miércoles, 30 de noviembre de 2022

Qué sería de mí - Parte 1

 

Qué sería de mí - Parte 1


“Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo.” Hechos 3:2

La biblia no nos relata cuántas personas eran las que llevaban cada día a este cojo de nacimiento a la puerta del templo a pedir limosna, pues lo impactante de esto no es la cantidad, sino ver cómo el hombre a lo largo del tiempo se ha acostumbrado tanto a observar la necesidad espiritual de otros, que parece hasta normal auspiciar la mendicidad, no material, sino espiritual, de aquellos que están en necesidad. Esto debe hacernos reflexionar, pues al igual que estas personas que llevaron a este hombre para que pudiera pedir limosna, ¿cuántas veces nosotros también hemos auspiciado la mendicidad espiritual de nuestros familiares, amigos, vecinos y aun la del mundo en general? y ¿por qué decimos que la hemos auspiciado?, porque en algunos momentos hemos callado ante la posibilidad de compartirle a otros de Jesucristo (Lucas 10:30-32).

Vayamos un poco más a fondo en esta reflexión, pensemos en lo que hubiese pasado si alguien no hubiera tenido misericordia de nosotros y, al igual que aquellos hombres de esta historia, no nos hubieran compartido de Jesús; sin duda alguna, estaríamos hoy viviendo en nuestra vieja condición espiritual: muertos en nuestros delitos y pecados, alejados de Dios (Efesios 2:1,12); pero, gracias al Señor que alguien decidió pararse y no callar más y al ver nuestra necesidad espiritual no siguió derecho (Lucas 10:33-34), sino que nos compartió una oración extraordinaria en la que aceptamos a Cristo en nuestro corazón, su obra redentora; y cuando creímos en Él, el Señor hizo su entrada triunfal a nuestras vidas, cambió por completo nuestro existir y nos dio esa vida nueva que tanto estábamos necesitando, entonces, pasamos de ser mendigos espirituales a ser hijos de Dios (Juan 1:12-13).

Hermanos, basta ya de seguir auspiciando la mendicidad espiritual de los que nos rodean, levantémonos y démosles a otros, de lo que hemos recibido, a Jesucristo.  Oración.

«Señor, infinitas gracias te doy porque me buscaste para que yo no siguiera muerto en mis delitos y pecados; nunca te cansaste, sino que golpeaste la puerta de mi corazón una y otra vez, hasta que llegó el día en el que no te dejé afuera esperando, sino que con gusto te dije: ¡Bienvenido eres Jesús!, toma asiento en el trono de mi corazón y haz de mí la persona nueva que tú quieres que yo sea, amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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martes, 29 de noviembre de 2022

Es mejor obedecer y prestar atención- Parte 2

 

Es mejor obedecer y prestar atención- Parte 2


“Y se volvió, y tomó un par de bueyes y los mató, y con el arado de los bueyes coció la carne, y la dio al pueblo para que comiesen. Después se levantó y fue tras Elías, y le servía.” 1 Reyes 19:21

El día de ayer reflexionamos sobre lo que Dios nos está diciendo que debemos dejar atrás, y para entender por qué esto es importante, utilizaremos la vida de Eliseo, pues su ejemplo nos demuestra que para seguir, disfrutar y vivir correctamente el camino de Dios, es necesario que hagamos morir todo aquello que puede hacer que en algún momento miremos hacia atrás (Lucas 9:62).

Es impresionante ver cómo Eliseo entendiendo que sería el sucesor de Elías (pues había sido echado sobre él su manto), y comprendiendo la gran responsabilidad que implicaba el ser elegido como profeta de Dios, decidió correr y hacer morir todo aquello que lo pudiera estancar, pues ¿quién quisiera perderse este gran llamado? Entonces lo podemos ver aquí, destruyendo el arado, matando el ganado que le correspondía, y sirviéndolo a los demás, pues no quería tener nada por lo cual regresar, porque cuando el camino se pusiera difícil no querría volver “a lo seguro”; quizás no sabría en ese momento del todo cuán difícil llegaría a ser el vivir este llamado, pero de lo que estaba seguro es que el Dios de Elías, ese Dios Todopoderoso estaría con él y eso era más que suficiente para dejar todo atrás, por amor, y seguirle. ¿Cuántos, al igual que Eliseo, hemos entendido esto? El llamado que Dios nos ha hecho, para pertenecer a este precioso camino que hoy llamamos vida cristiana o vida con propósito, es un camino que necesita que vayamos ligeros de equipaje, pues a veces cargamos en él: dudas, orgullo, temores, pensamientos erróneos, entre otras cosas, cuando nuestro único equipaje debería ser la cruz de Cristo, una cruz que es ligera y fácil de llevar (Mateo 16:24, 11:29-30).

Hermanos, hoy hagamos morir todo aquello que no nos edifica y nos estanca, sigamos el ejemplo de Eliseo, quien olvidó todo lo que tenía atrás para proseguir a la meta (Filipenses 3:13b-14)   Oración.

«Padre, yo no quiero mirar ni volver atrás, pues entiendo que contigo todo es mejor. Llévame a poner en todo momento mi mirada en ti y en esa meta, que es llegar a vivir como lo hizo tu Hijo Jesucristo aquí en la tierra. Espíritu Santo, tú que eres mi ayudador, ayúdame a seguir y persistir en este camino. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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lunes, 28 de noviembre de 2022

Es mejor obedecer y prestar atención- Parte 1

 

Es mejor obedecer y prestar atención- Parte 1

“Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros” 1 Samuel 15:22b

Estas son palabras que el profeta Samuel dice ante la desobediencia que tuvo el rey Saúl a una orden dada por Dios; el Señor ya había manifestado que Saúl debía destruir Amalec y todo lo que tuviere, pues ellos habían sido quienes se habían opuesto cuando Israel subía de Egipto; pero lastimosamente, Saúl decide que lo mejor, no es hacer lo que Dios ha dicho, sino destruir lo que él considere sea despreciable, y reservar aquello que para él tenga valor, como por ejemplo, parte del ganado de aquel pueblo (1 Samuel 15:9)

Esto nos lleva a reflexionar, ¿Cuántas veces el Señor nos ha dicho, como a Saúl, que para poder continuar debemos hacer sacrificios? Es decir, hacer morir algo en nosotros como: algunos de nuestros viejos comportamientos, pensamientos, actitudes, acciones, entre otras. Sin duda alguna diríamos que muchas son las veces en las que Dios nos ha pedido esto, pues el Señor sabe que no son cosas para conservar; pero al igual que Saúl, en algunos momentos hemos considerado que tenemos la capacidad de decidir, por encima del consejo del Señor, qué es lo correcto o no, para conservar o desechar. Pero ¿qué pasa cuando tomamos la decisión incorrecta y conservamos aquello que para nada nos edifica? Experimentamos las consecuencias de la elección que se tomó, y nos damos cuenta que lo mejor hubiera sido, desde el inicio, obedecer a Dios.

Pensemos en este día, ¿Qué cosas me está diciendo Dios que debo dejar?, ¿por qué no lo estoy haciendo?, ¿Por qué


no quiero, porque me dejo influenciar por lo que dicen los demás, o porque no veo el valor de lo que Dios me está pidiendo?

Hermanos, hoy tomemos la decisión de prestar atención a lo que Dios nos está diciendo y obedezcamos por completo a la orden que nos está dando. Oración.

«Padre, me has llevado a entender que siempre lo mejor será obedecer y prestar atención a tu palabra, por eso, decido confiar solo en tu consejo y no en el mío. Señor, cada vez que me llames estaré dispuesto a obedecerte por completo. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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domingo, 27 de noviembre de 2022

¿He menospreciado tu llamado? - Parte 2

 


¿He menospreciado tu llamado? - Parte 2

“Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura.” Génesis 25:31

Si bien es cierto que lo que hizo Jacob para conseguir la bendición que le correspondía al primogénito, no fue la correcta, podemos analizar con su ejemplo lo que es apreciar, tener en alta estima, la bendición de Dios. Jacob conocía cuán importante era recibir esto de Dios, por eso decidió buscar incansablemente la bendición de su padre Isaac; pero esto que sucedió era algo que el Señor ya conocía, pues aún desde antes de que Jacob y Esaú nacieran, se le había revelado a Rebeca cómo su hijo mayor sería el que serviría al menor (Génesis 25:23).

De Jacob podemos aprender a valorar aquello que los demás no hacen y, siguiendo nuestro ejemplo de la misión que Dios nos encomendó, diremos: mientras que alguien menosprecia su llamado y no le ve importancia o valor a compartir de la obra de Cristo, personas como tú o como yo sí lo hacemos, vemos su valor; por eso, no desmayamos ni nos cansamos en predicar las buenas nuevas de Jesús, antes bien, decimos como Isaías, con gran anhelo y fuerza: «Señor heme aquí, envíame a mí»; este es un grito que sale de nuestro corazón diciendo: «yo quiero ser tu instrumento», ¿nadie más quiere ir? ¡yo sí quiero Señor! y como hizo Jacob, no te soltaré hasta que me bendigas (Génesis 32:26), es decir, no dejaré de persistir en pedirte que me envíes a mí.

Hermanos, sigamos el ejemplo de Jacob en cuanto a su persistencia y tenacidad, valoremos nuestro llamado y digámosle al Señor: «yo acepto con gusto la misión que me has encomendado».  Oración.

«Padre, aquí estoy disponible en todo momento para ti; acepto tu llamado con gusto y me dispongo para ir y predicar tu palabra, amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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sábado, 26 de noviembre de 2022

¿He menospreciado tu llamado? - Parte 1

 


¿He menospreciado tu llamado? - Parte 1

“Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?… Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura.” Génesis 25:32,34

Qué tremendo ver cómo Esaú menosprecia su primogenitura, por un plato de lentejas, que para nada se compara en valor con lo que heredaría; esto nos lleva a reflexionar, ¿Cuántas veces hemos menospreciado, como Esaú, lo que Dios nos ha obsequiado?, quizás en algún momento lo hemos hecho, pero ¿por qué razón?, ¿por ignorancia, pues no conocemos qué es lo que se nos ha dado?, o quizás ¿porque no vemos el valor de lo que se nos entregó?

Enfoquemos este pasaje, en especial a la misión trascendental que Dios nos ha encomendado, predicar las buenas nuevas; es una misión que trae consigo una gran responsabilidad, pero también una recompensa; responsabilidad, porque depende de nosotros que el evangelio del reino sea predicado en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones (Mateo 24:14), ya que como dice la palabra: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” Romanos 10:14; pero también hablamos de recompensa, pues claramente la más importante, es la salvación de las personas a quienes les hemos compartido. Aunque conocemos lo vital de esta misión, su gran valor y relevancia, hemos preferido en muchas ocasiones hacerlo a un lado, por ir como Esaú, detrás de algo sin importancia; nos hemos dejado llevar por los afanes del mundo y la obtención de algunas cosas materiales que se ven apetitosas delante de nuestros ojos (como a Esaú le pareció el guisado de su hermano), y al dejarnos deslumbrar hemos perdido el norte, olvidando uno de los propósitos de nuestro existir: ser luz para las naciones, a fin de llevar la salvación de Cristo hasta los confines de la tierra (Hechos 13:47)

En este día preguntémonos: ¿seguiremos el ejemplo de Esaú y menospreciaremos la gran responsabilidad que Dios nos ha dado?   Oración.

«Padre, yo no he menospreciado la misión que me has encomendado, entiendo su importancia, pero no sólo quiero entenderlo sino también practicarlo. Espíritu Santo usa mi vida como instrumento para llevar el mensaje del evangelio hasta el fin del mundo. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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jueves, 24 de noviembre de 2022

Tu rostro buscaré

 

Tu rostro buscaré


«Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová» Salmos 27:8.

Qué precioso es ver todo lo que el Señor ha inspirado, los mejores poemas, cánticos, entre otros; y en este pasaje en especial, podemos ver a David siendo inspirado por Dios, para recitar uno de los Salmos más bellos que hablan de la necesidad, en el corazón del creyente, de buscar al Señor; necesidad que surge en nosotros debido a la restauración que hizo Jesucristo en nuestra relación con el Padre.

Recordemos que en Génesis se nos revela cómo el hombre al desobedecer a Dios y darle acceso al pecado tuvo grandes consecuencias, entre ellas, que el espíritu de todo ser humano muriera; espíritu que es tan necesario en nuestras vidas, ya que es el que nos permite relacionarnos con Dios; al suceder esto vemos cómo la relación entre Dios y el ser humano se rompe, y cómo afecta aun hasta nuestro anhelo de buscarle (Romanos 3:11b, Salmos 14:2-3). Pero hoy, podemos decir a Dios ¡Gracias!, porque Él mismo fue quien tomó la iniciativa y nos dijo: “Heme aquí” (Isaías 65:1), y envió a su Hijo Jesucristo para que por su obra redentora, en la cual hemos creído, Dios nos diera un espíritu nuevo para volver a relacionarnos con Él, ser sensibles a Su voz y entender el anhelo que tanto, nuestra alma y nuestra carne, tienen de buscarle (Ezequiel 36:26, Salmos 63:1b).

Hermanos, busquemos a Dios de todo corazón, siendo conscientes de que cuando lo hacemos lo hallamos, pues Él lo prometió. En oración, digámosle hoy: ¡Señor, todo mi ser te anhela! por eso en todo momento tu rostro buscaré.  Oración.

«Padre, que nunca se aparte de mi corazón el anhelo de buscarte. Te lo pido en el nombre de Jesús, amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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miércoles, 23 de noviembre de 2022

Dulce refugio- Parte 2

 


Dulce refugio- Parte 2

«Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado.» Éxodo 33:21-22

Moisés también pudo experimentar, al igual que Elías, lo que significa refugiarse o esconderse en la Roca; en su caso, no está escondido en la hendidura de la peña por desánimo, sino porque le ha hecho una petición a Dios, que le permita ver Su gloria; Dios le ha dicho que para que esto suceda Moisés debe estar refugiado en la Roca, por eso le vemos en ese lugar confiando en que recibirá lo que el Señor le prometió, y a la expectativa de lo que a continuación verá. ¡Wow!, ¡Qué privilegio!, ¿ver la gloria de Dios? Sí, Moisés pudo ver a Dios de espaldas.

 

Con este relato quizá pensaremos: «Daría todo por estar ahí y experimentar lo mismo»; pero, un momento, hemos olvidado algo importante, ¡Nosotros también lo hemos hecho! pues hemos visto a Dios porque Jesús lo declaró: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre;» (Juan 14:9) ¡Qué maravilloso!, ¿lo hemos visto? ¡Claro que sí! Pero ¿cómo?, las Escrituras nos revelan que cuando conocimos a Jesús, conocimos también al Padre, y desde ese momento en el que le conocemos, le hemos visto (Juan 14:7)

 

Lo anterior debe llevarnos a meditar en que las veces que hemos estado en nuestro refugio, que ya sabemos no es un lugar, sino una persona, Jesucristo, hemos podido ver la gloria de Dios, su poder, su bondad, así como lo hizo Moisés, pero también hemos experimentado lo que es hablar con Dios (cuando oramos), y escucharlo cuando leemos su palabra y nos es revelada por el Espíritu Santo.

 

Qué privilegio saber que ese refugio en el cual se escondieron personajes como Elías, Moisés y muchos otros, está disponible también para nosotros, así que disfrutemos de ese privilegio y descansemos en Jesús, pues sólo en Él encontramos: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.   Oración.

«Padre, gracias porque por medio de tu palabra conozco que tú Hijo Jesús es el dulce refugio en el cual mi vida descansa. amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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