viernes, 17 de diciembre de 2010

LAS DOS NATURALEZAS DEL CREYENTE.10


¡Qué maravilloso es saber que Dios no sólo ha perdonado nuestros pecados sino que ha condenado la naturaleza caída! Fue crucificada con Su Hijo. Él nos ve en una nueva posición delante de Él, de "no condenación", muertos y resucitados con Cristo. ¡Regocijémonos! ¡Demos gracias! Él nos ha dado una nueva vida, la misma vida de Cristo que tendremos para siempre en el cielo. Cuando tu naciste de nuevo recibiste aquella nueva vida. Naciste de arriba y el nuevo hombre es creado en justicia y verdadera santidad. Dios quiere que como cristiano vivas una vida de santa libertad y gozo en la posición en la que Él te ha traído a ti.
No estamos hablando en este momento de lo que un creyente debiera hacer si permite que aquella naturaleza pecaminosa actúe, sino simplemente de lo que Dios ha hecho con respecto a la vieja naturaleza del creyente. Pero será útil añadir unas observaciones acerca de esto último. Si cedemos al pecado en nuestras vidas, Dios nos ha proveído de un Abogado, Jesucristo el justo (1 Juan 2:1), y debemos acudir confesando nuestro pecado, reconociendo que hemos permitido actuar al "viejo hombre". Esto no es para restaurar nuestra posición delante de Dios, porque ésta es siempre "en Cristo", sino para ser restaurados a la comunión con Dios en nuestras almas.
¡Cuán plena es la provisión que se ha hecho de nuestras necesidades en Cristo!.
Es de suma importancia que leamos la Palabra de Dios y que nos dediquemos a la oración, porque si descuidamos esto, el enemigo conoce nuestros puntos flacos, y vendrá para trabajar sobre el "viejo hombre", conduciéndonos al pecado. Esto nos privará de nuestro gozo en el Señor, y si no confesamos los pecados pequeños pronto crecerán a pecados mayores, por lo cual podemos quedar bajo la mano disciplinadota del Señor, o incluso bajo la disciplina de la asamblea de Dios. No se nos demanda que confesemos malos pensamientos, porque el acto de apartarnos de ellos es la manera en que los juzgamos, pero si los permitimos en nuestras vidas, entonces tenemos que confesar nuestros pecados a fin de ser restaurados (1 Juan 1:9).
Un verdadero creyente nunca puede perderse, pero sí puede, como David en la antigüedad, perder el gozo de la salvación de Dios y deshonrar al Señor. La oración del salmista es buena para nosotros: "Líbrame de los [errores] que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión. Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, OH Jehová, roca mía, y redentor mío" (Salmo 19:12-14).

jueves, 16 de diciembre de 2010

LAS DOS NATURALEZAS DEL CREYENTE.9


El carpintero trae entonces una lona y la echa sobre el montón de madera. Naturalmente, no mejorará bajo lona, sino que me dice que considere simplemente que no está ahí. Esto es lo que es "consideraos muertos al pecado" (Romanos 6:11). Podemos decir que la vieja naturaleza—el "viejo hombre"— es "ya no... yo, sino el pecado que mora en mí". Nuestra posición está en Cristo delante de Dios.
¿Cómo podemos ser liberados de la actividad de aquella naturaleza caída en nosotros? Esto nos es explicado en cómanos 8:2: "La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte". Si sostengo un libro en la mano, y luego lo suelto, la ley de la gravedad lo hará caer. ¿Cómo puedo liberarlo de esta ley sin cambiar la ley ni el peso del libro? Si lo ato a un globo de helio, veríamos al libro levantándose. No he cambiado la ley de la gravedad ni el peso del libro, pero he introducido una nueva ley. El helio es más ligero que el aire. De esta manera el libro ha quedado libre de las ataduras de la ley de la gravitación. Apliquemos esto a nuestras propias vidas. Cuando algún mal pensamiento entra en tu mente, ¿cómo vas a liberarte? No puedes cambiar la naturaleza caída. Siempre obra de la misma manera. No hay en ella nada bueno. Pero si dejas que el Espíritu de Dios, por medio del nuevo hombre, te ocupe con Cristo, serás liberado. El Espíritu de Dios obrando sobre el nuevo hombre llenará tu corazón con Cristo. Te dará a ver lo que Cristo ha hecho por ti, lo que Él está haciendo ahora por ti como tu Gran Sumo Sacerdote y Abogado, y lo que Él va a hacer por ti cuando te haga eternamente dichoso en la casa del Padre. Así que cuando este mal pensamiento acuda a tu mente, recuerda que no puedes cambiar la naturaleza caída, pero que puedes dejar que el Espíritu de Dios obre sobre el nuevo hombre. Piensa en lo que tienes en Cristo. Regocíjate en el hecho de que Dios te ve en Cristo. Esta es la única manera de ser liberado de la actividad del viejo hombre interior. De nada sirve tratar de luchar contra aquellos malos pensamientos, porque volverán. Es como luchar contra un deshollinador. Apártate de ellos, dando gracias por el camino de liberación de Dios, y regocíjate en el Señor.

martes, 14 de diciembre de 2010

LAS DOS NATURALEZAS DEL CREYENTE.8


Usemos una ilustración que nos sirva de ayuda para aclarar este punto. Supongamos que he decidido construir un garaje para mi automóvil, y que tengo un montón de tablones de madera que he guardado para ello. Decido contratar a un carpintero para que me lo levante, y le pido que emplee esta madera para ello. Va a mirar el montón de tablones, y al cabo de un rato vuelve diciendo: "He estado examinando su montón de madera, y tengo malas noticias para usted. Todos los tablones están podridos. No hay ni un tablón sano en toda la pila". ¿Qué hizo él? No intentó mejorar el material. ¡No! Lo condenó. Nótese el versículo 3 de Romanos 8, y se verá que esto es lo que Dios ha hecho con nuestra vieja naturaleza—el "viejo hombre": "Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne". Mi carpintero condenó el montón de tablones de madera, pero luego dijo: "Tengo buenas noticias para usted. Le he traído toda la madera buena que necesita para construir su garaje, y no le costará nada. Es de regalo". Me había sentido muy contrariado cuando me dijo que mi viejo montón estaba podrido, porque me había fiado de aquel material, pero ahora paso de la contrariedad al agradecimiento. Le digo: "¡Muchas gracias!" ¿Puedes ver ahora el sentido de estos versículos en Romanos 7: "¡Miserable de mí!", y luego, "Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro" (versículos 24, 25)? He apartado la mirada del yo a Cristo, y regocijándome en lo que Él ha hecho, me siento lleno de gratitud.
Ahora bien, todos tenemos aquel montón de "madera podrida" dentro de nosotros, el "viejo hombre", y algunos cristianos se hacen unos desdichados a sí mismos al pensar acerca de ello, y de cómo sigue queriendo asumir el control de sus cuerpos. Miremos fuera del yo, y demos gracias que Dios nos ve "en Cristo". "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús" (Romanos 8:1). ¿Te estás condenando a ti mismo porque tienes una naturaleza caída? Dios dice que Él nos ve "en Cristo Jesús" y "santos y sin mancha delante de Él" (Efesios 1:4). Es en verdad un triste descubrimiento hallar cuán verdaderamente mala es nuestra vieja naturaleza, pero ello sólo debiera llevarnos a ser tanto más agradecidos por nuestra liberación, conociendo nuestra nueva posición delante de Dios gracias a aquella bendita obra consumada por nosotros en el Calvario.
Llevemos un poco más allá la ilustración acerca del carpintero. Después de haberse ido, comienzo yo a pensar en aquel viejo montón de madera. ¿Estará de verdad toda podrida? Quizá haya algo de madera buena en el montón. Me dirijo allí, y comienzo a deshacer el montón para ver si algunas piezas no están podridas, porque había estado contando con aquella madera durante mucho tiempo. Entonces llega el carpintero y me pregunta qué estoy haciendo. Le explico lo contrariado que me sentí cuando me dijo que todo el montón estaba podrido. Pensaba que debía haber algunos trozos buenos allí. "Oh", dice él, "se está incomodando usted por nada. ¿Por qué no dar gracias por el nuevo montón de madera, en lugar de buscar algo de bueno en el montón viejo?" ¿Estás tú, querido lector, buscando algo bueno en la vieja naturaleza? Dios la abandonó hace mucho tiempo, y si tú la abandonas ahora serás una persona más feliz.

lunes, 13 de diciembre de 2010

LAS DOS NATURALEZAS DEL CREYENTE. 7


Ilustrémoslo de la siguiente manera. Tenemos a una persona que ha sido salva desde hace poco, habiendo abandonado muchos pecados, porque está viviendo para agradar al Señor. Un día alguien le sugiere que haga algo de lo que hacía en sus tiempos en que no era salvo, y que sabe ahora que está mal. Él replica: "No, no quiero hacer esto ya más, porque soy cristiano". Después de rehusar, otra cosa sucede. Satanás le susurra: "No has dicho la verdad: Tú sí que querías hacer esto, y le has dicho a tu amigo que no querías". ¿Ha dicho este joven creyente una mentira? ¡No! ¡Ha dejado que el legítimo ocupante—el nuevo hombre— respondiera a la puerta! ¿Quería acaso la nueva vida en él hacer aquello? ¡No! ¿Qué era lo que en él quería hacerlo? Bien, él podía decir: "Ya no soy yo, es el pecado que mora en mí". Seguimos teniendo la vieja naturaleza, pero deberíamos dejar que el "nuevo hombre" conteste a la puerta. Sí, dijo la verdad, porque el "viejo hombre" ya no es más el "yo", sino que es el "nuevo hombre" el verdadero "yo", la "vida de Jesús" en cada creyente, una vida que siempre agrada a Dios, y que no puede pecar. Deja tú que sea siempre el "nuevo hombre" el que tome las decisiones, y serán las decisiones correctas, porque aunque el "viejo hombre" siga en nosotros, nunca mejorado, ya no es más "yo". ¡Qué bendita liberación!
Llegamos ahora al tercer punto en los versículos 22-25. "Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro". Incluso conociendo los dos puntos que hemos estado considerando, dice que el conflicto permanece, y añade que quiere agradar al Señor, pero que este conflicto le hace sentirse muy desdichado. Esta naturaleza caída sigue tratando de arrastrarme a las cosas que están mal. Pero después de decir "¡Miserable de mí!", añade, "¿QUIÉN me liberará?" Mira fuera de sí mismo hacia el Señor Jesucristo para obtener la liberación, y recibe entonces la respuesta en el acto. Entonces comienza la acción de gracias. Esto es de gran importancia. ¿Has tratado de luchar contra los malos pensamientos, sólo para ver que volvían con más intensidad? ¡Con razón se ha dicho que uno puede ensuciarse tanto luchando contra un deshollinador como abrazándolo! ¿Qué es lo que está Dios diciéndonos aquí? Podemos volvernos de estos malos pensamientos que vienen a través del "viejo hombre" y dejar que el Espíritu de Dios, por medio del "nuevo hombre", ocupe nuestras mentes con Cristo. Podemos dar gracias a Dios que por medio de la obra del Señor Jesús hemos sido traídos a una nueva posición delante de Él, en la que podemos considerarnos muertos ciertamente al pecado, y donde el nuevo hombre halla su gozo y liberación apartando su mirada de sí mismo y dirigiéndola a Cristo.

domingo, 12 de diciembre de 2010

LAS DOS NATURALEZAS DEL CREYENTE.6


el apóstol Pablo tuvo que decir: "En mí, esto es, en mi carne, no mora el bien" (Romanos 7:18). Seguía teniendo consigo la naturaleza caída, incluso después de haber sido salvo todos aquellos años.
En el capítulo 7 de romanos se examina toda la cuestión de este conflicto de una forma práctica. La persona contemplada en este capítulo está tratando de lograr la liberación bajo la ley. Ha "nacido de nuevo", y posee una nueva vida, pero no se encuentra en el goce de su nueva posición. El Espíritu de Dios usa esto para mostrarnos el camino de la liberación de la ley y del "viejo hombre". A todo lo largo del capítulo hasta llegar al versículo 18 esta persona está llamando "yo" al viejo hombre, y en otro punto llama "yo" al nuevo hombre. Es por esta razón que tiene este conflicto, porque piensa que "los dos ocupantes" tienen los mismos derechos: pero no los tienen. El "viejo hombre" debe ser considerado muerto. El "nuevo hombre" es el único ocupante legítimo. Debemos reconocer que el "nuevo hombre" es el único con derecho a decir lo que se hace en el cuerpo, y que este "nuevo hombre" es la vida de Cristo.
Hay tres cosas importantes que se exponen aquí. Primero, tenemos que aprender esta gran e importante lección, de que "en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien" (versículo 18). ¿Te ha sucedido haber tenido un mal pensamiento acudiendo a tu mente, y luego decir de inmediato, "nunca pensé que un cristiano pensaría una cosa así"? Ahora bien, si realmente creyeras este versículo, no te sorprenderías, porque la vieja naturaleza (el viejo hombre) no ha cambiado desde que fuiste salvado. Tenemos que aprender esto. Tenemos que hacernos conscientes de ello. El enemigo de nuestras almas que obra sobre aquel "viejo hombre" intenta perturbarnos suscitando malos pensamientos ante nosotros, y la vieja naturaleza responde. Alguien dijo que su viejo reloj nunca lo desengañó, porque nunca se fió de él. ¿Confías tú en tu vieja naturaleza porque eres salvo? ¿Crees que te puedes exponer a las tentaciones confiadamente? La Biblia dice: "El que confía en su propio corazón es necio" (Proverbios 28:26). La vieja naturaleza no mejora, nunca. Recuerda lo que aquí se dice: "en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien". ¿Y quién lo estaba diciendo? El amado apóstol Pablo, uno de los más piadosos hombres que jamás hayan vivido, porque su "viejo hombre" no era mejor que el de ningún otro creyente.
Ahora observemos el segundo punto en el versículo 20. "Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí". Había él aprendido que no había nada bueno en la carne (el viejo hombre), pero aquí hay algo maravilloso a lo que aferrarse. Él no reconoce ya más al "viejo hombre" como siendo "yo".

sábado, 11 de diciembre de 2010

LAS DOS NATURALEZAS DEL CREYENTE.5


Ahora Dios nos muestra el lado práctico de esta verdad en los versículos que siguen. Debemos considerarnos muertos al pecado, pero vivos a Dios (versículo 11). Antes de ser salvos, nuestras manos hacían lo que la naturaleza caída quería hacer, y nuestros ojos miraban a aquellas cosas que nuestra naturaleza caída (el viejo hombre) quería ver, porque nuestros cuerpos estaban bajo el control de aquel "hombre viejo". Ahora Dios ha dado una nueva vida al creyente, el "nuevo hombre" que quiere complacerle, y Él dice, "consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios". Ahora, cuando se nos presente la tentación, podemos decir: "No, estamos muertos a estas cosas que la naturaleza caída quiere hacer".
Podemos presentar los miembros de nuestros cuerpos para que hagan lo que el "hombre nuevo" quiere hacer, cosas que agradan al Señor. Aquí se debe decir que si no tienes ningún deseo de agradar al Señor no eres en absoluto un creyente, porque si has nacido de nuevo tienes dentro de ti la misma vida de Cristo. ¡Ah, tú dirás, en ocasiones quiero hacer lo que está mal! Pero no es la nueva vida la que quiere hacer lo que está mal, sino que se debe a que estás dejando al "viejo hombre" (el antiguo ocupante) mostrar actividad. Dios dice: "Consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro". El "viejo hombre" no tiene ya derechos algunos en el cuerpo. Dios dice que estamos muertos al pecado, y así leemos en 2 Corintios 4:10: "Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal".
Muchos cristianos abrigan dudas acerca de su salvación porque no han sido enseñados "conforme a la verdad que está en Jesús" (Efesios 4:21). Se ven sorprendidos que después de ser salvos siguen queriendo hacer aquellas cosas que están mal. Así que Satanás les dice: "Quizá no sois salvos, porque algunos de aquellos viejos deseos siguen ahí". Pero, ¿no dijo el Señor, "lo que es nacido de la carne, carne es"? (Juan 3:6). Y el apóstol Pablo tuvo que decir: "En mí, esto es, en mi carne, no mora el bien" (Romanos 7:18). Seguía teniendo

viernes, 10 de diciembre de 2010

LAS DOS NATURALEZAS DEL CREYENTE.4


es creada "en la justicia y santidad de la verdad". Es la vida de Cristo, y no puede pecar. ¡Qué cosa tan maravillosa! Ahora bien, ello no significa que "el viejo hombre" haya mejorado, porque sigue estando "viciado conforme a los deseos engañosos", como acabamos de leer. Siempre actúa de la misma manera, porque "lo que es nacido de la carne, carne es", y nuevamente el Señor dijo: "El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha" (Juan 6:63). Podemos ver que si el "viejo hombre" (el antiguo ocupante) toma el control de nuestros cuerpos, entonces pecamos. No es que Dios excuse esto, sino que Él provee para nuestra restauración. Dios ha emprendido nuestra liberación, tanto con respecto a nuestros pecados como con respecto a la naturaleza que los produce, y Él desea que conozcamos Su provisión llena de gracia y que nos regocijemos en ella.
En Romanos 6 se nos explica lo que Dios ha hecho en relación con nuestra vieja naturaleza, en ocasiones llamada "la carne", "el viejo hombre" y "pecado" o "pecado en la carne". En el versículo 6 se nos dice: "Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él ... a fin de que no sirvamos más al pecado". El pecado es la raíz, y los pecados son el fruto, como un manzano y las manzanas que crecen en él. La naturaleza de un manzano es producir manzanas. Uno puede quitar de él todas las manzanas, pero al año siguiente volverá a producir manzanas, porque no se ha cambiado la naturaleza del árbol. El Señor Jesús "llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero" (1 Pedro 2:24). Pero fue necesario que Él hiciera algo acerca de aquel "viejo hombre" que me llevaba al pecado. Aquí encontramos lo que Él ha hecho: "Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él", de modo que vemos que llegó a su fin delante de Él en Su muerte. El bautismo es la figura de esto, como se dice: "Sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo" (versículo 4). El "viejo hombre" ha sido "condenado" (Romanos 8:3), "crucificado" (Romanos 6:6) y "sepultado" (Romanos 6:4). En la cruz del Calvario el Señor Jesús no sólo llevó mis pecados, sino que Su muerte fue el fin de mi posición delante de Él como hijo de Adán, porque hemos muerto a aquella posición, y hemos entrado en una nueva posición delante de Él mediante la resurrección del Señor Jesús (Romanos 6:9-11).
Quizá podríamos ilustrar esta nueva posición mediante un cambio de ciudadanía. Como ciudadano del país en el que has nacido pasas la frontera a otro país, y tienes que declarar tu ciudadanía.
Supongamos ahora que fueras a cambiar tu ciudadanía y fueras aceptado, naturalizado, como ciudadano de otro país. Entonces, al cruzar la frontera, tendrías una posición totalmente diferente a los ojos del funcionario de inmigración. Por lo que a él respecta, tú ya no existes en tu antigua posición, y vives en una nueva posición y naturaleza.
Ahora Dios te ve en una posición diferente por cuanto has nacido de nuevo y entrado en la familia de Dios. Aunque sigas teniendo al "viejo hombre" dentro de ti, con los "dos ocupantes" en tu cuerpo, Dios te ve sólo en esta nueva posición que ocupas delante de Él. Te ve como una persona que has muerto a tu antigua posición, y como siendo "nueva criatura en Cristo" (véase 2 Corintios 5:17).