sábado, 20 de enero de 2024

Paso de Fe

 Paso de Fe

«Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos an

dando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.», Mateo 14:25-33

Al igual que Pedro, debemos salir de nuestra barca, dejar la comodidad para poder hacer la obra de Dios. El dar este paso es atemorizante, pero Él nos guiará y estaremos seguros. Cuando damos un paso de fe, abrimos la puerta para que Dios obre en nuestras vidas. Quizás no caminemos sobre las aguas, pero sí caminaremos a través de situaciones adversas y grandes desafíos. Si nos concentramos en las olas de las circunstancias difíciles que se levantan cerca de nosotros sin buscar la ayuda de Dios, también terminaremos desesperados y hundiéndonos. Permitamos a Dios que nos levante con su diestra, que nos instruya con su Palabra y nos toque con la presencia poderosa de su Espíritu. A fin de mantener nuestra fe en medio de las tormentas, mantengamos los ojos en el poder de Cristo y no en nuestra incapacidad. Oración inicial
«Señor, gracias por permitir extender tu evangelio a través de este medio. Dios amoroso, ayúdanos a caminar en fe cuando escuchemos tu llamado al servicio y enfrentemos los desafíos de la vida. Amén.

viernes, 19 de enero de 2024

Boleto a la felicidad

 


Boleto a la felicidad

“¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca.” Salmo 119:103

Para algunos la palabra de Dios puede sonar aburrida, pesada, absurda y pasada de moda, piensan en Dios como aquel dios intransigente que solo está para prohibirnos lo que nos gusta y castigarnos por nuestros errores. Lamentablemente este es el “dios” que la sociedad nos ha vendido, un falso dios que aun muchos adoran de labios pero que verdaderamente aborrecen en su corazón; ¿Idolatría o religión? Quizá ni siquiera hay diferencia.

Lo cierto es que si la palabra de Dios se vuelve una carga para nuestra vida, es una señal que nos falta conocimiento del Dios verdadero, como está escrito “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento” (Oseas 4:6a ). Es imposible conocer a Dios y no amarlo y amarlo y no obedecerlo. Dios solo no nos pide sacrificios: “Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos.” (Oseas 6:6). Nos pide que lo conozcamos de verdad. Conocer a Dios requiere determinación y un corazón dispuesto a buscarlo. Dios promete: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” (Jeremías 33:3). Tenemos la Biblia, la palabra escrita por Dios mismo, “el ancla más segura” (hebreos 6: 19). Su palabra nos hace libres, nos transforma a la imagen de su Hijo Jesucristo, nos hace sabios y entendidos para tomar decisiones, nos alegra el corazón y nos consuela el alma, es como una antorcha en medio de tanta oscuridad: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.” (Salmo 119: 105)

Dios es más dulce que la miel, pero si no probamos en nuestro paladar su palabra y le conocemos de verdad, jamás descubriremos al Dios maravilloso que tenemos, el Dios verdadero (Con “D” mayúscula) que nos ama y nos promete un futuro y una esperanza. Solo conociéndolo podemos amarlo de verdad. Es hora de clamar a Dios por su conocimiento y descubrir que el hacer su voluntad no es una carga pesada de llevar sino por el contrario nuestro boleto a la felicidad.  Oración

«Padre de la gloria mi clamor hoy es porque tu Espíritu Santo alumbre mi entendimiento con el conocimiento de tu verdad, pero sobre todo de lo que significa tu amor por mí. Quiero conocerte de verdad y no perderme en este mundo siguiendo falsas filosofías que solo quieren torcer mi alma. Amén.

jueves, 18 de enero de 2024

¿Qué se necesita para seguir a Cristo?

 

¿Qué se necesita para seguir a Cristo?


“Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado. Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente. El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero. Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo.” 2 Timoteo 2:3-7

Pablo escribe su segunda carta a su joven discípulo Timoteo y por medio de 3 parábolas describe lo que se necesita para seguir a Cristo:

1. Ser un buen soldado requiere disciplina: entrenar y prepararse para el arte de la guerra y llevar una armadura que lo ayude a sobrellevar los duros ataques del enemigo (efesios 6:10-18); requiere servicio: ser capaz de dar su vida por defender una causa común, y requiere obediencia: cumplir sin titubear el plan trazado por su comandante. Finalmente, un buen soldado no se desconcentra de su misión (no se enreda en los negocios de la vida), sino que marcha con entusiasmo y valor a la victoria.

2. Ser un atleta: quién más que un atleta para saber de perseverancia y resistencia, aun en lo más duro de la carrera y con el cansancio de sus músculos prefiere llegar a la meta antes que sucumbir a la necesidad de un pasajero descanso.

3. Ser un labrador: un labrador ama el fruto de su trabajo y por eso cuida con esmero y dedicación de cada uno de sus sembrados, los abona, los mantiene hidratados y los poda cuando es necesario.

Así mismo en la vida cristiana, nuestro caminar con Cristo implica mucha valentía, perseverancia, disciplinas espirituales (oración, lectura de la palabra, ayuno) no solamente para mantener nuestra relación personal con Dios, sino para mantener nuestras relaciones con el prójimo. Nuestro ministerio con el que servimos a Dios dependerá de nuestra fortaleza espiritual y nuestra determinación para obedecer la palabra de Dios.   Oración.

«Padre de la gloria ayúdame a ser un buen soldado de tu ejército, a mantenerme firme y sin titubear en la misión que tú me enseñarás. Quiero luchar como un atleta en esta carrera de la vida y como un buen sembrador ver un fruto abundante para gloria de tu nombre. Amén.

miércoles, 17 de enero de 2024

Dios me ciñe de poder

 

Dios me ciñe de poder


“Porque ¿quién es Dios sino sólo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios?  Dios es el que me ciñe de poder, Y quien hace perfecto mi camino”, Salmo 18:31-32

Este salmo lo escribe David el día que Dios lo libró de todos sus enemigos y de la mano de Saúl. Lo tituló “Acción de gracias por la victoria”. A diferencia del devocional de ayer donde hablamos del difícil momento por el que pasaba David y que pese a la incertidumbre del futuro y los males del presente, decidió confiar plenamente en la buena voluntad de Dios para su vida, en este salmo David ya ha pasado la prueba y está disfrutando un momento de gloria. Dios, en quien había puesto su confianza lo había escuchado: “En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios. Él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos” (Salmo 18:6).

En este momento David podía ver en retrospectiva, la oscuridad había pasado y todo parecía ser más claro. “Porque ¿quién es Dios sino sólo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios?  Dios es el que me ciñe de poder, Y quien hace perfecto mi camino;  quien hace mis pies como de ciervas, Y me hace estar firme sobre mis alturas;  quien adiestra mis manos para la batalla, Para entesar con mis brazos el arco de bronce.” (Salmo 18: 31-34). David por fin podía ver el propósito de su difícil prueba; seguramente no fue fácil dar sus primeros pasos de fe en este pedregoso camino, pero ahora David sabe que el Todopoderoso hizo perfecto su camino. La prueba lo hizo más fuerte a nivel mental y físico pero sobre todo espiritual. No solo buscó a Dios en el día malo sino que aún en su gloriosa victoria seguía rendido ante la majestad del único y sabio Dios que sabe mejor lo que le conviene a cada uno de sus hijos. Como David, necesitamos ser fortalecidos no sólo para atravesar los malos momentos, sino para permanecer firmes en los buenos. Sea cual sea nuestra situación no dejemos de alabar y glorificar al Dios maravilloso que nos dio vida cuando estábamos muertos. Gloria a Dios por Jesucristo nuestra esperanza viva y nuestro único camino al Padre.

¡Por tanto yo te confesaré entre las naciones, oh Jehová, Y cantaré a tu nombre. Grandes triunfos da a su rey, y hace misericordia a su ungido, A David y a su descendencia, ¡para siempre! (Salmo 18:49-50).   Oración.

«Padre de la gloria te alabo porque tú eres bueno siempre, te alabaré y anunciaré tu nombre porque tú adiestras mis manos para la batalla y mis brazos para la guerra. Tú eres mi victoria. Amén.

martes, 16 de enero de 2024

En tu mano están mis tiempos

 


En tu mano están mis tiempos

“Mas yo en ti confío, oh Jehová; Digo: Tú eres mi Dios.  En tu mano están mis tiempos.”, Salmo 31:14-15a

Cuando David escribió este salmo se encontraba en un desafortunado momento, estaba huyendo del Rey Saúl quien pretendía matarlo. En los versículos iniciales de este cántico David exclama: “Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en angustia; Se han consumido de tristeza mis ojos, mi alma también y mi cuerpo.  Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar; se agotan mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se han consumido” (Salmo 31:9-10).

Hemos de pensar que su situación era de verdad grave puesto que David no era inclinado al desánimo ni a la depresión. Sin embargo, lo vemos pesimista debido a sus enemigos y a lo “incierto” de su futuro. En un momento las circunstancias parecían ganarle la batalla, sin embargo y como en muchas otras oportunidades, David empieza a pelear con las armas espirituales de la justicia y de la verdad y así como batalló contra aquel gigante Goliat al que le declaró: “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.” (1 Samuel 17: 45), se levanta en victoria y exclama “Mas yo en ti confío, oh Jehová; Digo: Tú eres mi Dios.  En tu mano están mis tiempos; líbrame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores”. Sucede entonces que el Todopoderoso, el Dios de los escuadrones de Israel, una vez más, hace suya la batalla y lo rescata de la angustia y de la incertidumbre. Tiempo después David llegó a reinar en lugar de Saúl, fue un rey sabio y próspero y Dios le dio paz de todos sus enemigos. Su futuro hasta la actualidad fue glorioso porque Dios levantó de entre sus descendientes al mesías: nuestro Señor Jesucristo.

Así que aunque estemos atravesando valles de sombra de muerte, no temamos mal alguno, nuestra vida y nuestros tiempos están en la mano de aquel Dios que cumple sus promesas. “Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, y tome aliento vuestro corazón.” (Salmo 31:24). Como David ganemos las batallas de rodillas ante Dios.   Oración.

«Padre de la gloria solo en ti toma fuerza mi corazón, solo de ti viene mi esperanza, tú suplirás todas mis necesidades. Tú eres mi Dios, en tu mano están mis tiempos. Amén

lunes, 15 de enero de 2024

Esta boca es mía

 

Esta boca es mía


 “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos.”, Proverbios 18: 21

¿Sabías que probablemente gran parte de tus problemas están justo debajo de tu nariz? así es, muchos de ellos dependen de lo que sale de tu boca: si amas hablar muerte, tus frutos serán de muerte, si amas hablar vida recibirás una fructífera cosecha de vida, finalmente la decisión está en tus manos, o mejor dicho, en tu boca.

La palabra de Dios dice “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.” (Lucas 6: 45). Si en el corazón de alguien hay odio, rencor, frustración y desesperanza lo que saldrá de sus labios serán críticas, quejas y negativismo. El hablar mal de los demás, el quejarse de las circunstancias y el magnificar las cosas malas en lugar de dar gracias a Dios por las buenas, arruina el plan maravilloso que Dios se propuso con nosotros desde antes que naciéramos. Cuando hablamos mal, en realidad no lo hacemos de los otros o de las circunstancias sino de Dios que ha prometido estar a nuestro lado todos los días hasta el fin del mundo, aquel Dios de los ejércitos que toma para él mismo las ofensas que nos hacen y trastorna los pensamientos de quienes nos quieren dañar. Todo lo malo que sale de nuestros labios indica falta de fe y recordemos que “sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (hebreos 11:6).

La Biblia dice “pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.” (Santiago 3:8); pero el Espíritu Santo de Dios que está en nosotros sí puede, él es consolador, su trabajo es animarnos, exhortarnos y edificarnos, y esto mismo desea que hagamos con nuestros hermanos, que nos quedemos con lo bueno de la vida y dejemos en manos de Dios lo malo, al fin y al cabo el hablar mal no cambiará en nada ni las circunstancias ni a las personas, pero si puede empeorarlas. Reconoce tus errores y somete tu lengua al control del Espíritu de Dios que está en tu corazón. Si amas la vida, hablarás vida; si hablas vida, comerás de sus frutos.  Oración.

«Padre Santo he pecado muchas veces debido a mis palabras y mi hablar mal, perdóname y ayúdame a confiar en ti y tus propósitos eternos para mí. Ayúdame a amar la vida, a hablar vida y ver el fruto de mis labios prosperado en tus manos. Amén.

domingo, 14 de enero de 2024

Vida nueva

 


Vida nueva

“pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.”, Gálatas 3: 26-27

Eres hijo de Dios no porque obres de una manera u otra, eres hijo de Dios solo por creer que Jesucristo a través de su muerte en la cruz justificó tu vida delante de Dios, se puso en tu lugar y pagó tu condena; él mismo fue el sacrificio que Dios demandaba para que tus pecados fueran perdonados.

Puedes hacer muchas cosas para sentirte bien con Dios (ir a la iglesia, dar a los pobres, decir oraciones) pero Dios solo verá una: A Cristo en tu corazón. Ahora bien, el hecho no es aceptar a Cristo y seguir pecando, porque aparte de morir en una cruz, Jesucristo resucitó para que tú también vivas en vida nueva. Ser bautizado en Cristo no significa más que estar sumergido profundamente en él, ahora la justicia, la santidad y la verdad de Cristo te revisten y te libran de tu pasada manera de vivir que no le agradaba a Dios, ahora mismo Dios se agrada de ti, se complace en ti. Por lo tanto, así como Dios pudo perdonar tus pecados, también pudo (y lo hizo) darte una vida libre del poder del pecado, una vida nueva.

Siendo un hijo(a) de Dios el Espíritu Santo guía tu vida, te da la gracia (algo que no te mereces) para amar la santidad y odiar el pecado; seguramente seguirás pecando, la diferencia es que ahora no te agradará seguir haciéndolo, el Espíritu de Dios te convencerá de hacer lo bueno y quitará progresivamente lo malo, en cuanto tu colabores en obedecerle. Tu nueva vida será un camino compartido: Dios te mostrará el paso que debes dar y te dará la fuerza y el valor para hacerlo y tú tendrás que decidir darlo o no. Es hora de que empieces a creer que eres una nueva criatura, olvídate de tu vieja vida y considérate muerto al pecado, pero vivo para Dios por medio de su Hijo que vive en ti.  Oración.

«Padre de la Gloria gracias por este gran milagro de darme salvación y una vida nueva en Cristo Jesús. Por hacerme tu hijo sin merecerlo y darme una herencia libre del pecado y de la muerte. Hoy me levanto en tu nombre y vivo la vida nueva que me regalaste. Amén.