que no me afanaré por nada".   Un ancla de confianza

En ti, oh Jehová, he confiado; no sea yo confundido jamás; líbrame en tu justicia.

Salmo 31:1

Como lo indica el versículo de hoy, David tuvo gran confianza en Dios en medio de la aflicción. También dij "Porque tú eres mi roca y mi castillo; por tu nombre me guiarás y me encaminarás. Sácame de la red que han escondido para mí, pues tú eres mi refugio" (Sal. 31:3-4). Su confianza radicaba en el carácter santo de Dios. Un adecuado conocimiento de Dios es esencial para la estabilidad espiritual. Y la única forma de conocer a Dios es mediante lo que Él ha querido revelarnos de sí mismo en las Escrituras.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Todo viaje tiene un punto de partida.


Todo viaje tiene un punto de partida.

El nuestro comienza en el Génesis, el primer libro de la Biblia. La palabra “Génesis” significa “comienzo”. Allí vemos cómo eran las cosas cuando Adán, el primer hombre, caminaba de cerca a Dios. Dios lo amaba profundamente, y Adán respondía con un cálido afecto a ese amor. Ambos sentían un profundo deleite en la franqueza, la confianza y la compañía que experimentaban en aquella relación mutua.

El trabajo era distinto a lo que es hoy. Era productivo y daba satisfacción; estaba libre de estrés, ansiedad, corrupción o fallas éticas.

Pero, lamentablemente, el Paraíso duró poco. Lo que sucedió entonces ha tocado la vida de cada uno de nosotros.

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En la Biblia se nos dice que la humanidad heredó un defecto fatal cuando Adán cedió ante la tentación y se rebeló contra Dios. La raíz de todo aquello era que había decidido caminar por su cuenta, abandonando el extraordinario vínculo que había tenido con Dios al principio. A partir de este punto, incluyendo a los propios hijos de Adán y Eva, la naturaleza del ser humano ha estado dominada por la violencia, la codicia, los celos, el odio y la rebelión. La Biblia le da a todo esto el nombre de pecado. Su consecuencia: la muerte.

El Antiguo Testamento es un relato sobre la lucha del ser humano contra el pecado y sus consecuencias. Dios estableció unos métodos temporales para sustituir esta naturaleza caída, pero esos métodos no hacían nada que pudiera cambiar esa naturaleza. Seguía siendo la misma. Tampoco ha mejorado con el paso del tiempo, el aumento de la educación, los descubrimientos científicos ni la prosperidad económica. La naturaleza básica o “caída” del ser humano no ha sufrido alteración alguna desde los tiempos de Adán.

Poco después de entrar el pecado en la raza humana a través de Adán, Dios predijo la venida de uno que remediaría aquel defecto fatal. Entonces identificó a un pueblo, el hebreo, como la familia de la cual saldría esa persona. Durante centenares de años, los profetas hebreos fueron haciendo revelaciones acerca de aquél que restauraría aquella relación que había sido quebrantada.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Evite el conflicto personal


Evite el conflicto personal

Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor.

Filipenses 4:2

Pablo afrontó muchos conflictos en la iglesia, pero algunos eran para él tan importantes como para tratar sobre ellos en sus epístolas, y también importantes para nuestra enseñanza. Es evidente que las dos mujeres en el versículo de hoy estaban dirigiendo dos facciones opuestas en la iglesia. No sabemos cuáles eran sus quejas específicas, pero podemos suponer que fuera un conflicto personal.

Sí, sabemos que las dos mujeres eran miembros notables de la iglesia porque habían trabajado con Pablo en la causa del evangelio (Fil. 4:3). Y sabemos que estaban causando estrago en la iglesia porque al parecer no estaba unida (Fil. 2:2). Reconociendo que se trataba de falta de amor, que indica la presencia de orgullo y la ausencia de humildad, Pablo rogó que las mujeres fueran "de un mismo sentir en el Señor" (4:2). Cada una estaba exigiendo su propio derecho en vez de interesarse en el derecho de la otra. Pero como Pablo las exhortó y nos exhortó a nosotros, una buena relación con el Señor resolverá cualquier discordia.   Regocíjese en el Señor

Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez dig ¡Regocijaos!

Filipenses 4:4

Muchos creyentes se convierten en víctimas de sus circunstancias y como consecuencia viven en altibajos espirituales. Para ellos, una orden de que se regocijen parece irracional. Pero la orden del versículo de hoy es regocijarse "en el Señor".

No siempre podemos regocijarnos en nuestras circunstancias o en las de otras personas porque ambas pueden ser malas. Sin embargo, podemos regocijarnos en el Señor porque Él es siempre bueno y sabemos que nunca cambia. De modo que nuestra estabilidad espiritual se relaciona directamente con nuestro conocimiento de Dios. El conocerlo nos ayuda a vivir por encima de nuestras circunstancias y nos da estabilidad. Por eso se escribieron los Salmos en forma poética y se les puso música, para que el pueblo de Israel pudiera memorizar las Escrituras y cantar himnos a fin de profundizar su conocimiento de Dios. El conocerlo hace que todo lo demás parezca menos importante.   Razones para regocijarse

Aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso.

1 Pedro 1:8

Los cristianos tenemos muchas razones para regocijarnos. La principal se basa en quién es Dios: Él es soberano. Esa es la verdad más grandiosa acerca de Dios. Nada está fuera de su control, y Él lo controla todo a fin de obrar para nuestro bien (Ro. 8:28). Él tiene un conocimiento infinito de todos los aspectos de la vida; dónde estamos y qué decimos (Sal. 139:2-4). Y Él ejerce su conocimiento en perfecta sabiduría. El conocer así a Dios nos debe dar gozo inefable y glorioso.

También debemos regocijarnos porque Dios nos salvó, nos adoptó y prometió darnos una herencia en Jesucristo (Ef. 1:1-11). Cuando Cristo regrese, disfrutaremos de su presencia y del lugar celestial preparado para nosotros (Jn. 14:2-3). Hasta entonces, tenemos el gozo de saber que Dios ha prometido satisfacer todas nuestras necesidades (Fil. 4:19). Además, tenemos el privilegio de servir al que más amamos. Eso incluye el dar las buenas nuevas a los perdidos y alentar a los hermanos en la fe para que crezcan en su amor y en su servicio a Él. También podemos tener gozo al saber que podemos orar a Dios en cualquier momento (He. 4:15-16).    Como árbol firmemente plantado

Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.

Salmo 1:3

Muchas personas en la sociedad quieren tener una vida más estable. A los que viven agobiados por la ansiedad y no pueden manejar sus circunstancias, el mundo ofrece muchísimas soluciones que no dan resultado.

Lamentablemente, muchas iglesias han seguido al mundo al creer que el hombre solo puede resolver sus problemas mediante la psicología secular; algo que no puede cumplir sus promesas.

¿Dónde puede hallar estabilidad? La respuesta está en el Salmo 1, que comienza: "Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores" (v. 1) y termina: "Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio... Porque Jehová conoce el camino de los justos; mas la senda de los malos perecerá" (vv. 5-6).

La persona que anda con Dios sabe lo que es la estabilidad, pero la que lo rechaza anda dando tropiezos en una existencia sin sentido. ¿Cuál quisiera ser usted?

lunes, 12 de noviembre de 2012

La Nueva Naturaleza


 La Nueva Naturaleza

¿Le parece este transformador paso increíblemente simple? Es lamentable que se haya oscurecido tanto el concepto de acudir a Jesús de esta forma, y se haya envuelto en tantas ideas y palabras innecesarias, que se les ha robado a muchos la maravillosa sencillez de esta verdad. Es muy importante que eso no nos suceda a nosotros.

La transformación personal tiene por resultado una naturaleza totalmente nueva. Esa naturaleza reemplaza a la antigua, que había estado corrompida desde el principio. El apóstol Pablo lo describe de esta manera: “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” (2 Corintios 5:17). Pensemos en otros términos que se usan en la Biblia para describir el contraste total que existe entre lo viejo y lo nuevo. Cuando alguien se convierte en creyente, sale de las tinieblas para pasar a la luz (Hechos 26:18); sale de la esclavitud para pasar a la libertad (Romanos 8:21); sale de la muerte para entrar en la vida (Romanos 6:13).

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En realidad, el nuevo creyente ha pasado por un segundo nacimiento. El primero fue un nacimiento natural, que vino unido a una naturaleza caída. El segundo es un nacimiento espiritual, libre de este defecto básico. Es un comienzo totalmente nuevo. Nos convertimos en una nueva persona. Jesús dice: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3:36). Hay algo del mismo cielo —vivo, activo e imperecedero— que habita en el nuevo creyente.

Para mí, éste es el mayor milagro que nos podríamos imaginar jamás —llegar realmente al hogar de nuestro Padre en los cielos — con todo lo que esto significa en esta vida y en la eternidad.

domingo, 11 de noviembre de 2012

El Camino a Casa


El Camino a Casa

Aquí están los elementos claves por medio de los cuales nos llegamos a reconciliar con el Padre. Todos y cada uno de ellos tienen una importancia vital. Si uno solo de ellos estuviera ausente, podría impedir que nuestra relación fuera completa.

Nuestra condición: Lo primero que necesitamos comprender es que estamos separados de Dios. El abismo que nos separa de Él es ancho y profundo. Heredamos por nacimiento un defecto fatal. Como consecuencia, hemos vivido independientes de Él. La Biblia destaca esta realidad tan desoladora: “Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios”. Si no podemos aceptar el hecho de que el pecado nos separa de Dios, nunca llegaremos espiritualmente a casa, porque no sentiremos la necesidad de un Salvador.

El remedio de Dios: En segundo lugar, necesitamos tener una comprensión muy clara de quién es Jesús, y qué ha hecho Él por nosotros, para poder poner en Él nuestra fe con toda confianza. Jesús fue quien cerró la brecha que nos separaba de Dios. En palabras del apóstol Juan: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).

Jesús no sólo era un buen hombre, un gran maestro o un inspirado profeta. Él vino a la tierra como el Cristo y el Hijo de Dios. Nació de una mujer virgen. Llevó una vida sin pecado. Murió. Fue sepultado. Resucitó al tercer día. Ascendió a los cielos, y allí se convirtió en Señor y Cristo.

La muerte y resurrección de Jesús a favor nuestro satisfizo las exigencias de Dios: una provisión completa para eliminar nuestro pecado. Este Jesús, y sólo Él, reúne las cualidades para ser el remedio de mi pecado y el suyo.

Nuestra respuesta: arrepentirnos y creer.

El arrepentimiento personal es vital en el proceso de transformación. La palabra “arrepentimiento” significa literalmente “un cambio en la manera de pensar”. Consiste en decirle al Padre: “Quiero acercarme a ti y apartarme de la vida que he llevado independientemente de ti. Te pido perdón por lo que he sido y lo que he hecho, y quiero cambiar de manera permanente. Recibo tu perdón por mis pecados”.

En este punto, son muchos los que experimentan una notable “purificación” de cosas que se habían ido acumulando toda una vida, todas ellas capaces de degradar el alma y el espíritu de una persona. Sintamos o no el perdón de Dios, si nos arrepentimos, podemos tener la seguridad total de que somos perdonados. Nuestra confianza se basa en lo que Dios nos ha prometido, y no en lo que nosotros sintamos.

Llegamos a una relación personal con el Señor cuando tomamos la mayor decisión de la vida: el punto decisivo del que hablamos antes. Esa decisión consiste en creer que Jesús es el Hijo de Dios, el que murió por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó de entre los muertos, y recibirlo por Salvador y Señor. Cuando creemos de esta forma, nos convertimos en hijos de Dios. Está prometido expresamente en el evangelio de Juan: “Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1:12).

¿Quisiera recibir a Jesucristo como Salvador? Si quiere hacerlo, puede hacer una oración como ésta:

“Jesús, te necesito. Me arrepiento de la vida que he llevado alejado de ti. Te doy gracias por morir por mí en la cruz para pagar por el castigo de mis pecados. Creo que tú eres el Hijo de Dios, y ahora te recibo como mi Salvador y Señor. Consagro mi vida a seguirte.”

¿Hizo esta oración?

sábado, 10 de noviembre de 2012


El gozo de Pablo

Hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía.

Filipenses 4:1

El gozo del apóstol Pablo venía de los demás creyentes. El versículo de hoy dice que los creyentes de Filipos eran su "gozo y corona". A los creyentes tesalónicos igualmente les dij "¿Cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida? Vosotros sois nuestra gloria y gozo" (1 Ts. 2:19-20).

Pablo se regocijaba en la salvación y en el crecimiento espiritual de la iglesia, que está representada por la palabra corona. El término se refiere a una corona de laurel, algo que un deportista recibía en los tiempos bíblicos por ganar un torneo (1 Co. 9:25). Pero un deportista no era el único que recibía tal corona de laurel. Si alguien era agasajado por sus compañeros, también recibiría una como invitado de honor al gran banquete. De modo que la corona simbolizaba el éxito o una vida provechosa. Los creyentes de Filipos eran el galardón de Pablo; prueba del éxito de sus esfuerzos. Cuando usted sirva con sus dones, Dios quiera que sienta el gozo que sentía Pablo.  Un buen soldado

Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.

2 Timoteo 2:3

Valor, convicción e integridad son virtudes respetables desde un punto de vista secular, pero es necesario que se manifiesten en la vida de todos los cristianos. Es que el nombre "cristiano" nos identifica con Cristo, que nunca transigió ni se apartó de la verdad. Él es el ejemplo perfecto de integridad valerosa.

Es lógico entonces que se nos llame a ser estables y a estar firmes como Cristo y a no dudar (Stg. 1:6). Exhortaciones a estar firmes (Ef. 6:11, 13-14) y ser fuertes (1 Co. 16:13; 2 Ti. 2:1) confirman que hemos de ser valerosos y intransigentes al vivir para Jesucristo.

Casi todos deseamos verdaderamente estar firmes y no tropezar en nuestro andar con Cristo. Ninguno de nosotros quiere ser aplastado bajo el peso de las pruebas de la vida ni ser derrotado por el ataque furioso del mundo, de la carne y de Satanás. Pero debemos comprender que permanecer firmes y ser fuertes no es fácil porque libramos una lucha espiritual (2 Ti. 2:3-4). Tenemos que estar preparados para sufrir "penalidades" a lo largo del camino como buenos soldados de la fe.   Resolver la discordia

Estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio.

Filipenses 1:27

La estabilidad espiritual depende del amor mutuo, la armonía y la paz entre los creyentes. Nuestra vida debe estar entretejida para que podamos soportarnos y sustentarnos los unos a los otros.

En el versículo de hoy, leemos que Pablo quería que hubiera esa clase de armonía en la iglesia de Filipos, pero en su lugar había una gran desavenencia entre dos mujeres que amenazaban la vida de la iglesia. Pablo procuraba que no se extendieran por toda la iglesia pecados como la parcialidad, la crítica, la amargura, la falta de perdón y el orgullo.

A fin de evitar tales problemas, es necesario que los creyentes velen y oren los unos por los otros. El amor mutuo produce la armonía que lleva a la estabilidad espiritual y que muestra lo que ha de hacer la iglesia: ayudar a los débiles, levantar a los caídos y restaurar a los quebrantados.  Súplica por la concordia

Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.

Filipenses 2:2

El apóstol Pablo era un gran teólogo, y a menudo trató importantes temas doctrinales. Se opuso al legalismo de los judaizantes (Fil. 3:2) y a los criterios disolutos de otros falsos maestros (vv. 18-19). Sabía que tales enseñanzas pervertían la doctrina de la salvación y amenazaban la vida de la iglesia. Pero también comprendía que la discordia en la iglesia era igualmente una amenaza para su vida. Es que el conflicto le quita a la iglesia su poder y destruye su testimonio. Los enemigos de Cristo se afanan por buscar formas de desacreditar a la iglesia.

Por lo visto, la discordia en la iglesia de Filipos estaba a punto de destruir la integridad de su testimonio. Así que Pablo les dij "Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio" (1:27). Tenemos un Espíritu entre nosotros, de modo que no hay razón alguna para la discordia.

martes, 6 de noviembre de 2012

Cuando Cristo aparezca en su gloria,


Mateo   21.  Vv. 1-11. Esta venida de Cristo fue descrita por el profeta Zacarías, ix, 9. Cuando Cristo aparezca en su gloria, es en mansedumbre, no en majestad, en misericordia para obrar salvación. Como la mansedumbre y la pobreza externa fueron vistas plenamente en el Rey de Sion, y marcaron su entrada triunfal en Jerusalén, ¡cuán equivocados estaban la codicia, la ambición y la soberbia de la vida en los ciudadanos de Sion! Ellos llevaron el pollino, pero Jesús no lo usó sin el consentimiento del dueño. Los aperos fueron los que había a mano. No debemos pensar que son muy caras las ropas que vestimos para abandonarlas por el servicio de Cristo. Los sumos sacerdotes y los ancianos después se unieron a la multitud que lo trató mal en la cruz; pero ninguno de ellos se unió a la multitud que le rindió honores. Los que toman a Cristo como Rey de ellos deben poner a sus pies todo lo que tienen. Hosanna significa: ¡Salva ahora te rogamos! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Pero de cuán escaso valor es el aplauso de la gente! La multitud inestable se une al clamor del día, sea ¡Hosanna! o ¡crucifícalo! A menudo, las multitudes parecen aprobar el evangelio, pero pocos llegan a ser discípulos coherentes.
Cuando Jesús iba a entrar en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió; quizá algunos fueron movidos por el gozo, los que esperaban el Consuelo de Israel; otros, de los fariseos, fueron movidos por la envidia. Así de variadas son las motivaciones de la mente de los hombres en cuanto a la cercanía del reino de Cristo.

Vv. 12-17.Cristo encontró parte del atrio del templo convertido en mercado de ganado y de cosas que se usaban en los sacrificios, y parcialmente ocupados por los cambistas de dinero. Nuestro Señor los echó del lugar, como había hecho al iniciar su ministerio, Juan ii, 13–17. Sus obras testificaban de Él más que los Hosannas, y las curaciones que hizo en el templo fueron cumplimiento de la promesa de que la gloria de la última casa sería más grande que la gloria de la primera. Si Cristo viniera ahora a muchas partes de su iglesia visible, ¡cuántos males secretos descubriría y limpiaría! ¡Cuántas cosas que se practican a diario bajo el manto de la religión, demostraría Él que son más adecuadas para una cueva de ladrones que para una casa de oración!

Vv. 18-22.La maldición de la higuera estéril representa el estado de los hipócritas en general, y así nos enseña que Cristo busca el poder de la religión en quienes la profesan, y el sabor de ella en quienes dicen tenerla. Sus justas expectativas de los profesos que florecen suelen frustrarse; viene a muchos buscando fruto y encuentra sólo hojas. Una profesión falsa se marchita corrientemente en este mundo, y es el efecto de la maldición dada por Cristo. La higuera que no tenía fruto pronto perdió sus hojas. Esto representa en particular el estado de la nación y pueblo judío. Nuestro Señor Jesús no encontró en ellos nada sino hojas. Después que rechazaron a Cristo, la ceguera y la dureza se acrecentaron en ellos hasta que fueron deshechados, y desarraigados de su lugar y de su nación. El Señor fue justo en eso. Temamos mucho la condenación pronunciada para la higuera estéril.

Vv. 23-27.Como ahora nuestro Señor se manifestó abiertamente como el Mesías, los sumos sacerdotes y los escribas se ofendieron mucho, en especial porque expuso y eliminó los abusos que ellos estimulaban. Nuestro Señor preguntó qué pensaban ellos del ministerio y bautismo de Juan. Muchos se asustan más de la vergüenza que produce la mentira que del pecado, y, por tanto, no tienen escrúpulos para decir lo que saben que es falso, como sus propios pensamientos, afectos e intenciones o sus recuerdos y olvidos. Nuestro Señor rehusó responder su pregunta. Mejor es evitar las disputas innecesarias con los impíos oponentes.

Vv. 28-32. Las parábolas que reprenden, se dirigen claramente a los ofensores y los juzgan por sus propias bocas. La parábola de los dos hijos enviados a trabajar en la viña es para mostrar que los que no sabían que el bautismo de Juan era de Dios, fueron avergonzados por los que lo sabían y lo reconocen. Toda la raza humana es como niños a quienes el Señor ha criado, pero ellos se han rebelado contra Él, sólo que algunos son más convincentes en su desobediencia que otros. A menudo sucede que el rebelde atrevido es llevado al arrepentimiento y llega a ser siervo del Señor, mientras el formalista se endurece en orgullo y enemistad.

Vv. 33-46.Esta parábola expresa claramente el pecado y la ruina de la nación judía; y lo que se dice para acusarles, se dice para advertir a todos los que gozan los privilegios de la iglesia externa. Así como los hombres tratan al pueblo de Dios, tratarían al mismo Cristo si estuviera con ellos. ¡Cómo podemos, si somos fieles a su causa, esperar una recepción favorable de parte de un mundo impío o de los impíos que profesan el cristianismo! Preguntémonos si nosotros que tenemos la viña y todas sus ventajas damos fruto en la temporada debida, como pueblo, familia o individuos. Nuestro Salvador declara, en su pregunta, que el Señor de la viña vendrá, y que cuando venga destruirá a los malos con toda seguridad.
Los sumos sacerdotes y los ancianos eran los constructores y no reconocían su doctrina ni su leyes; lo desecharon como piedra despreciada. Pero el que fue desechado por los judíos, fue abrazado por los gentiles. Cristo sabe quién dará frutos del evangelio en el uso de los medios del evangelio. La incredulidad de los pecadores será su ruina, aunque Dios tienen muchas maneras de refrenar los remanentes de la ira, como los tiene para hacer que eso que quebranta redunde en alabanza suya. Que Cristo llegue a ser más y más precioso para nuestras almas, como firme Fundamento y Piedra angular de su Iglesia. Sigámosle aunque seamos odiados y despreciados por amor a Él.