Mateo 26 -
CAPÍTULO 26
Versículos 1-5. Los gobernantes conspiran contra Cristo. 6-13. Cristo ungido en Betania. 14-16. Judas negocia para traicionar a Cristo. 17-25. La Pascua. 26-30. Cristo instituye la Santa Cena. 31-35. Advertencia a sus discípulos. 36-46. Agonía en el huerto. 47-56. Traicionado. 57-68. Cristo ante Caifás. 69-75. Negación de Pedro.
Vv. 1-5.Nuestro Señor habló frecuentemente de Sus sufrimientos como distantes; ahora habla de ellos como inmediatos. Al mismo tiempo, el concilio judío consultaba cómo podían matarlo en forma secreta. Pero agradó a Dios derrotar la intención de ellos. Jesús, el verdadero cordero pascual, iba a ser sacrificado por nosotros en ese mismo momento, y su muerte y resurrección serían públicas.
Vv. 6-13.El ungüento derramado sobre la cabeza de Cristo era una señal del mayor respeto. Donde hay amor verdadero por Jesucristo en el corazón, nada se considerará como demasiado bueno para dárselo a Él. Mientras más se ponga reparos a los siervos de Cristo y a sus servicios, más manifiesta Él su aceptación. Este acto de fe y amor fue tan notable que sería registrado como monumento a la fe y amor de María para todas las eras futuras, y en todos los lugares donde se predicara el evangelio. Esta profecía se cumple.
Vv. 14-16.No hay sino doce apóstoles llamados, y uno de ellos era como un diablo; con toda seguridad nunca debemos esperar que ninguna sociedad sea absolutamente pura a este lado del cielo. Mientras más grandiosa sea la profesión de la religión que hagan los hombres, más grande será la oportunidad que tengan de hacer el mal si sus corazones no están bien con Dios. Obsérvese que el propio discípulo de Cristo, que conocía tan bien su doctrina y estilo de vida, fue falso con Él, y no lo pudo acusar de ningún delito, aunque hubiera servido para justificar su traición. ¿Qué quería Judas? ¿No era bien recibido donde quiera fuera su Maestro? ¿No le iba como le iba a Cristo? No es la falta de sino el amor al dinero lo que es la raíz de todo mal. Después que hizo esa malvada transacción, Judas tuvo tiempo para arrepentirse y revocarla; pero cuando la conciencia se ha endurecido con actos menores de deshonestidad, los hombres hacen sin dudar lo que es más vergonzoso.
Vv. 17-25.Obsérvese que el lugar para comer la pascua fue señalado por Cristo a los discípulos. Él conoce a la gente que, escondida, favorece su causa y visita por gracia a todos los que están dispuestos a recibirlo. Los discípulos hicieron como indicó Jesús. Los que desean tener la presencia de Cristo en la pascua del evangelio, deben hacer lo que Él dice.
Corresponde que los discípulos de Cristo sean siempre celosos de sí mismos, especialmente en los tiempos de prueba. No sabemos con cuánta fuerza podemos ser tentados, ni cuánto puede Dios dejarnos librados a nosotros mismos; por tanto, tenemos razón para no ser altivos, sino para temer. El examen que escudriña el corazón y la oración ferviente son especialmente apropiadas antes de la cena del Señor, para que, puesto que Cristo, nuestra pascua, es ahora sacrificado por nosotros, podemos guardar esta fiesta, y renovar nuestro arrepentimiento, nuestra fe en su sangre y rendirnos a su servicio.
Vv. 26-30.La ordenanza de la cena del Señor es para nosotros la cena de la pascua, por la cual conmemoramos una liberación mucho mayor que la de Israel desde Egipto. “Tomad, comed”; acepta a Cristo como te es ofrecido; recibe la expiación, apruébala, sométete a su gracia y mando. La carne que sólo se mira, por muy bien presentada que esté el plato, no alimenta; debe comerse: así debe pasar con la doctrina de Cristo. “Esto es mi cuerpo”esto es, que significa y representa espiritualmente su cuerpo. Participamos del sol no teniendo al sol puesto en nuestras manos, sino sus rayos lanzados para abajo sobre nosotros; así, participamos de Cristo al participar de su gracia y de los frutos benditos del partimiento de su cuerpo. La sangre de Cristo está significada y representada por el vino. Él dio gracias, para enseñarnos a mirar a Dios en cada aspecto de la ordenanza. Esta copa la dio a los discípulos con el mandamiento de: “Bebed de ella todos”. El perdón de pecado es la gran bendición que se confiere en la cena del Señor a todos los creyentes verdaderos; es el fundamento de todas las demás bendiciones. -Él aprovecha la comunión para asegurarles la feliz reunión de nuevo al final: “Hasta aquel día en que lo beba de nuevo con vosotros”, lo que puede entenderse como las delicias y las glorias del estado futuro, del cual participarán los santos con el Señor Jesús. Ese será el reino de su Padre; el vino del consuelo será siempre nuevo allí. Mientras miramos las señales externas del cuerpo de Cristo partido y su sangre derramada por la remisión de nuestros pecados, recordemos que la fiesta le costó tanto que tuvo que dar, literalmente, su carne como comida y su sangre como nuestra bebida.
Vv. 31-35.La confianza impropia en sí mismo, como la de Pedro, es el primer paso hacia una caída. Todos somos proclives a ser demasiado confiados, pero caen más pronto y más mal los que más confiados están en sí mismos. Los que se piensan más seguros son los que están menos a salvo. Satanás está activo para descarriar a los tales; ellos son los que están menos en guardia: Dios los deja a sí mismos para humillarlos.
Vv. 36-46.El que hizo expiación por los pecados de la humanidad, se sometió en el huerto del sufrimiento a la voluntad de Dios, contra la cual se había rebelado el hombre en un huerto de placeres. Cristo llevó consigo, a esa parte del huerto donde sufrió su agonía, sólo a los que habían presenciado su gloria en su transfiguración. Están mejor preparados para sufrir con Cristo los que, por fe, han contemplado su gloria. Las palabras usadas denotan el rechazo, asombro, angustia y horror mental más completos; el estado de uno rodeado de penas, abrumado con miserias, y casi consumido por el terror y el desánimo.
Ahora comenzó a entristecerse y nunca dejó de estar así hasta que dijo: Consumado es. Él oró que, si era posible, la copa pasara de Él. Pero también mostró su perfecta voluntad de llevar la carga de sus sufrimientos; estaba dispuesto a someterse a todo por nuestra redención y salvación. Conforme a este ejemplo de Cristo, debemos beber de la copa más amarga que Dios ponga en nuestras manos; aunque nuestra naturaleza se oponga, debe someterse. Debemos cuidar más de hacer que nuestras tribulaciones sean santificadas, y nuestros corazones se satisfagan sometidos a ellas, que lograr que los problemas sean eliminados.
Bueno es para nosotros que nuestra salvación esté en la mano de Uno que no se adormece ni se duerme. Todos somos tentados, pero debemos tener gran temor de meternos en tentación. Para estar a salvo de esto debemos velar y orar y mirar continuamente al Señor, para que nos sostenga y estemos a salvo.
Indudablemente nuestro Señor tenía una visión completa y clara de los sufrimientos que aún tenía que soportar y, aun así, habló con la mayor calma hasta este momento. Cristo es el garante que decidió ser responsable de rendir las cuentas por nuestros pecados. En consecuencia, fue hecho pecado por nosotros, y sufrió por nuestros pecados, el Justo por el injusto; y la Escritura atribuye sus sufrimientos más intensos a la mano de Dios. Él tenía pleno conocimiento del infinito mal del pecado y de la inmensa magnitud de la culpa por la cual iba a hacer expiación; con visiones horrorosas de la justicia y santidad divina, y del castigo merecido por los pecados de los hombres, tales que ninguna lengua puede expresar ni mente concebir. Al mismo tiempo, Cristo sufrió siendo tentado; probablemente Satanás sugirió horribles pensamientos todos tendientes a sacar una conclusión sombría y espantosa: estos deben de haber sido los más difíciles de soportar por su perfecta santidad. ¿Y la carga del pecado imputado pesó tanto en el alma de Aquel, de quien se dijo: Sustenta todas las cosas con la palabra de su poder? ¡En qué miseria entonces deben hundirse aquellos cuyos pecados pesan sobre sus propias cabezas! ¿Cómo escaparán los que descuidan una salvación tan grande?
Vv. 47-56.No hay enemigos que sean tan aborrecibles como los discípulos profesos que traicionan a Cristo con un beso.
Dios no necesita nuestros servicios, mucho menos nuestros pecados, para realizar sus propósitos. Aunque Cristo fue crucificado por debilidad, fue debilidad voluntaria; se sometió a la muerte. Si no hubiera estado dispuestos a sufrir, ellos no lo hubiesen vencido.
Fue un gran pecado de quienes dejaron todo para seguir a Jesús dejarlo ahora por lo que no sabían. ¡Qué necedad huir de Él, al cual conocían y reconocían como el Manantial de la vida, por miedo a la muerte!
Vv. 57-68.Jesús fue llevado apresuradamente a Jerusalén. Luce mal, y presagia lo peor, que los dispuestos a ser discípulos de Cristo no estén dispuestos a ser conocidos como tales. Aquí empieza la negación de Pedro: porque seguir a Cristo desde lejos es empezar a retirarse de Él. Nos concierne más prepararnos para el fin, cualquiera sea, que preguntar curiosos cuál será el fin. El hecho es de Dios, pero el deber es nuestro.
Ahora fueron cumplidas las Escrituras que dicen: Se han levantado contra mí testigos falsos. Cristo fue acusado, para que nosotros no fuéramos condenados; y, si en cualquier momento nosotros sufrimos así, recordemos que no podemos tener la expectativa de que nos vaya mejor que a nuestro Maestro. Cuando Cristo fue hecho pecado por nosotros, se quedó callado y dejó que su sangre hablara. Hasta entonces rara vez había confesado Jesús, expresamente, ser el Cristo, el Hijo de Dios; el tenor de su doctrina lo dice y sus milagros lo probaban, pero, por ahora omitiría hacer una confesión directa. Hubiera parecido que renunciaba a sus sufrimientos. Así confesó Él, como ejemplo y estímulo para que sus seguidores, lo confiesen ante los hombres, cualquiera sea el peligro que corran. El desdén, la burla cruel y el aborrecimiento son la porción segura del discípulo, como lo fueron del Maestro, de parte de los que deseaban golpear y reírse con burla del Señor de la gloria. En el capítulo cincuenta de Isaías se predicen exactamente estas cosas. Confesemos el nombre de Cristo y soportemos el reproche, y Él nos confesará delante del trono de su Padre.
Vv. 69-75.El pecado de Pedro es relatado con veracidad, porque las Escrituras tratan con fidelidad. Las malas compañías llevan a pecar: quienes se meten innecesariamente en eso pueden hacerse la expectativa de ser tentados y atrapados, como Pedro. Apenas pueden desprenderse de esas compañías sin culpa o dolor, o ambas. Gran falta es tener vergüenza de Cristo y negar que lo conocemos cuando somos llamados a reconocerlo y, en efecto, eso es negarlo. El pecado de Pedro fue con agravantes; pero él cayo en pecado por sorpresa, no en forma intencional, como Judas. La conciencia debiera ser para nosotros como el canto del gallo para hacernos recordar los pecados que habíamos olvidado.
Pedro fue así dejado caer para abatir su confianza en sí mismo y volverlo más modesto, humilde, compasivo y útil para los demás. El hecho ha enseñado, desde entonces, muchas cosas a los creyentes y si los infieles, los fariseos y los hipócritas tropiezan en esto o abusan de ello, es a su propio riesgo. Apenas sabemos cómo actuar en situaciones muy difíciles, si fuésemos dejados a nosotros mismos. Por tanto, que el que se cree firme, tenga cuidado que no caiga; desconfiemos todos de nuestros corazones y confiemos totalmente en el Señor.
Pedro lloró amargamente. La pena por el pecado no debe ser ligera sino grande y profunda. Pedro, que lloró tan amargamente por negar a Cristo, nunca lo volvió a negar, sino que lo confesó a menudo frente al peligro. El arrepentimiento verdadero de cualquier pecado se demostrará por la gracia y el deber contrario; esa es señal de nuestro pesar no sólo amargo, sino sincero.
martes, 30 de marzo de 2010
lunes, 29 de marzo de 2010
Exodos 37
Exodos 37 -
CAPÍTULO 37
La construcción del arca y el mobiliario del tabernáculo.
En el mobiliario del tabernáculo hubo emblemas de un servicio espiritual aceptable. El incienso representaba las oraciones de los santos. El sacrificios del altar representaba al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. La vasija de oro con maná o pan del cielo, la carne de Jesucristo que Él dio por la vida del mundo. El candelero con sus luces, la enseñanza e iluminación del Espíritu Santo. El pan de la proposición representaba la provisión para quienes tienen hambre y sed de justicia, que dan abundantemente el evangelio, las ordenanzas y los sacramentos de la casa de oración.
La precisión de los artesanos con la regla debiera ser seguida por nosotros, procurando las influencias del Espíritu Santo, para que podamos regocijarnos en Dios y glorificarle mientras estemos en este mundo y para estar con Él al final para siempre.
CAPÍTULO 37
La construcción del arca y el mobiliario del tabernáculo.
En el mobiliario del tabernáculo hubo emblemas de un servicio espiritual aceptable. El incienso representaba las oraciones de los santos. El sacrificios del altar representaba al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. La vasija de oro con maná o pan del cielo, la carne de Jesucristo que Él dio por la vida del mundo. El candelero con sus luces, la enseñanza e iluminación del Espíritu Santo. El pan de la proposición representaba la provisión para quienes tienen hambre y sed de justicia, que dan abundantemente el evangelio, las ordenanzas y los sacramentos de la casa de oración.
La precisión de los artesanos con la regla debiera ser seguida por nosotros, procurando las influencias del Espíritu Santo, para que podamos regocijarnos en Dios y glorificarle mientras estemos en este mundo y para estar con Él al final para siempre.
domingo, 28 de marzo de 2010
Gloria a través del sufrimiento
Gloria a través del sufrimiento
Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria.
2 Corintios 4:17
El sufrimiento no solo nos hace ahora más fuertes, hace posible que soportemos con paciencia, aumenta nuestra fe, nos enseña a confiar en Dios y nos lleva a depender de Cristo y de su Palabra, sino que también determina cómo actuaremos después. Por eso Pablo siguió diciendo que debemos concentrarnos no en el presente, sino en el futur "No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas" (v. 18).
Cuanto más sufrimiento soportemos, tanto mayor es nuestra recompensa eterna. Identificarse con el sufrimiento de Cristo
Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.
Hebreos 2:10
Los cristianos pueden identificarse con su Maestro porque, como Él, sufren para entrar en su gloria.
Cristo les dijo a los discípulos en el camino a Emaús: "¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?" (Lc. 24:25-26). Nuestro Señor tuvo que explicar que la gloria futura exigía que Él sufriera. Nosotros debemos esperar lo mismo.
La senda hacia la gloria para Cristo fue la senda del sufrimiento injusto. Esa es también nuestra senda. Jesucristo soportó el sufrimiento con paciencia fue exaltado a la más excelsa gloria. Él es nuestro ejemplo de cómo reaccionar ante el sufrimiento
Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria.
2 Corintios 4:17
El sufrimiento no solo nos hace ahora más fuertes, hace posible que soportemos con paciencia, aumenta nuestra fe, nos enseña a confiar en Dios y nos lleva a depender de Cristo y de su Palabra, sino que también determina cómo actuaremos después. Por eso Pablo siguió diciendo que debemos concentrarnos no en el presente, sino en el futur "No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas" (v. 18).
Cuanto más sufrimiento soportemos, tanto mayor es nuestra recompensa eterna. Identificarse con el sufrimiento de Cristo
Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.
Hebreos 2:10
Los cristianos pueden identificarse con su Maestro porque, como Él, sufren para entrar en su gloria.
Cristo les dijo a los discípulos en el camino a Emaús: "¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?" (Lc. 24:25-26). Nuestro Señor tuvo que explicar que la gloria futura exigía que Él sufriera. Nosotros debemos esperar lo mismo.
La senda hacia la gloria para Cristo fue la senda del sufrimiento injusto. Esa es también nuestra senda. Jesucristo soportó el sufrimiento con paciencia fue exaltado a la más excelsa gloria. Él es nuestro ejemplo de cómo reaccionar ante el sufrimiento
sábado, 27 de marzo de 2010
Estimule su pasión
Estimule su pasión
Tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.
Mateo 9:36
¿Cómo puede aumentar su pasión por los perdidos? En primer lugar, estudie el gran amor, la compasión y la tierna misericordia de Cristo. Puede estudiar a los grandes hombres y mujeres en la historia de la iglesia, pero en definitiva tiene que entender el corazón de Jesucristo. Como dice 1 Juan 2:6: "El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo".
En segundo lugar, estudie el pecad su culpabilidad, su poder y su castigo. Eso le enseñará cómo todos caemos presa de las sutilezas del mundo. Romanos 12:2 dice: "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento". Que eso le recuerde que debe ocuparse no de las cosas del mundo, sino de la evangelización del mundo.
En tercer lugar, estudie a los pecadores. Trate de cultivar amor y comprensión por ellos, no amargura. Observe que los más fervorosos evangelistas a menudo son nuevos convertidos.
En cuarto lugar, estudie las Escrituras. Vea lo que dicen acerca del infierno, de la muerte, del juicio y de la salvación.
Y por último, pida a Dios que le dé pasión por el evangelismo. Aproveche la ola
Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.
Juan 4:35
Todos los creyentes deben sentir pasión por los perdidos. John Harper tenía tal pasión. Era un joven pastor en la gran iglesia Moody Memorial de Chicago a principios del siglo XX, pero en 1912 iba de pasajero en el aciago viaje del Titanic.
Cuatro años después, un joven escocés se puso de pie en una reunión y dijo que era sobreviviente de Titanic. Mientras flotaba a la deriva agarrado de un pedazo de madera, se encontró con un hombre que flotaba sobre restos del naufragio. El hombre le pidió al escocés que recibiera a Cristo. El joven escocés se negó. La ola volvió cerca del hombre, y este le preguntó al escocés si aun no era salvo. Poco después, el hombre desapareció en el agua, y el escocés decidió confiar en Cristo como Salvador. Identificó al hombre como John Harper. El joven escocés fue el último convertido de John Harper.
¿Puede ser usted uno de los John Harper de esta generación?
Tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.
Mateo 9:36
¿Cómo puede aumentar su pasión por los perdidos? En primer lugar, estudie el gran amor, la compasión y la tierna misericordia de Cristo. Puede estudiar a los grandes hombres y mujeres en la historia de la iglesia, pero en definitiva tiene que entender el corazón de Jesucristo. Como dice 1 Juan 2:6: "El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo".
En segundo lugar, estudie el pecad su culpabilidad, su poder y su castigo. Eso le enseñará cómo todos caemos presa de las sutilezas del mundo. Romanos 12:2 dice: "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento". Que eso le recuerde que debe ocuparse no de las cosas del mundo, sino de la evangelización del mundo.
En tercer lugar, estudie a los pecadores. Trate de cultivar amor y comprensión por ellos, no amargura. Observe que los más fervorosos evangelistas a menudo son nuevos convertidos.
En cuarto lugar, estudie las Escrituras. Vea lo que dicen acerca del infierno, de la muerte, del juicio y de la salvación.
Y por último, pida a Dios que le dé pasión por el evangelismo. Aproveche la ola
Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.
Juan 4:35
Todos los creyentes deben sentir pasión por los perdidos. John Harper tenía tal pasión. Era un joven pastor en la gran iglesia Moody Memorial de Chicago a principios del siglo XX, pero en 1912 iba de pasajero en el aciago viaje del Titanic.
Cuatro años después, un joven escocés se puso de pie en una reunión y dijo que era sobreviviente de Titanic. Mientras flotaba a la deriva agarrado de un pedazo de madera, se encontró con un hombre que flotaba sobre restos del naufragio. El hombre le pidió al escocés que recibiera a Cristo. El joven escocés se negó. La ola volvió cerca del hombre, y este le preguntó al escocés si aun no era salvo. Poco después, el hombre desapareció en el agua, y el escocés decidió confiar en Cristo como Salvador. Identificó al hombre como John Harper. El joven escocés fue el último convertido de John Harper.
¿Puede ser usted uno de los John Harper de esta generación?
viernes, 26 de marzo de 2010
El modelo de testimonio
El modelo de testimonio
Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.
1 Corintios 11:1
Cristo es el ejemplo perfecto a imitar al dar testimonio a los demás. En primer lugar, estaba dispuesto a dar testimonio. Aunque hubo ocasiones en las que dejó a las multitudes, por lo regular Jesús estaba entre el pueblo, aun cuando estuviera ocupado.
En segundo lugar, era imparcial. Jesús estaba a menudo con personas comunes y corrientes, leprosos, prostitutas y recaudadores de impuestos, los que pertenecían a las clases social y moralmente más bajas. Pero también ayudó a un centurión romano, hombre de importante condición social (Mt. 8:5-13), y al rico Jairo, cuya hija necesitaba un milagro (Mr. 5:22-24, 35-43). Jesús reflejaba la mente de Dios, que no hace acepción de personas (Hch. 10:34).
En tercer lugar, era sensible al dolor de los demás. En Marcos 5, una mujer que había estado con una hemorragia durante doce años extendió la mano y tocó la ropa de Jesús. Preocupado por ella, Jesús preguntó: "¿Quién ha tocado mis vestidos?" (v. 30).
Por último, consiguió una confesión pública de quienes creían en Él, como en el caso del ciego (Jn. 9:1-41) y del leproso samaritano (Lc. 17:11-19).
Siga el ejemplo de Cristo cuando les dé testimonio a los demás. Pescadores de hombres
Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.
Mateo 4:19
Los pescadores del primer siglo usaban instrumentos especiales para pescar. Uno era la vara y el anzuelo (Mt. 17:27). Otro era una lanza o posiblemente un tipo de arpón (Job 41:26). Un tercero era la red (Mt. 13:47). Esta a veces tenía más de trescientos pies de largo unos ocho pies de ancho. Los pescadores la mantenían a flote por un extremo con corchos y hundían el otro extremo. A veces extendían la red entre dos botes y remaban en círculo. Luego tiraban de las sogas atadas a la parte superior de la red, terminando el proceso de pesca (Jn. 21:6).
Sin embargo, en el versículo de hoy Jesús se refería a una red que tenía forma circular (de unos quince pies de diámetro) hecha de una malla fina y con plomadas por la orilla. Atando un largo cordel al centro de la red, el pescador podía lanzarla al agua. Luego halaba el centro de la red con la cuerda para asegurar la pesca.
Así como los discípulos pescaron almas dentro del círculo de su red de aquella época, el Señor quiere que sus discípulos de nuestro tiempo evangelicemos a los hombres y a las mujeres que nos rodean.
Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.
1 Corintios 11:1
Cristo es el ejemplo perfecto a imitar al dar testimonio a los demás. En primer lugar, estaba dispuesto a dar testimonio. Aunque hubo ocasiones en las que dejó a las multitudes, por lo regular Jesús estaba entre el pueblo, aun cuando estuviera ocupado.
En segundo lugar, era imparcial. Jesús estaba a menudo con personas comunes y corrientes, leprosos, prostitutas y recaudadores de impuestos, los que pertenecían a las clases social y moralmente más bajas. Pero también ayudó a un centurión romano, hombre de importante condición social (Mt. 8:5-13), y al rico Jairo, cuya hija necesitaba un milagro (Mr. 5:22-24, 35-43). Jesús reflejaba la mente de Dios, que no hace acepción de personas (Hch. 10:34).
En tercer lugar, era sensible al dolor de los demás. En Marcos 5, una mujer que había estado con una hemorragia durante doce años extendió la mano y tocó la ropa de Jesús. Preocupado por ella, Jesús preguntó: "¿Quién ha tocado mis vestidos?" (v. 30).
Por último, consiguió una confesión pública de quienes creían en Él, como en el caso del ciego (Jn. 9:1-41) y del leproso samaritano (Lc. 17:11-19).
Siga el ejemplo de Cristo cuando les dé testimonio a los demás. Pescadores de hombres
Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.
Mateo 4:19
Los pescadores del primer siglo usaban instrumentos especiales para pescar. Uno era la vara y el anzuelo (Mt. 17:27). Otro era una lanza o posiblemente un tipo de arpón (Job 41:26). Un tercero era la red (Mt. 13:47). Esta a veces tenía más de trescientos pies de largo unos ocho pies de ancho. Los pescadores la mantenían a flote por un extremo con corchos y hundían el otro extremo. A veces extendían la red entre dos botes y remaban en círculo. Luego tiraban de las sogas atadas a la parte superior de la red, terminando el proceso de pesca (Jn. 21:6).
Sin embargo, en el versículo de hoy Jesús se refería a una red que tenía forma circular (de unos quince pies de diámetro) hecha de una malla fina y con plomadas por la orilla. Atando un largo cordel al centro de la red, el pescador podía lanzarla al agua. Luego halaba el centro de la red con la cuerda para asegurar la pesca.
Así como los discípulos pescaron almas dentro del círculo de su red de aquella época, el Señor quiere que sus discípulos de nuestro tiempo evangelicemos a los hombres y a las mujeres que nos rodean.
jueves, 25 de marzo de 2010
Mateo 25
Mateo 25 -
CAPÍTULO 25
Versículos 1-13. Parábola de las diez vírgenes. 14-30. Parábola de los talentos. 31-46. El juicio.
Vv. 1-13.Las circunstancias de la parábola de las diez vírgenes fueron tomadas de las costumbres nupciales de los judíos y explica el gran día de la venida de Cristo. Véase la naturaleza del cristianismo. Como cristianos profesamos atender a Cristo, honrarlo, y estar a la espera de su venida. Los cristianos sinceros son las vírgenes prudentes, y los hipócritas son las necias. Son verdaderamente sabios o necios los que así actúan en los asuntos de su alma. Muchos tienen una lámpara de profesión en sus manos, pero en sus corazones no tienen el conocimiento sano ni la resolución, que son necesarios para llevarlos a través de los servicios y las pruebas del estado presente. Sus corazones no han sido provistos de una disposición santa por el Espíritu de Dios que crea de nuevo. Nuestra luz debe brillar ante los hombres en buenas obras; pero no es probable que esto se haga por mucho tiempo, a menos que haya un principio activo de fe en Cristo y amor por nuestros hermanos en el corazón.
Todas cabecearon y se durmieron. La demora representa el espacio entre la conversión verdadera o aparente de estos profesantes y la venida de Cristo, para llevarlos por la muerte o para juzgar al mundo. Pero aunque Cristo tarde más allá de nuestra época, no tardará más allá del tiempo debido. Las vírgenes sabias mantuvieron ardiendo sus lámparas, pero no se mantuvieron despiertas. Demasiados son los cristianos verdaderos que se vuelven remisos y un grado de negligencia da lugar a otro. Los que se permiten cabecear, escasamente evitan dormirse; por tanto tema el comienzo del deterioro espiritual.
Se oye un llamado sorprendente, Salid a recibirle; es un llamado para los que están preparados. La noticia de la venida de Cristo y el llamado a salir a recibirle, los despertará. Aun los que estén preparados en la mejor forma para la muerte tienen trabajo que hacer para estar verdaderamente preparados, 2 Pedro iii, 14. Será un día de búsqueda y de preguntas; nos corresponde pensar cómo seremos hallados entonces.
Algunas llevaron aceite para abastecer sus lámparas antes de salir. Las que no alcanzan la gracia verdadera ciertamente hallarán su falta en uno u otro momento. Una profesión externa puede alumbrar a un hombre en este mundo, pero las humedades del valle de sombra de muerte extinguirán su luz. Los que no se preocupan por vivir la vida, morirán de todos modos la muerte del justo. Pero los que serán salvos deben tener gracia propia; y los que tienen más gracia no tienen nada que ahorrar. El mejor necesita más de Cristo. Mientras la pobre alma alarmada se dirige, en el lecho de enfermo, al arrepentimiento y la oración con espantosa confusión, viene la muerte, viene el juicio, la obra es deshecha, y el pobre pecador es deshecho para siempre. Esto viene de haber tenido que comprar aceite cuando debíamos quemarlo, obtener gracia cuando teníamos que usarla. Los que, y únicamente ellos, irán al cielo del más allá, están siendo preparados para el cielo aquí. Lo súbito de la muerte y de la llegada de Cristo a nosotros entonces, no estorbará nuestra dicha si nos hemos preparado.
La puerta fue cerrada. Muchos procurarán ser recibidos en el cielo cuando sea demasiado tarde. La vana confianza de los hipócritas los llevará lejos en las expectativas de felicidad. La convocatoria inesperada de la muerte puede alarmar al cristiano pero, procediendo sin demora a cebar su lámpara, sus gracias suelen brillar más fuerte; mientras la conducta del simple profesante muestra que su lámpara se está apagando. Por tanto, velad, atended el asunto de vuestras almas. Estad todo el día en el temor del Señor.
Vv. 14-30.Cristo no tiene siervos para que estén ociosos: ellos han recibido su todo de Él y nada tienen que puedan llamar propio, salvo pecado. Que recibamos de Cristo es para que trabajemos por Él. La manifestación del Espíritu es dada a todo hombre para provecho. El día de rendir cuentas llega por fin. Todos debemos ser examinados en cuanto a lo bueno que hayamos logrado para nuestra alma y para nuestro prójimo, por las ventajas que disfrutamos. No significa que el realce de los poderes naturales pueda dar mérito a un hombre para la gracia divina. Es libertad y privilegio del cristiano verdadero ser empleado como siervo de su Redentor, fomentando su gloria, y el bien de su pueblo: el amor de Cristo le constriñe a no vivir más para sí, sino para aquel que murió y resucitó por él.
Los que piensan que es imposible complacer a Dios, y es en vano servirle, nada harán para el propósito de la religión. Se quejan de que Él exige de ellos más de lo que son capaces, y que los castiga por lo que no pueden evitar. Cualquiera sea lo que pretendan, el hecho es que no les gusta el carácter ni la obra del Señor.
El siervo perezoso está sentenciado a ser privado de su talento. Esto puede aplicarse a las bendiciones de esta vida, pero más bien a los medios de gracia. Los que no conocen el día de su visitación, tendrán ocultas de sus ojos las cosas que convienen a su paz. Su condena es ser arrojados a las más profundas tinieblas. Es una manera acostumbrada de expresar las miserias de los condenados en el infierno. Aquí, en lo dicho a los siervos fieles, nuestro Salvador pasa de la parábola a la cosa significada por ella, y eso sirve como clave para el todo. No envidiemos a los pecadores ni codiciemos nada de sus posesiones perecederas.
Vv. 31-46.Esta es una descripción del juicio final. Es una explicación de las parábolas anteriores. Hay un juicio venidero en que cada hombre será sentenciado a un estado de dicha o miseria eterna. Cristo vendrá, no sólo en la gloria de su Padre sino en su propia gloria, como Mediador. El impío y el santo habitan aquí juntos en las mismas ciudades, iglesias, familias y no siempre son diferenciados unos de otros; tales son las debilidades de los santos, tales las hipocresías de los pecadores; y la muerte se los lleva a ambos: pero en ese día serán separados para siempre. Jesucristo es el gran Pastor; Él distinguirá dentro de poco tiempo entre los que son suyos y los que no. Todas las demás distinciones serán eliminadas; pero la mayor entre santos y pecadores, santos e impíos, permanecerá para siempre.
La dicha que poseerán los santos es muy grande. Es un reino ; la posesión más valiosa en la tierra; pero esto no es sino un pálido parecido del estado bienaventurado de los santos en el cielo. Es un reino preparado. El Padre lo proveyó para ellos en la grandeza de su sabiduría y poder; el Hijo lo compró para ellos; y el Espíritu bendito, al prepararlos a ellos para el reino, está preparándolo para ellos. Está preparado para ellos: en todos los aspectos está adaptado a la nueva naturaleza del alma santificada. Está preparado desde la fundación del mundo. Esta felicidad es para los santos, y ellos para ella, desde toda la eternidad. Vendrán y la heredarán. Lo que heredamos no lo logramos por nosotros mismos. Es Dios que hace los herederos del cielo.
No tenemos que suponer que actos de generosidad dan derecho a la dicha eterna. Las buenas obras hechas por amor a Dios, por medio de Jesucristo, se comentan aquí como marcas del carácter de los creyentes hechos santos por el Espíritu de Cristo, y como los efectos de la gracia concedida a los que las hacen.
El impío en este mundo fue llamado con frecuencia a ir a Cristo en busca de vida y reposo, pero rechazaron sus llamados; y justamente son los que prefirieron alejarse de Cristo quienes no irán a Él. Los pecadores condenados ofrecerán disculpas vanas. El castigo del impío será un castigo eterno; su estado no puede ser cambiado. Así, la vida y la muerte, el bien y el mal, la bendición y la maldición, están puestas ante nosotros para que podamos escoger nuestro camino, y como nuestro camino, así será nuestro fin.
CAPÍTULO 25
Versículos 1-13. Parábola de las diez vírgenes. 14-30. Parábola de los talentos. 31-46. El juicio.
Vv. 1-13.Las circunstancias de la parábola de las diez vírgenes fueron tomadas de las costumbres nupciales de los judíos y explica el gran día de la venida de Cristo. Véase la naturaleza del cristianismo. Como cristianos profesamos atender a Cristo, honrarlo, y estar a la espera de su venida. Los cristianos sinceros son las vírgenes prudentes, y los hipócritas son las necias. Son verdaderamente sabios o necios los que así actúan en los asuntos de su alma. Muchos tienen una lámpara de profesión en sus manos, pero en sus corazones no tienen el conocimiento sano ni la resolución, que son necesarios para llevarlos a través de los servicios y las pruebas del estado presente. Sus corazones no han sido provistos de una disposición santa por el Espíritu de Dios que crea de nuevo. Nuestra luz debe brillar ante los hombres en buenas obras; pero no es probable que esto se haga por mucho tiempo, a menos que haya un principio activo de fe en Cristo y amor por nuestros hermanos en el corazón.
Todas cabecearon y se durmieron. La demora representa el espacio entre la conversión verdadera o aparente de estos profesantes y la venida de Cristo, para llevarlos por la muerte o para juzgar al mundo. Pero aunque Cristo tarde más allá de nuestra época, no tardará más allá del tiempo debido. Las vírgenes sabias mantuvieron ardiendo sus lámparas, pero no se mantuvieron despiertas. Demasiados son los cristianos verdaderos que se vuelven remisos y un grado de negligencia da lugar a otro. Los que se permiten cabecear, escasamente evitan dormirse; por tanto tema el comienzo del deterioro espiritual.
Se oye un llamado sorprendente, Salid a recibirle; es un llamado para los que están preparados. La noticia de la venida de Cristo y el llamado a salir a recibirle, los despertará. Aun los que estén preparados en la mejor forma para la muerte tienen trabajo que hacer para estar verdaderamente preparados, 2 Pedro iii, 14. Será un día de búsqueda y de preguntas; nos corresponde pensar cómo seremos hallados entonces.
Algunas llevaron aceite para abastecer sus lámparas antes de salir. Las que no alcanzan la gracia verdadera ciertamente hallarán su falta en uno u otro momento. Una profesión externa puede alumbrar a un hombre en este mundo, pero las humedades del valle de sombra de muerte extinguirán su luz. Los que no se preocupan por vivir la vida, morirán de todos modos la muerte del justo. Pero los que serán salvos deben tener gracia propia; y los que tienen más gracia no tienen nada que ahorrar. El mejor necesita más de Cristo. Mientras la pobre alma alarmada se dirige, en el lecho de enfermo, al arrepentimiento y la oración con espantosa confusión, viene la muerte, viene el juicio, la obra es deshecha, y el pobre pecador es deshecho para siempre. Esto viene de haber tenido que comprar aceite cuando debíamos quemarlo, obtener gracia cuando teníamos que usarla. Los que, y únicamente ellos, irán al cielo del más allá, están siendo preparados para el cielo aquí. Lo súbito de la muerte y de la llegada de Cristo a nosotros entonces, no estorbará nuestra dicha si nos hemos preparado.
La puerta fue cerrada. Muchos procurarán ser recibidos en el cielo cuando sea demasiado tarde. La vana confianza de los hipócritas los llevará lejos en las expectativas de felicidad. La convocatoria inesperada de la muerte puede alarmar al cristiano pero, procediendo sin demora a cebar su lámpara, sus gracias suelen brillar más fuerte; mientras la conducta del simple profesante muestra que su lámpara se está apagando. Por tanto, velad, atended el asunto de vuestras almas. Estad todo el día en el temor del Señor.
Vv. 14-30.Cristo no tiene siervos para que estén ociosos: ellos han recibido su todo de Él y nada tienen que puedan llamar propio, salvo pecado. Que recibamos de Cristo es para que trabajemos por Él. La manifestación del Espíritu es dada a todo hombre para provecho. El día de rendir cuentas llega por fin. Todos debemos ser examinados en cuanto a lo bueno que hayamos logrado para nuestra alma y para nuestro prójimo, por las ventajas que disfrutamos. No significa que el realce de los poderes naturales pueda dar mérito a un hombre para la gracia divina. Es libertad y privilegio del cristiano verdadero ser empleado como siervo de su Redentor, fomentando su gloria, y el bien de su pueblo: el amor de Cristo le constriñe a no vivir más para sí, sino para aquel que murió y resucitó por él.
Los que piensan que es imposible complacer a Dios, y es en vano servirle, nada harán para el propósito de la religión. Se quejan de que Él exige de ellos más de lo que son capaces, y que los castiga por lo que no pueden evitar. Cualquiera sea lo que pretendan, el hecho es que no les gusta el carácter ni la obra del Señor.
El siervo perezoso está sentenciado a ser privado de su talento. Esto puede aplicarse a las bendiciones de esta vida, pero más bien a los medios de gracia. Los que no conocen el día de su visitación, tendrán ocultas de sus ojos las cosas que convienen a su paz. Su condena es ser arrojados a las más profundas tinieblas. Es una manera acostumbrada de expresar las miserias de los condenados en el infierno. Aquí, en lo dicho a los siervos fieles, nuestro Salvador pasa de la parábola a la cosa significada por ella, y eso sirve como clave para el todo. No envidiemos a los pecadores ni codiciemos nada de sus posesiones perecederas.
Vv. 31-46.Esta es una descripción del juicio final. Es una explicación de las parábolas anteriores. Hay un juicio venidero en que cada hombre será sentenciado a un estado de dicha o miseria eterna. Cristo vendrá, no sólo en la gloria de su Padre sino en su propia gloria, como Mediador. El impío y el santo habitan aquí juntos en las mismas ciudades, iglesias, familias y no siempre son diferenciados unos de otros; tales son las debilidades de los santos, tales las hipocresías de los pecadores; y la muerte se los lleva a ambos: pero en ese día serán separados para siempre. Jesucristo es el gran Pastor; Él distinguirá dentro de poco tiempo entre los que son suyos y los que no. Todas las demás distinciones serán eliminadas; pero la mayor entre santos y pecadores, santos e impíos, permanecerá para siempre.
La dicha que poseerán los santos es muy grande. Es un reino ; la posesión más valiosa en la tierra; pero esto no es sino un pálido parecido del estado bienaventurado de los santos en el cielo. Es un reino preparado. El Padre lo proveyó para ellos en la grandeza de su sabiduría y poder; el Hijo lo compró para ellos; y el Espíritu bendito, al prepararlos a ellos para el reino, está preparándolo para ellos. Está preparado para ellos: en todos los aspectos está adaptado a la nueva naturaleza del alma santificada. Está preparado desde la fundación del mundo. Esta felicidad es para los santos, y ellos para ella, desde toda la eternidad. Vendrán y la heredarán. Lo que heredamos no lo logramos por nosotros mismos. Es Dios que hace los herederos del cielo.
No tenemos que suponer que actos de generosidad dan derecho a la dicha eterna. Las buenas obras hechas por amor a Dios, por medio de Jesucristo, se comentan aquí como marcas del carácter de los creyentes hechos santos por el Espíritu de Cristo, y como los efectos de la gracia concedida a los que las hacen.
El impío en este mundo fue llamado con frecuencia a ir a Cristo en busca de vida y reposo, pero rechazaron sus llamados; y justamente son los que prefirieron alejarse de Cristo quienes no irán a Él. Los pecadores condenados ofrecerán disculpas vanas. El castigo del impío será un castigo eterno; su estado no puede ser cambiado. Así, la vida y la muerte, el bien y el mal, la bendición y la maldición, están puestas ante nosotros para que podamos escoger nuestro camino, y como nuestro camino, así será nuestro fin.
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