viernes, 2 de febrero de 2018
jueves, 1 de febrero de 2018
Formado para servir a Dios
Formado para servir a Dios
“Me hiciste con tus propias manos;
Tú me diste forma”.
Job 10:8 (NVI)
“El pueblo que yo me he formado
Contará mis alabanzas”.
Isaías 43:21 (PAR)
Fuiste formado para servir a Dios.
Dios formó a cada criatura de este planeta con un área
especial de habilidades. Algunos animales corren, otros saltan, otros nadan,
otros se encuevan, y otros vuelan. Cada uno tiene un papel particular a jugar,
basado en la manera en que fueron formados por Dios. Lo mismo pasa con los
seres humanos. Cada uno de nosotros fue diseñado de manera única, formado para
hacer ciertas cosas.
Antes de diseñar un nuevo edificio, lo primero que se
pregunta un arquitecto es: “¿Cuál será su propósito? ¿Cómo será usado?” La
función intenta siempre determinar la forma del edificio. Antes que Dios te
hiciera, decidió qué rol quería que jugaras en la tierra. Él planeó con
exactitud cómo quería que lo sirvieras, y te formó para esa tarea. Eres de la
manera que eres, porque fuiste hecho para un ministerio específico.
La Biblia dice: “Porque somos hechura de Dios, creados en
Cristo Jesús para buenas obras”. La palabra poema viene del griego que
significa “hechura”, “artesanía”. Eres una obra de arte hecha a mano por Dios.
No eres hecho en una línea de producción, ni ensamblado ni producido en
cantidades industriales. Eres un diseño hecho a la medida, una pieza original.
Dios deliberadamente te hizo y te formó para que le sirvieras de cierta manera
que hace que tu ministerio sea único. Con sumo cuidado mezcló un cóctel de ADN
con el que te hizo. David alabó a Dios por ese increíble cuidado personal y lo
detalla: “Tú hiciste todo lo delicado, las partes interiores de mi cuerpo y las
uniste en el vientre de mi madre. ¡Gracias por hacerme maravillosamente
complejo! Tu hechura es prodigiosa”. Como Ethel Waters dice: “Dios no hace
chatarra”.
Dios no sólo te formó antes que nacieras, sino que planeó
cada día de tu vida para apoyar su proceso para formarte. David continúa
diciendo: “Cada día de mi vida fue grabado en tu libro. Cada momento fue
organizado antes de que el día pasara”. Eso quiere decir que nada de lo que
pasa en tu vida es irrelevante. Dios usa todo eso para formarte para que
ministres a otros y te forma para servirlo a él. Dios no desperdicia nada. Él
no te daría habilidades, intereses, talentos, dones, personalidad y
experiencias a menos que tenga la intención de usarlos para su gloria. Si
identificas y entiendes esos factores puedes descubrir la voluntad de Dios para
ti.
La Biblia dice que eres “maravillosamente complejo”. Eres una
combinación de muchos factores diferentes. Para ayudarte a recordar cinco de
esos factores, hice un acróstico sencillo con la palabra FORMA (indistintamente
usaré cualquier sinónimo de esta palabra).
En este capítulo y el próximo estudiaremos esos cinco
factores y le daremos seguimiento, te explicaré cómo descubrirlos y usarlos.
CÓMO TE FORMA DIOS PARA TU MINISTERIO
Siempre que Dios nos da una asignación, nos equipa con lo que
necesitamos para cumplirla. A esta combinación de aptitudes se le llama moldear
o dar FORMA:
Formación espiritual
Oportunidades
Recursos
Mi personalidad
Antecedentes
FORMA: FORMACIÓN ESPIRITUAL
Dios le da a cada creyente dones espirituales para usarlos en
el ministerio. Son habilidades especiales dadas por dios a los creyentes para
servirle. La Biblia dice: “El que no tiene el Espíritu no acepta lo que procede
del Espíritu de Dios”. No puedes obtener los dones espirituales o merecerlos,
ya que son regalos. Son una expresión de la gracia de Dios para ti. “Cristo ha
repartido generosamente sus dones en nosotros”. No puedes escoger los dones que
quieras tener; Dios es quien los determina. Pablo explica: “Todo esto lo hace
un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo determina”.
Puesto que Dios ama la variedad y quiere que seamos
especiales, no nos dio el mismo don a todos. Por otra parte, ningún individuo
recibe todos los dones. Si los tienes todos, no tienes necesidad de otro, y eso
podría estropear algunos de los propósitos de Dios; Él nos enseña a depender
unos de otros.
Tus dones espirituales no se te dieron para tu propio
beneficio sino para el de otros, así como los de ellos son para tu beneficio.
La Biblia dice: “A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu
para el bien de los demás”. Dios lo planeó así para que tuviéramos necesidad
unos de otros. Cuando usamos nuestros dones juntos, todos nos beneficiamos. Si
otros no los usan, no los disfrutas, y si no usas los tuyos, ellos tampoco se
benefician. Ese es el motivo por el que se nos manda descubrir y desarrollar
nuestros dones espirituales. ¿Has invertido tiempo en descubrir cuáles son tus
dones espirituales? Un don sin descubrir no vale nada.
Olvidar esas verdades básicas acerca de los dones, siempre
causa conflictos en las iglesias. Dos problemas comunes son los “dones de
envidia” y los “dones de imitación”. El primero ocurre cuando comparamos
nuestros dones con los de otros; nos sentimos insatisfechos con lo que Dios nos
dio, y empezamos a resentirnos y a sentir celos de la manera en que Dios usa a
otros. El segundo problema sucede cuando esperamos que los demás tengan nuestro
mismo don, realicen la misma labor que fuimos llamados a hacer y sientan la
misma pasión que sentimos al hacerla. La Biblia dice: “Hay diversas maneras de
servir; pero un mismo Señor”.
Algunas veces los dones espirituales se enfatizan tanto que
descuidamos otros factores que Dios usa al formarnos para su servicio. Tus
dones revelan la llave para descubrir la voluntad de dios para tu ministerio,
pero ellos no lo son todo. También, Dios te ha moldeado en otras cuatro
maneras.
FORMA: OPORTUNIDADES PARA TU CORAZÓN
La Biblia usa el término corazón para describir el manojo de
deseos, esperanzas, intereses, ambiciones, sueños y afectos que posees, en fin,
oportunidades. Tu corazón es la fuente de todas tus motivaciones, lo que amas
hacer y lo que más cuidas. Aún hoy usamos la palabra de esta manera cuando
decimos: “Te amo con todo mi corazón”.
La Biblia indica: “En el agua se refleja el rostro, y en el
corazón se refleja la persona”. Tu corazón revela lo real de ti, lo que eres
verdaderamente, no lo que otros piensan de ti o lo que las circunstancias te
impulsan a ser. Tu corazón representa la fuente de tus motivaciones, por qué
actúas en la forma en que lo haces.
Físicamente, cada uno de nosotros tiene latidos del corazón
característicos. Así como cada uno tiene huellas dactilares únicas, tono de
voz, etc., no hay dos latidos de corazón idénticos. Es asombroso que entre
todos los billones de personas que viven, no haya otra que tenga los latidos
del corazón exactamente igual a los tuyos.
De la misma manera, Dios nos ha dado a cada uno “un latido”
emocional” único que se apresura cuando pensamos acerca de temas, actividades o
circunstancias que nos interesan. Instintivamente ponemos más atención a
ciertas cosas que a otras. Esos son indicios que señalan dónde debes servir.
Otra palabra que tiene que ver con el corazón es pasión. Hay
ciertos temas que te apasionan y otros que no te interesan. Algunas
experiencias captan tu atención mientras otras pasan inadvertidas o te aburren.
Eso revela la naturaleza de tu corazón.
Mientras crecías, puede que hayas descubierto algunas cosas
muy interesantes, las cuales no le interesaban a nadie más en tu familia. ¿De
dónde proceden esos intereses? Provienen de Dios. Él tiene un propósito al
darte esos intereses natos. Tu latido emocional es la segunda llave para entender
tu forma para servir. No ignores tus intereses. Considera cómo podrías usarlos
para la gloria de dios. Debe haber una razón por la que te agrada hacer esas
cosas.
La Biblia declara con insistencia: “Sirve al Señor con todo
tu corazón”. Dios quiere que le sirvas con pasión, no por obligación. Las
personas rara vez dan lo mejor de sí al realizar tareas que no disfrutan. Dios
quiere usar tus intereses naturales para servir a otros y a Él. Escuchar tu
motivación interna puede apuntar al ministerio que Dios quiere que tengas.
¿Cómo sabes que le sirves a Dios con tu corazón? La primera
señal es el entusiasmo. Cuando haces algo que te gusta, nadie tiene que
motivarte o retarte. Lo haces por puro gozo. No necesitas recompensas o
aplausos o pagos, porque disfrutas sirviendo de esa manera. Lo opuesto también
es cierto, cuando no tienes corazón para hacer algo, te desanimas con
facilidad.
La segunda característica de servir a Dios con todo tu
corazón es la efectividad. Cuando haces algo para lo que dios te hizo amar, entonces
das lo mejor de ti. La pasión exige perfección. Si no te interesa una tarea,
probablemente no es lo mejor. En contraste, las personas que logran metas en
cualquier campo son las que hacen las cosas con pasión, no por obligación o
ganancia.
Oímos a la gente decir: “Acepté un trabajo que detesto; lo
que deseo es hacer dinero, así que algún día renunciaré y haré lo que me gusta
hacer”. Ese es un error muy grave. No pierdas tu vida en un trabajo que no
exprese tu corazón. Recuerda, lo más grande en la vida no son las cosas. Vivir
una vida con propósito es más importante que todo el dinero del mudo. El hombre
más rico del mundo, Salomón, dijo una vez: “Una vida simple en el temor de Dios
es mejor que una vida rica con una tonelada de dolores de cabeza”.
No te conformes con buscar “la buena vida”, porque no es lo
suficientemente buena. Al fin y al cabo no satisface. Puedes tener mucha vida y
aun así no tener nada por lo cual vivir. En vez de que tu meta sea “una vida
mejor”, sirve a Dios en una forma que expreses tu corazón. Descubre lo que te
gusta hacer, lo que Dios te puso en el corazón, y hazlo para su gloria.
Esa es tu oportunidad.
DÍA TREINTA
PENSANDO EN MI PROPÓSITO
Punto de reflexión: Fui moldeado para servir a Dios.
Versículo para recordar: “Dios obra a través de personas
diferentes en maneras diferentes, pero es el mismo Dios que cumple su propósito
a través de todos ellos”. 1º Corintios 12:6 (PAR).
Pregunta para considerar: ¿De qué manera puedo verme
sirviendo y amando a otros apasionadamente?
miércoles, 31 de enero de 2018
FUISTE FORMADO PARA SERVIR A DIOS
PROPÓSITO Nº 4
FUISTE FORMADO PARA SERVIR A DIOS
¿Qué somos?... Nada más que servidores por medio
De los cuales ustedes llegaron a creer, según lo que
El Señor le asignó a cada uno. Yo sembré, Apolos regó,
Pero Dios ha dado el crecimiento.
1º Corintios 3:5-6 (PAR)
Acepta tu asignación
Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús
Para buenas obras, las cuales dios dispuso de antemano
A fin de que las pongamos en práctica.
Efesios 2:10 (NVI)
Yo te he glorificado en la tierra, y he llevado
A cabo la obra que me encomendaste.
Juan 17:4 (NVI)
Fuiste puesto en la tierra para aportar algo.
No fuiste creado sólo para consumir sus recursos, para comer,
respirar y ocupar espacio. Dios te diseñó para que hicieras una diferencia con
tu vida. Hay muchos libros que ofrecen consejo en cuanto a cómo obtener una
mejor calidad de vida, que por cierto no es la razón por la que Dios te hizo.
Fuiste creado para añadir vida a la tierra, no para quitársela. Dios quiere que
le des algo a cambio. Este es el cuarto propósito de Dios para tu vida, lo que
llamamos tu “ministerio” o servicio. La Biblia nos da los detalles.
Creados para servir a Dios. La Biblia dice: “Dios nos creó
para una vida de obras buenas, las cuales ha preparado para nosotros”. Esas
“buenas obras” son tu servicio. Siempre que sirves a otros de cualquier manera,
verdaderamente estás sirviendo a Dios y cumpliendo uno de tus propósitos. En
los dos capítulos siguientes verás cómo Dios te ha formado para este propósito.
Lo que dios le dijo a Jeremías también es válido para ti:
“Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras,
ya te había apartado”. Fuiste puesto en este planeta para cumplir una
asignación especial.
Salvado para servir a Dios. La Biblia afirma: “Él es quién
nos salvó y escogió para su obra santa, no porque lo merecíamos sino porque
estaba en su plan”. Dios te redimió para que hicieras su “obra santa”. Tú no
eres salvo por buenas obras, sino para buenas obras. En el reino de Dios,
tienes un lugar, un propósito, un rol y una función a cumplir. Esto le da a tu
vida un gran significado y valor.
Costó la propia vida de Jesús comprar tu salvación. La Biblia
nos recuerda que fuimos “comprados por un precio”. No servimos a Dios por
miedo, por culpa o por obligación, sino con gozo y profunda gratitud por lo que
ha hecho por nosotros.
A Él debemos nuestras vidas. Gracias a su salvación nuestro
pasado ha sido perdonado, nuestro presente tiene significado y nuestro futuro
está asegurado. A la luz de esos beneficios increíbles, Pablo concluyó:
“Tomando en cuenta la misericordia de Dios... ofrezcan sus vidas como
sacrificio vivo, dedicado a su servicio”.
El apóstol Juan enseñó que nuestro servicio a otros en amor
muestra que verdaderamente fuimos salvados. Él dijo: “Nosotros sabemos que
hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos”. Si no
amo a los demás ni deseo servirles, y si sólo estoy concentrado en mis
necesidades; debería preguntarme si Cristo está realmente en mi vida. Un
corazón salvado es uno que quiere servir.
Otro término para el servicio de Dios, mal interpretado por
la mayoría de las personas, es la palabra ministerio. Cuando la mayoría de las
personas la escuchan, piensan en pastores, sacerdotes y clérigos profesionales,
pero Dios dice que cada miembro de su familia es un ministro. En su Palabra,
los vocablos servidor y ministro son sinónimos, igual que servicio y
ministerio. Si eres cristiano, eres un ministro y cuando estás sirviendo, estás
ministrando.
Cuando la suegra de Pedro enfermó y fue sanada por el Señor,
instantáneamente “se levantó y comenzó a servirle”, aplicando la recepción del
don de la salud. Esto es lo que nosotros debemos hacer. Fuimos sanados para
ayudar a otros. Fuimos bendecidos para ser de bendición. Fuimos salvados para
servir, no para sentarnos y esperar el cielo.
¿Alguna vez te has preguntado por qué Dios no nos llevó de
inmediato al cielo en el momento que aceptamos su gracia? ¿Por qué nos deja en
un mundo caído? Él nos puso aquí para cumplir con sus propósitos. Una vez que
has sido salvado, Dios intenta usarte en sus planes. Él te tiene un ministerio
en su iglesia y una misión en el mundo.
Llamado para servir a Dios. A medida que crecías, pudiste
haber pensado que ser “llamado” por Dios era algo para misioneros, pastores,
monjas y otros trabajadores de “tiempo completo”; pero la Biblia dice que cada
cristiano es llamado a servir. Tu llamado a la salvación incluye el llamamiento
a servir. Ambos son lo mismo. Cualquiera que sea tu trabajo o carrera, estás
llamado al servicio cristiano a tiempo completo. Un “cristiano que no sirve”
por definición es una contradicción.
La Biblia dice: “Él nos salvó y nos llamó a ser su pueblo, no
por lo que hemos hecho sino según su propósito”. Pedro añade: “Fueron escogidos
para hablar de las excelentes cualidades de Dios, quien los llamó. En el
momento en que usas las habilidades que Dios te dio para ayudar a otros, estás
cumpliendo con tu llamado.
La Biblia afirma: “Ahora perteneces a Él... de manera que puedas
ser usado para el servicio de Dios”. ¿Cuánto de tu tiempo estás usando en
servir a Dios? En algunas iglesias en China, a los nuevos creyentes les dan la
bienvenida diciendo: “Jesús ahora tiene un nuevo par de ojos para ver, nuevos
oídos para escuchar, nuevas manos para ayudar y un nuevo corazón para amar a
otros”.
Una de las razones por las que necesitas integrarte a la
familia de la iglesia es para cumplir de forma práctica con tu llamado a servir
a otros creyentes, todo es importante. La Escritura indica: “Todos ustedes
juntos son el cuerpo de Cristo, y cada uno de ustedes es una parte necesaria y
separada de éste”. Tu servicio se necesita con desesperación en el cuerpo de
Cristo; pregunta en cualquier iglesia local. Cada uno de nosotros tenemos un papel
a desempeñar; cada papel es importante. En ningún sentido hay servicio pequeño
para Dios.
Tampoco hay ministerios insignificantes en la iglesia.
Algunos son visibles y otros se desarrollan detrás del escenario, pero todos
son valiosos. Los ministerios, pequeños o escondidos, a veces hacen una inmensa
diferencia. En mi hogar, la luz más importante no es la del gran candelabro que
está en el comedor, sino la de la pequeña lamparita de noche que impide que me
golpee el dedo del pie cuando me levanto en la noche. No hay correlación entre
tamaño e importancia. En asuntos del ministerio, todos dependemos unos de
otros.
¿Qué pasa cuando una parte del cuerpo falla? Te enfermas. El
resto de tu cuerpo sufre. Imagínate si tu hígado decidiera comenzar a vivir por
sí mismo: “¡Estoy cansado! ¡No quiero servir más a este cuerpo! Quiero un año
de descanso; que sólo me alimenten. ¡Tengo que hacer lo mejor para mí! Deja que
otro tome mi lugar. ¿Qué podría pasar? Tu cuerpo podría morir. Hoy miles de
iglesias locales están muriendo porque los cristianos se rehúsan a servir. Se
sientan como espectadores, mientras el cuerpo sufre.
Se te manda servir a Dios. Jesús fue inerrable: “Tú actitud
debe ser igual a la mía, porque yo, el Mesías, no vine a ser servido sino a
servir y a dar mi vida”. Para los cristianos, el servicio no es opcional, sino
algo que debe estar arraigado en nuestros horarios si escatimamos el tiempo. Es
el corazón de la vida cristiana. Jesús vino “a servir” y “a dar”, y esos dos
verbos también pueden definir tu vida en la tierra. Servir y dar, en resumen,
son el cuarto propósito de Dios para tu vida. La Madre Teresa dijo una vez:
“Vivir en santidad es hacer la obra de Dios con una sonrisa”.
Jesús enseñó que la madurez espiritual nunca es un fin en sí
mismo. ¡La madurez es para ministrar! Maduramos para dar. No es suficiente
seguir aprendiendo más y más. Debemos poner en acción lo que conocemos y poner
en práctica lo que proclamamos creer. Impresión sin expresión causa depresión.
El estudio sin servicio conlleva a un estancamiento espiritual. La antigua
comparación entre el mar de Galilea y el Mar Muerto aún es cierta. Galilea es
un lago lleno de vida que recibe agua pero también da. En contraste, nada vive
en el mar Muerto, porque no tiene salida de agua, está estancado.
Lo último que muchos creyentes necesitan es otro estudio
bíblico más. Ya saben más de lo que ponen en práctica. Lo que necesitan son
experiencias sirviendo en lo que puedan ejercitar sus músculos espirituales.
El servicio es lo opuesto a nuestra inclinación natural. La
mayoría del tiempo nos interesamos más en que “nos sirvan” que servir. Decimos:
“Estoy buscando una iglesia que supla mis necesidades y me sea de bendición”,
en vez de decir: “busco un lugar para servir y ser de bendición”. Esperamos que
otros nos sirvan, no al contrario. Pero en cuanto maduramos en Cristo, el foco
de nuestras vidas debe cambiar cada vez más para vivir sirviendo. El seguidor
maduro de Jesús se para y pregunta: “¿Quién va a suplir mis necesidades?” y
vuelve a pregunta: “¿Qué necesidades puedo satisfacer?” ¿Te has hecho esa
pregunta?
CÓMO PREPARARSE PARA LA ETERNIDAD
Al final de tu vida en la tierra te presentarás delante de
Dios, y Él evaluará cuán bien les serviste a otros con tu vida.
La Biblia afirma: “Cada uno de nosotros tendrá que dar cuenta
personalmente a Dios”. Medita en las implicaciones de esto. Un día dios
comparará cuánto tiempo y energía gastamos en nosotros mismos comparado con lo
que invertimos en servir a otros.
A esa altura, todas nuestras excusas egocéntricas sonarán
vacías: “Estaba muy ocupado” o “Tenía mis propias metas” o “Estaba preocupado
con el trabajo, con la diversión o preparándome para la jubilación”. Para todas
esas excusas Dios responderá: “Lo siento, respuesta equivocada”. Yo te hice, te
salvé, te llamé y te mandé a vivir una vida de servicio. ¿Qué parte no
entendiste?” La Biblia advierte a los no creyentes: “Él derramará su furia y su
ira en aquellos que viven para sí mismos”, pero para los cristianos esto
significará una pérdida de recompensas eternas.
Sólo estamos completamente vivos cuando ayudamos a otros.
Jesús dijo: “Si insistes en salvar tu vida, la perderás. Sólo aquellos que dan
sus vidas por mi causa y por la causa de las buenas nuevas siempre conocerán lo
que esto significa en la vida realmente”. Esta verdad es tan importante que se
repite cinco veces en los Evangelios. Si no estás sirviendo, sólo estás
existiendo; porque la vida se creó para ministrar. Dios quiere que aprendas a
amar y servir a otros con abnegación.
SERVICIO Y SIGNIFICADO
Vas a dar tu vida por algo. ¿Será por una carrera
profesional, por un deporte, un entretenimiento, fama o riquezas? Nada de eso
tiene importancia duradera. El servicio es el camino a la significación real.
Es a través del ministerio que descubrimos el significado de nuestras vidas. La
Biblia afirma: “Cada uno de nosotros encuentra su función y significado como
parte de su cuerpo”. Es en el servicio unido a la familia de Dios, que nuestras
vidas cobran relevancia eterna. Pablo dice: “Quiero que pienses en cómo todo
esto te hace más significativo, no menos... porque tú eres una parte”.
Dios quiere usarte para marcar una diferencia en su mundo. Él
quiere trabajar a través de ti. No importa la duración de tu vida sino la
donación de la misma. No cuánto tiempo viviste, sino cómo lo hiciste.
Si no estás involucrado en ningún servicio o ministerio, ¿qué
excusa has estado usando? Abraham era viejo, Jacob inseguro, Lea sin atractivo,
José fue abusado, Moisés tartamudeaba, Gedeón era pobre, Sansón code pendiente,
Rahab una inmoral, David tuvo una amante y todo tipo de problemas familiares,
Jeremías estaba deprimido, Jonás era rebelde, Noemí una viuda, Juan el Bautista
un excéntrico, Pedro impulsivo, Marta preocupada por todo, la samaritana
fracasada en varios matrimonios, Zacarías era impopular, Tomás tuvo dudas,
Pablo tuvo una salud pobre y Timoteo era tímido. Esta es efectivamente una
variedad de individuos que no se adaptan muy bien al ambiente, pero dios los
usó a cada uno de ellos para su servicio. También te usará a ti, si dejas de
dar excusas.
DÍA VEINTINUEVE
PENSANDO EN MI PROPÓSITO
Punto de reflexión: El servicio no es opcional.
Versículo para recordar: “Porque somos hechura de Dios,
creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano
a fin de que las pongamos en práctica”. Efesios 2:10 (NVI).
Pregunta para considerar: ¿Qué es lo que me impide aceptar el
llamado de Dios para servirle?
martes, 30 de enero de 2018
Requiere tiempo
Requiere tiempo
Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo
Para todo lo que se hace bajo el cielo.
Eclesiastés 3:1 (NVI)
Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena
Obra en ustedes la irá perfeccionando hasta
El día de Cristo Jesús.
Filipenses 1:6 (NVI)
No hay atajos en el camino hacia la madurez.
Convertirnos en adultos requiere años, y toda una estación
para que el fruto crezca y madure. Eso también es cierto con respecto al fruto
del Espíritu. El desarrollo de un carácter semejante al de Cristo no se puede
apresurar. El crecimiento espiritual, como el físico, lleva tiempo.
Cuando se intenta acelerar la maduración de la fruta, pierda
su sabor. En Estados Unidos, por lo general, se arrancan los tomates sin
madurar para que no se magullen cuando son enviados a los mercados. Después,
antes de ser vendidos, estando aún verdes, son rociados con CO2 para que queden
rojos el instante. Los tomates rociados con gas son comestibles pero su sabor
no tiene punto de comparación con el de un tomate al que se le permitió madurar
a su tiempo.
Mientras nosotros nos preocupamos en qué tan rápido crecemos.
Dios se interesa en qué tan fuertes crecemos. Dios ve nuestras vidas desde y
para la eternidad, por eso nunca tiene prisa.
Lane Adams en cierta oportunidad comparó el proceso del
crecimiento espiritual con la estrategia que los aliados usaron en la Segunda
Guerra Mundial para liberar a las islas del Pacífico sur. Primero hicieron el
trabajo de “ablande” de una isla, debilitando la resistencia mediante el
bombardeo de las fortalezas enemigas con bombas lanzadas desde naves que
estaban en la costa. Después, un pequeño grupo de soldados especializados
invadía la isla y establecía una “cabecera de playa”, una pequeña zona de la
isla, una parte del territorio a la vez. Finalmente toda la isla quedaba bajo
su control, aunque no sin antes librar algunas batallas costosas.
Adams trazó este paralelo: Antes que Cristo invada nuestra
vida en la conversión, a veces tiene que “ablandarnos”, permitiendo que
tengamos algunos problemas que no podemos resolver. Aunque algunos abren sus
vidas a Cristo la primera vez que llama a la puerta, la mayoría nos resistimos
y estamos a la defensiva. Nuestra experiencia previa a la conversión es que
Jesús nos dice: “¡He aquí yo estoy a la puerta y bombardeo!”
En cuanto aceptamos a Cristo, Dios consigue una cabeza de
playa y así conquista una parte de nuestra vida. Podemos pensar que hemos
rendido toda nuestra vida a Él, pero lo cierto es que hay mucho en nuestra vida
de lo cual ni siquiera somos conscientes. Solamente podemos entregarle a Dios
tanto de ella como entendamos en ese momento. Y eso está bien. Cuando le
entregamos una parte a Cristo, Él empieza su campaña para tomar más y más
territorio hasta que toda nuestra vida es completamente suya. Habrá luchas y
batallas, pero el resultado final nunca se pone en duda.
Dios ha prometido que “el que comenzó tan buena obra en
ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús”. El discipulado es
el proceso de conformarse a Cristo. La Biblia dice: “Llegamos a la madurez
verdadera, esa medida de desarrollo que se define como “la plenitud de
Cristo””. La semejanza a Cristo es nuestro destino final, pero el viaje durará
toda la vida.
Hasta ahora hemos visto que este viaje involucra creer
(mediante la adoración), pertenecer (en la comunión), y llegar a ser (mediante
el discipulado). Dios quiere que llegues a ser un poco más como Él cada día:
“Ustedes han empezado a vivir la vida nueva, en la cual están siendo renovados
y están llegando a ser como el que los hizo”.
Hoy estamos obsesionados por la velocidad, pero Dios está más
interesado en la fortaleza y la estabilidad que en la rapidez. Queremos el
arreglo rápido, el atajo, la solución inmediata. Un sermón, un seminario o una
experiencia que resuelva todos los problemas al instante, quite las tentaciones
y nos libere de todos los dolores del crecimiento. Pero la verdadera madurez
nunca es resultado de una sola experiencia, no importa cuán poderosa o
conmovedora llegue a ser. El crecimiento es gradual. La Biblia dice: “Nuestras
vidas gradualmente se vuelven más luminosas y más hermosas mientras Dios entra
en nuestras vidas y llegamos a ser como Él”.
¿POR QUÉ TOMA TANTO TIEMPO?
Aunque Dios podría transformarnos en un instante, decidió
desarrollarnos lentamente. Jesús entrena a sus discípulos de forma pausada. Así
como Dios les permitió a los israelitas tomar la tierra prometida “poco a poco”
para que no quedaran agobiados, prefiere trabajar en nuestras vidas avanzando
paso a paso.
¿Por qué toma tanto tiempo cambiar y crecer? Hay varias
razones.
Somos de lento aprendizaje. A menudo tenemos que releer una
lección cuarenta o cincuenta veces para captarla realmente. Los problemas
siguen repitiéndose, y pensamos: “¡Otra vez no! ¡Eso ya lo aprendí!”; pero dios
sabe más. La historia de Israel ilustra cuán rápidamente olvidamos las
lecciones que Dios nos enseña y cuán pronto regresamos a nuestros viejos
modelos de conducta. Necesitamos repetidas exposiciones de la lección.
Tenemos mucho que desaprender. Muchas personas van a un
psicólogo por un problema personal o relacional que desarrollaron durante años
y le dicen: “Necesito que me arregle esta situación. Tengo una hora”. ¡Qué
ilusos! Esperan una solución rápida a una dificultad histórica y profundamente
arraigada. Dado que la mayoría de nuestros problemas ¾y de todas nuestras malas
costumbres¾ no se desarrollaron de la noche a la mañana, es poco realista
esperar que se marchen de inmediato.
No hay ninguna píldora, oración o principio que deshaga al instante
el daño provocado en el transcurso de muchos años. Requiere arduo trabajo de
eliminación y sustitución. La Biblia lo llama “quitándose el viejo hombre” y
“poniéndose el nuevo hombre”. Aunque se te dio una naturaleza totalmente nueva
en el momento de la conversión, todavía tienes viejos hábitos, modelos y
prácticas que necesitan ser eliminados y reemplazados.
Tememos enfrentar con humildad la verdad acerca de nosotros
mismos. Ya he señalado que la verdad nos hará libres, pero a menudo primero nos
hace sentir infelices. El temor de lo que podríamos descubrir si enfrentáramos
con sinceridad nuestros defectos de carácter nos mantiene presos en la
negación. Sólo en la medida que permitamos que Dios, con la luz de su verdad,
ilumine nuestros defectos, fracasos y complejos, podremos empezar a trabajar en
ellos. Por eso no podemos crecer sin una actitud humilde y con una buena
disposición de aprender.
A menudo el crecimiento es doloroso y nos asusta. No hay
crecimiento sin cambio, no hay cambio sin temor o pérdida, y no hay pérdida sin
dolor. Todo cambio involucra alguna clase de pérdida: debes desprenderte de las
viejas costumbres para poder experimentar las nuevas. Tenemos miedo de estas
nuestra propia derrota porque, como ocurre con un par de zapatos gastados, al
menos son cómodos y familiares.
A menudo las personas construyen su identidad alrededor de
sus defectos. Suelen decir: “Es que así soy yo cuando...” y “Así es como soy”.
La preocupación inconsciente es que si abandono mi hábito, mi herida o mi
complejo, ¿quién seré? Este temor definitivamente puede frenar tu crecimiento.
Desarrollar hábitos lleva tiempo. Recuerda que tu carácter es
la suma de todos tus hábitos. No puedes decir que eres amable a menos que por
costumbre lo seas, muestras tu gentileza aun sin pensarlo. No puedes decir que
eres íntegro a menos que tengas por hábito ser siempre sincero. Un marido que
es fiel a su esposa la mayor parte del tiempo ¡no es fiel en absoluto! Sus
hábitos definen su carácter.
Hay sólo una manera de desarrollar los hábitos de un carácter
semejante al de Cristo: Practicarlos: ¡y eso toma tiempo! No existen hábitos
instantáneos.
Pablo instó a Timoteo: “Practica estas cosas. Consagra tu
vida a ellas para que todos puedan ver tu progreso”.
Si practicas algo durante un tiempo, te perfeccionas en eso.
La repetición es la madre del carácter y la habilidad. Estos hábitos que
edifican el carácter se llaman a menudo “disciplinas espirituales”, y hay
docenas de grandes libros que pueden enseñarte cómo realizarlas. Sugiero que
leas los mejores para tu crecimiento espiritual (Apéndice 2).
No te apresures
Mientras creces en la madurez espiritual, hay varias maneras
de cooperar con Dios en el proceso.
Cree que Dios está trabajando en tu vida aun cuando no lo
sientas. El crecimiento espiritual es a veces un trabajo tedioso, en el cual se
avanza un pequeño paso a la vez. Espera un progreso gradual. La Biblia dice:
“Todo sobre la tierra tiene su propio tiempo y su propia estación”. En tu vida
espiritual también hay estaciones. A veces experimentarás un crecimiento
intenso por un tiempo corto (primavera) seguido de un período de estabilización
y prueba (otoño e invierno).
¿Qué hay de esos problemas, hábitos y heridas que te gustaría
que desaparecieran? Está muy bien orar por un milagro, pero no te decepciones
si la respuesta llega mediante un cambio gradual. Con el tiempo, un flujo lento
y firme de agua erosiona la piedra más dura y convierte las rocas gigantes en
guijarros. Con el tiempo, un pequeño brote puede convertirse en un árbol
gigante que supere los cien metros de alto.
Ten un cuaderno o diario para anotar las lecciones
aprendidas. Este no es un diario de acontecimientos, sino un registro de lo que
estás aprendiendo. Apunta los descubrimientos y lecciones que Dios te enseña
acerca de Él, de ti, de la vida, de las relaciones y de todo lo demás (Apéndice
2). Anótalas para que puedas repasarlas y recordarlas y pasárselas a la siguiente
generación. La razón por la cual debemos volver a aprender las lecciones es
porque las olvidamos. El repaso periódico de tu diario espiritual te puede
evitar mucho sufrimiento y dolor innecesarios. La Biblia dice: “Es crucial que
nos aferremos con firmeza a lo que hemos oído para que no nos extraviemos”.
Sé paciente con Dios y contigo mismo. Una de las
frustraciones de la vida es que el programa de Dios raramente es igual al
nuestro. A menudo tenemos prisa, pero Dios no. Es posible que te sientas frustrado
con el progreso aparentemente lento que estás experimentando.
Recuerda que Dios nunca anda deprisa, pero siempre llega a
tiempo. Él usará toda tu vida preparándote para tu papel en la eternidad.
La Biblia está llena de ejemplos de la manera en que Dios
utiliza un largo proceso para desarrollar el carácter, sobre todo en los
líderes. Tomó ochenta años para preparar a Moisés, incluyendo cuarenta en el
desierto. Por 14.600 días Moisés siguió esperando y preguntándose: “¿Ya es
hora?” Pero dios seguía diciendo: “Todavía no”. Contrariamente a los títulos de
los libros populares, no hay Pasos fáciles para alcanzar la madurez o los
Secretos de la santidad instantánea. Cuando Dios quiere hacer crecer un roble
gigante, toma cien años; pero cuando quiere hacer un hongo, lo hace en una
noche. Las almas grandes crecen y se forman atravesando luchas, tormentas y
tiempos de sufrimiento. Ten paciencia con el proceso. Santiago aconsejó: “No
intentes salir de nada prematuramente. Dejen que haga su trabajo para que ustedes
lleguen a ser maduros y bien desarrollados”.
No te desanimes. Cuando Habacuc se deprimió porque pensaba
que Dios no estaba actuando con suficiente rapidez, dios le dijo: “Las cosas
que planeo no ocurrirán inmediatamente. Lentamente, con tranquilidad, pero con
certeza, se acerca el tiempo en que la visión se cumplirá. Si parece muy lento,
no desesperes, porque estas cosas tendrán que ocurrir. Ten paciencia. No se
retrasarán ni un solo día”. Un retraso no significa negación de parte de Dios.
Recuerda cuánto has progresado, no únicamente cuánto te
falta. No estás donde quieres, pero tampoco donde estabas. Hace años las
personas usaban un botón muy popular con las siguientes letras: PFTPDNHTCT. Es
decir: “Por Favor Ten Paciencia, Dios No Ha Terminado Conmigo Todavía”. Dios no
ha terminado contigo tampoco, así que sigue avanzando.
¡Hasta el caracol subió a bordo del arca por su
perseverancia!
DÍA VEINTIOCHO
PENSANDO EN MI PROPÓSITO
Punto de reflexión: No hay atajos en el camino hacia la
madurez.
Versículo para recordar: “Estoy convencido de esto: el que
comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo
Jesús”. Filipenses 1:6 (NVI).
Pregunta para considerar: ¿En qué aspecto de mi crecimiento
espiritual necesito ser más paciente y perseverante?
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