Un distintivo del cristiano
Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados.
1 Juan 1:9
El apóstol Juan escribió su primera epístola para definir la diferencia entre un cristiano y un incrédulo. Nuestro versículo de hoy indica que la confesión caracteriza al primero. El versículo siguiente dice: "Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso" (v. 10). Los hombres no regenerados niegan su pecado, pero los cristianos aceptan la responsabilidad por el pecado y lo confiesan.
La confesión de pecado no tiene lugar solamente en la salvación. Continúa, como la fe, durante toda la vida de un creyente. La disposición de confesar el pecado es parte del modelo de vida que caracteriza a todos los creyentes. Ese modelo también incluye el amor (1 Jn. 3:14), la separación del mundo (2:15), y la enseñanza por el Espíritu Santo (2:27). Desde luego que hay varios grados de confesión, a veces no hacemos una confesión tan completa como debiéramos, pero un verdadero creyente finalmente reconoce su pecado. La necesidad del arrepentimiento
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.
Salmo 51:10
No puede haber verdadera confesión sin arrepentimiento. Muchas veces no confesamos nuestro pecado porque no estamos dispuestos a abandonarlo. Cuando era un joven cristiano, recuerdo haberle dicho al Señor que me arrepentía por determinados pecados que había cometido y después le daba gracias por haberlos perdonado. Pero eso era lo único que hacía.
Ocurrió algo importante en mi vida espiritual cuando comencé a decir: "Señor, gracias por perdonarme esos pecados. Sé que no te agradan, y no quiero volver a cometerlos". Eso puede ser difícil de decir porque a veces queremos cometer ciertos pecados otra vez. Pero revelamos falta de madurez espiritual cuando queremos eliminar el castigo del pecado pero deseamos retener el placer. Para que su confesión de pecado sea genuina, debe apartarse de sus pecados. Sublime Misericordia y Gracia
Por tanto, hermanos míos, les ruego por la misericordia de Dios que se presenten ustedes mismos como ofrenda viva.
Romanos 12:1, vp.
Un joven inglés quería ser marino como su padre, pero la Armada Real Británica no lo aceptó. Acabó en África Occidental trabajando para un traficante de esclavos, un "miserable," como un escritor lo llama, mendigando comida para poder vivir. Escapando de África, lo arrastró de la cubierta del barco una tormenta y casi se ahoga. Después de que lo rescataron, las palabras de Imitación de Cristo de Tomás Kempis le vinieron, y él clamó a Dios pidiendo salvación. Años más tarde, John Newton compuso un himno de alabanza de la "sublime gracia" que salvó a un miserable como él.
No todos hemos atravesado las profundidades de miseria que John Newton conoció antes de ser salvado; o como el rey Nabucodonosor, ya que estamos en eso. Perdió su dignidad y cordura; y felizmente, su orgullo, antes de volver en sí (Daniel 4:33-37). Sea que vengamos de un trasfondo de maldad y obstinación, nuestro pecado merece la misma respuesta a los ojos de Dios: condenación. Es sólo la sublime gracia y misericordia de Dios que puede salvarnos de nosotros mismos.
Es fácil distinguir a quienes han recibido la gracia de Dios; son los que tienen una mirada de agradecimiento en su cara y palabras de agradecimiento sus labios.
miércoles, 17 de febrero de 2010
martes, 16 de febrero de 2010
Mateo 17
Mateo 17 -
CAPÍTULO 17
Versículos 1-13. La transfiguración de Cristo. 14-21. Jesús expulsa un espíritu sordomudo. 22, 23. Nuevamente predice sus sufrimientos. 24-27. Él obra un milagro para pagar el dinero del tributo.
Vv. 1-13.Ahora, los discípulos contemplaron algo de la gloria de Cristo, como del unigénito del Padre. Tenía el propósito de sostener la fe de ellos cuando tuvieran que presenciar su crucifixión; les daría una idea de la gloria preparada para ellos, cuando fueran transformados por su poder y fueran hechos como Él.
Los apóstoles quedaron sobrecogidos por la visión gloriosa. Pedro pensó que era más deseable seguir allí, y no volver a bajar para encontrarse con los sufrimientos, de los cuales tenía tan poca disposición para oír. En esto no sabía lo que decía. Nos equivocamos si esperamos un cielo aquí en la tierra. Sean cuales sean los tabernáculos que nos propongamos hacer para nosotros en este mundo, siempre debemos acordarnos de pedirle permiso a Cristo. Aún no había sido ofrecido el sacrificio sin el cual las almas de los hombres pecadores no pueden ser salvadas; había servicios importantes que Pedro y sus hermanos debían cumplir.
Mientras Pedro hablaba, una nube brillante los cubrió, señal de la presencia y gloria divina. Desde que el hombre pecó, y oyó la voz de Dios en el huerto, las apariciones desacostumbradas de Dios han sido terribles para el hombre. Cayeron postrados en tierra hasta que Jesús les dio ánimo; cuando miraron alrededor vieron sólo a su Señor como lo veían corrientemente. Debemos pasar por diversas experiencias en nuestro camino a la gloria, y cuando regresamos al mundo después de participar en un medio de gracia, debemos tener cuidado de llevar a Cristo con nosotros, y entonces que sea nuestro consuelo que Él está con nosotros.
Vv. 14-21.El caso de los hijos afligidos debe presentarse a Dios con oración ferviente y fiel. Cristo curó al niño. Aunque la gente era perversa y Cristo era provocado, de todas maneras, atendió al niño. Cuando fallan todas las demás ayudas y socorros, somos bienvenidos a Cristo, podemos confiar en Él y en su poder y bondad.
Véase aquí una señal del esfuerzo de Cristo como nuestro Redentor. Da aliento a los padres a llevar sus hijos a Cristo, cuyas almas están bajo el poder de Satanás; Él es capaz de sanarlos y está tan dispuesto como poderoso es. No sólo llevadlos a Cristo con oración, sino llevadlos a la palabra de Cristo; a los medios por los cuales se derriban las fortalezas de Satanás en el alma.
Bueno es que desconfiemos de nosotros mismos y nuestra fuerza, pero es desagradable para Cristo cuando desconfiamos de cualquier poder derivado de Él u otorgado por Él. También había algo en la enfermedad que dificultaba la curación. El poder extraordinario de Satanás no debe desalentar nuestra fe, sino estimularnos a un mayor fervor al orar a Dios para que sea aumentada. ¡Nos maravillamos al ver que Satanás tenía la posesión corporal de este joven, desde niño, cuando tiene la posesión espiritual de todo hijo de Adán desde la caída!
Vv. 22, 23.Cristo sabía perfectamente todas las cosas que le ocurrirían, pero emprendió la obra de nuestra redención, lo cual demuestra fuertemente su amor. ¡Qué humillación exterior y gloria divina fue la vida del Redentor! Toda su humillación terminó en su exaltación. Aprendamos a soportar la cruz, a despreciar las riquezas y los honores mundanos y a estar contentos con su voluntad.
Vv. 24-27.Pedro estaba seguro de que su Maestro estaba listo para hacer lo justo. Cristo habló primero de darle pruebas de que no se podía esconder de Él ningún pensamiento. Nunca debemos renunciar a nuestro deber por temor a ofender, pero a veces tenemos que negarnos a nosotros mismos en nuestros intereses mundanos para no ofender.
Sin embargo, el dinero estaba en el pez; el único que sabe todas las cosas podía saberlo y sólo el poder omnipotente podía llevarlo al anzuelo de Pedro.
El poder y la pobreza de Cristo deben mencionarse juntos. Si somos llamados por la providencia a ser pobres como nuestro Señor, confiemos en su poder y nuestro Dios satisfará toda nuestra necesidad, conforme a sus riquezas en gloria por Cristo Jesús. En la senda de la obediencia, en el curso, quizá, de nuestra vocación habitual, como ayudó a Pedro, así nos ayudará. Si se presentara una emergencia repentina, que no estamos preparados para enfrentar, no recurramos al prójimo sin antes buscar a Cristo.
CAPÍTULO 17
Versículos 1-13. La transfiguración de Cristo. 14-21. Jesús expulsa un espíritu sordomudo. 22, 23. Nuevamente predice sus sufrimientos. 24-27. Él obra un milagro para pagar el dinero del tributo.
Vv. 1-13.Ahora, los discípulos contemplaron algo de la gloria de Cristo, como del unigénito del Padre. Tenía el propósito de sostener la fe de ellos cuando tuvieran que presenciar su crucifixión; les daría una idea de la gloria preparada para ellos, cuando fueran transformados por su poder y fueran hechos como Él.
Los apóstoles quedaron sobrecogidos por la visión gloriosa. Pedro pensó que era más deseable seguir allí, y no volver a bajar para encontrarse con los sufrimientos, de los cuales tenía tan poca disposición para oír. En esto no sabía lo que decía. Nos equivocamos si esperamos un cielo aquí en la tierra. Sean cuales sean los tabernáculos que nos propongamos hacer para nosotros en este mundo, siempre debemos acordarnos de pedirle permiso a Cristo. Aún no había sido ofrecido el sacrificio sin el cual las almas de los hombres pecadores no pueden ser salvadas; había servicios importantes que Pedro y sus hermanos debían cumplir.
Mientras Pedro hablaba, una nube brillante los cubrió, señal de la presencia y gloria divina. Desde que el hombre pecó, y oyó la voz de Dios en el huerto, las apariciones desacostumbradas de Dios han sido terribles para el hombre. Cayeron postrados en tierra hasta que Jesús les dio ánimo; cuando miraron alrededor vieron sólo a su Señor como lo veían corrientemente. Debemos pasar por diversas experiencias en nuestro camino a la gloria, y cuando regresamos al mundo después de participar en un medio de gracia, debemos tener cuidado de llevar a Cristo con nosotros, y entonces que sea nuestro consuelo que Él está con nosotros.
Vv. 14-21.El caso de los hijos afligidos debe presentarse a Dios con oración ferviente y fiel. Cristo curó al niño. Aunque la gente era perversa y Cristo era provocado, de todas maneras, atendió al niño. Cuando fallan todas las demás ayudas y socorros, somos bienvenidos a Cristo, podemos confiar en Él y en su poder y bondad.
Véase aquí una señal del esfuerzo de Cristo como nuestro Redentor. Da aliento a los padres a llevar sus hijos a Cristo, cuyas almas están bajo el poder de Satanás; Él es capaz de sanarlos y está tan dispuesto como poderoso es. No sólo llevadlos a Cristo con oración, sino llevadlos a la palabra de Cristo; a los medios por los cuales se derriban las fortalezas de Satanás en el alma.
Bueno es que desconfiemos de nosotros mismos y nuestra fuerza, pero es desagradable para Cristo cuando desconfiamos de cualquier poder derivado de Él u otorgado por Él. También había algo en la enfermedad que dificultaba la curación. El poder extraordinario de Satanás no debe desalentar nuestra fe, sino estimularnos a un mayor fervor al orar a Dios para que sea aumentada. ¡Nos maravillamos al ver que Satanás tenía la posesión corporal de este joven, desde niño, cuando tiene la posesión espiritual de todo hijo de Adán desde la caída!
Vv. 22, 23.Cristo sabía perfectamente todas las cosas que le ocurrirían, pero emprendió la obra de nuestra redención, lo cual demuestra fuertemente su amor. ¡Qué humillación exterior y gloria divina fue la vida del Redentor! Toda su humillación terminó en su exaltación. Aprendamos a soportar la cruz, a despreciar las riquezas y los honores mundanos y a estar contentos con su voluntad.
Vv. 24-27.Pedro estaba seguro de que su Maestro estaba listo para hacer lo justo. Cristo habló primero de darle pruebas de que no se podía esconder de Él ningún pensamiento. Nunca debemos renunciar a nuestro deber por temor a ofender, pero a veces tenemos que negarnos a nosotros mismos en nuestros intereses mundanos para no ofender.
Sin embargo, el dinero estaba en el pez; el único que sabe todas las cosas podía saberlo y sólo el poder omnipotente podía llevarlo al anzuelo de Pedro.
El poder y la pobreza de Cristo deben mencionarse juntos. Si somos llamados por la providencia a ser pobres como nuestro Señor, confiemos en su poder y nuestro Dios satisfará toda nuestra necesidad, conforme a sus riquezas en gloria por Cristo Jesús. En la senda de la obediencia, en el curso, quizá, de nuestra vocación habitual, como ayudó a Pedro, así nos ayudará. Si se presentara una emergencia repentina, que no estamos preparados para enfrentar, no recurramos al prójimo sin antes buscar a Cristo.
lunes, 15 de febrero de 2010
Exodos 28
Exodos 28 -
CAPÍTULO 28
Versículos 1-5. Aarón y sus hijos son apartados para el oficio sacerdotal-Sus vestiduras. 6-14. El efod. 15-30. El pectoral-El Urim y Tumim. 31-39. El manto del efod-La lámina de oro. 40-43. Las vestiduras para los hijos de Aarón.
Vv. 1-5.Hasta aquí los jefes de las familias hacían de sacerdotes y ofrecían los sacrificios; pero ahora este oficio quedó restringido exclusivamente a la familia de Aarón; y así continuó hasta la dispensación del evangelio. Las vestiduras santas no solamente distinguían a los sacerdotes del pueblo, además eran emblemas de la conducta santa que siempre debe ser la gloria y la belleza, la marca de los ministros de la religión, sin la cual sus personas y sus ministerios serían despreciables. También tipificaban la gloria de la majestad Divina, y la belleza de la santidad completa que hizo de Jesucristo el gran Sumo Sacerdote. Pero nuestro ornato en el evangelio no debe ser de oro ni costosos atavíos, sino las vestiduras de la salvación, el manto de la justicia.
Vv. 6-14.El efod, de obra primorosa, era la vestidura exterior del sumo sacerdote; el efod sencillo de lino lo usaban los sacerdotes inferiores. Era una túnica corta, sin mangas, bien amarrada al cuerpo con un cinto. Las hombreras iban abotonadas con piedras preciosas engastadas en oro, una en cada hombro, sobre el cual estaban grabados los nombres de los hijos de Israel. Así Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, presenta a su pueblo ante el Señor para memoria. Como la túnica de Cristo no tenía costuras, sino era tejida de arriba abajo, así era el efod. Las campanas de oro del efod, por su sonido agradable y su preciosidad, representan bien la buena profesión que hacen los santos y las granadas, el fruto que ellos llevan.
Vv. 15-30.El adorno principal del sumo sacerdote era el pectoral, una rica pieza de tela de obra primorosa. El nombre de cada tribu estaba grabado en una piedra preciosa, fijada al pectoral, para significar cuán preciosos y honorables son los creyentes a ojos de Dios. Por pequeña y pobre que fuera la tribu, era como una piedra preciosa en el pectoral del sumo sacerdote: así de caros son todos los santos para Cristo, sin que importe cuál sea la estimación de los hombres. El sumo sacerdote tenía los nombres de las tribus sobre sus hombros a la vez que sobre su pecho, lo cual nos recuerda del poder y amor con que nuestro Señor Jesús intercede por lo suyos. No sólo los lleva en sus brazos con poder omnipotente sino que los lleva en su regazo con tierno afecto. ¡Qué consuelo para nosotros cada vez que nos dirigimos a Dios! -El Urim y Tumim por el cual se daba a conocer la voluntad de Dios en casos dudosos, estaba en el pectoral. Urim y Tumim significan luz e integridad . Hay muchas conjeturas sobre qué eran; la opinión más probable parece ser que eran las doce piedras preciosas del pectoral del sumo sacerdote. Ahora bien, Cristo es nuestro Oráculo. Por Él Dios se nos da a conocer Él y su voluntad para nosotros en estos postreros tiempos, Hebreos i, 1, 2; Juan i, 18. Él es la Luz verdadera, el Testigo fiel, la Verdad misma, y de Él recibimos el Espíritu de Verdad que nos guía a toda verdad.
Vv. 31-39.El manto del efod iba debajo del efod y llegaba hasta las rodillas; no tenía mangas. Aarón debía ministrar vestido con las vestiduras asignadas. Nosotros debemos servir al Señor con santo temor, como quienes saben que merecen morir.
Una lámina de oro estaba fijada a la frente de Aarón, con el grabado de “Santidad al Señor”. Por ese medio se recordaba a Aarón que Dios es santo y que sus sacerdotes deben ser santos, consagrados al Señor. Esta debía estar en la frente de ellos como profesión abierta de la relación de ellos a Dios. Debía ser grabada como grabadura de sello, profunda y durable; no pintada para que se borre, sino firme y duradera; tal debe ser nuestra santidad al Señor. Cristo es nuestro Sumo Sacerdote; por medio de Él nos son perdonados los pecados y no se cargan a nuestra cuenta. Nuestras personas, nuestras obras, son agradables para Dios por cuenta de Cristo y no de otro modo.
Vv. 40-43.Las vestiduras del sacerdote tipifican la justicia de Cristo. Si nos presentamos ante Dios sin ellas, llevaremos nuestra iniquidad y moriremos. Por tanto, bienaventurado el que vela y guarda sus ropas, Apocalipsis xvi, 15. Y bendito sea Dios porque tenemos un Sumo Sacerdote, nombrado por Dios, y puesto aparte para su obra; aderezado para su elevado oficio por la gloria de la majestad Divina y la belleza de la perfecta santidad. Dichosos somos si por la ley espiritualmente entendida vemos que tal Sumo Sacerdote se hizo nosotros; que nosotros no podemos acercarnos a un Dios santo o ser aceptados, sino por Él. No hay luz, sabiduría, ni perfección sino de Él; no hay gloria, ni belleza sino en ser como Él. Tengamos valor por el poder, amor y compasión de nuestro Sumo Sacerdote, para acercarnos confiadamente al trono de la gracia, para que podamos recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro en tiempo de necesidad.
CAPÍTULO 28
Versículos 1-5. Aarón y sus hijos son apartados para el oficio sacerdotal-Sus vestiduras. 6-14. El efod. 15-30. El pectoral-El Urim y Tumim. 31-39. El manto del efod-La lámina de oro. 40-43. Las vestiduras para los hijos de Aarón.
Vv. 1-5.Hasta aquí los jefes de las familias hacían de sacerdotes y ofrecían los sacrificios; pero ahora este oficio quedó restringido exclusivamente a la familia de Aarón; y así continuó hasta la dispensación del evangelio. Las vestiduras santas no solamente distinguían a los sacerdotes del pueblo, además eran emblemas de la conducta santa que siempre debe ser la gloria y la belleza, la marca de los ministros de la religión, sin la cual sus personas y sus ministerios serían despreciables. También tipificaban la gloria de la majestad Divina, y la belleza de la santidad completa que hizo de Jesucristo el gran Sumo Sacerdote. Pero nuestro ornato en el evangelio no debe ser de oro ni costosos atavíos, sino las vestiduras de la salvación, el manto de la justicia.
Vv. 6-14.El efod, de obra primorosa, era la vestidura exterior del sumo sacerdote; el efod sencillo de lino lo usaban los sacerdotes inferiores. Era una túnica corta, sin mangas, bien amarrada al cuerpo con un cinto. Las hombreras iban abotonadas con piedras preciosas engastadas en oro, una en cada hombro, sobre el cual estaban grabados los nombres de los hijos de Israel. Así Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, presenta a su pueblo ante el Señor para memoria. Como la túnica de Cristo no tenía costuras, sino era tejida de arriba abajo, así era el efod. Las campanas de oro del efod, por su sonido agradable y su preciosidad, representan bien la buena profesión que hacen los santos y las granadas, el fruto que ellos llevan.
Vv. 15-30.El adorno principal del sumo sacerdote era el pectoral, una rica pieza de tela de obra primorosa. El nombre de cada tribu estaba grabado en una piedra preciosa, fijada al pectoral, para significar cuán preciosos y honorables son los creyentes a ojos de Dios. Por pequeña y pobre que fuera la tribu, era como una piedra preciosa en el pectoral del sumo sacerdote: así de caros son todos los santos para Cristo, sin que importe cuál sea la estimación de los hombres. El sumo sacerdote tenía los nombres de las tribus sobre sus hombros a la vez que sobre su pecho, lo cual nos recuerda del poder y amor con que nuestro Señor Jesús intercede por lo suyos. No sólo los lleva en sus brazos con poder omnipotente sino que los lleva en su regazo con tierno afecto. ¡Qué consuelo para nosotros cada vez que nos dirigimos a Dios! -El Urim y Tumim por el cual se daba a conocer la voluntad de Dios en casos dudosos, estaba en el pectoral. Urim y Tumim significan luz e integridad . Hay muchas conjeturas sobre qué eran; la opinión más probable parece ser que eran las doce piedras preciosas del pectoral del sumo sacerdote. Ahora bien, Cristo es nuestro Oráculo. Por Él Dios se nos da a conocer Él y su voluntad para nosotros en estos postreros tiempos, Hebreos i, 1, 2; Juan i, 18. Él es la Luz verdadera, el Testigo fiel, la Verdad misma, y de Él recibimos el Espíritu de Verdad que nos guía a toda verdad.
Vv. 31-39.El manto del efod iba debajo del efod y llegaba hasta las rodillas; no tenía mangas. Aarón debía ministrar vestido con las vestiduras asignadas. Nosotros debemos servir al Señor con santo temor, como quienes saben que merecen morir.
Una lámina de oro estaba fijada a la frente de Aarón, con el grabado de “Santidad al Señor”. Por ese medio se recordaba a Aarón que Dios es santo y que sus sacerdotes deben ser santos, consagrados al Señor. Esta debía estar en la frente de ellos como profesión abierta de la relación de ellos a Dios. Debía ser grabada como grabadura de sello, profunda y durable; no pintada para que se borre, sino firme y duradera; tal debe ser nuestra santidad al Señor. Cristo es nuestro Sumo Sacerdote; por medio de Él nos son perdonados los pecados y no se cargan a nuestra cuenta. Nuestras personas, nuestras obras, son agradables para Dios por cuenta de Cristo y no de otro modo.
Vv. 40-43.Las vestiduras del sacerdote tipifican la justicia de Cristo. Si nos presentamos ante Dios sin ellas, llevaremos nuestra iniquidad y moriremos. Por tanto, bienaventurado el que vela y guarda sus ropas, Apocalipsis xvi, 15. Y bendito sea Dios porque tenemos un Sumo Sacerdote, nombrado por Dios, y puesto aparte para su obra; aderezado para su elevado oficio por la gloria de la majestad Divina y la belleza de la perfecta santidad. Dichosos somos si por la ley espiritualmente entendida vemos que tal Sumo Sacerdote se hizo nosotros; que nosotros no podemos acercarnos a un Dios santo o ser aceptados, sino por Él. No hay luz, sabiduría, ni perfección sino de Él; no hay gloria, ni belleza sino en ser como Él. Tengamos valor por el poder, amor y compasión de nuestro Sumo Sacerdote, para acercarnos confiadamente al trono de la gracia, para que podamos recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro en tiempo de necesidad.
domingo, 14 de febrero de 2010
El síndrome del éxito
El síndrome del éxito
Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros.
Filipenses 2:17
La sociedad norteamericana está produciendo una generación de cristianos que quieren sobre todo alcanzar el éxito. Casi nunca tienen una humilde actitud de servicio. No están dispuestos a hacer sacrificios por la causa de Cristo porque se les ha enseñado, de forma oral o de algún otro modo, que los cristianos deben ser ricos y famosos, que deben tener éxito y ser populares.
Tal orientación hacia el éxito personal y no hacia el servicio humilde es lo opuesto de lo que glorifica a Dios. Vivir para la gloria de Dios quiere decir que usted sabe que es mortal y está dispuesto a morir, si fuera necesario, para lograr los propósitos de Dios. Tal actitud humilde glorifica a Dios.
Para crecer espiritualmente, debemos estar absortos en el señorío de Cristo en el momento de la salvación y permitirle que domine nuestra vida de allí en adelante. Al hacerlo, debemos buscar solamente su gloria, no nuestra comodidad ni nuestro éxito. No creceremos cuando escojamos nuestro propio camino o sirvamos a Dios con el motivo incorrecto. Despojarse del peso muerto
Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.
Hebreos 12:1
Cada vez que nos excusamos por nuestro pecado, estamos culpando a Dios. Adán lo hizo cuando Dios le preguntó acerca del comer el fruto prohibido. Él respondió: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí" (Gn. 3:12). Adán no aceptó la responsabilidad de su pecado, sino que culpó a Dios, de que le había dado a Eva.
El pecado nunca es culpa de Dios, ni es la culpa de una persona o circunstancia que Dios trajo a nuestra vida. El excusar el pecado pone en tela de juicio a Dios por algo que solo es nuestra culpa. Si decide castigarnos es porque lo merecemos.
Por eso la confesión de pecado es indispensable para el crecimiento espiritual. Cuando acepte la realidad de su pecado y lo confiese, tiene menos peso muerto que lo arrastre hacia abajo en el proceso de crecimiento. Como lo indica el versículo de hoy, aumentará su crecimiento cuando se despoje del pecado del pecado mediante la confesión. Acepte su responsabilidad
Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos.
Salmo 51:4
Si quiere pecar cada vez menos y tener un mayor desarrollo espiritual en su vida, debe aceptar su responsabilidad. No le eche la culpa a sus circunstancias, a su cónyuge, a su novio o a su novia, a su jefe, a sus empleados o a su pastor. Ni siquiera le eche la culpa a Satanás. Su pecado es culpa suya. Sin duda que el sistema del mundo puede contribuir al problema, pero el pecado ocurre en definitiva como un acto de la voluntad; y usted es responsable de eso.
Tal vez uno de los mejores ejemplos de alguien que aprendió a aceptar su responsabilidad sea el del hijo pródigo. Cuando volvió a casa con su amoroso padre, dij "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo" (Lc. 15:21). Estuvo incluso dispuesto a que se le tratara como a un modesto jornalero porque sabía que no merecía nada (v. 19). Esa es la actitud correcta de alguien que confiesa su pecado.
Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros.
Filipenses 2:17
La sociedad norteamericana está produciendo una generación de cristianos que quieren sobre todo alcanzar el éxito. Casi nunca tienen una humilde actitud de servicio. No están dispuestos a hacer sacrificios por la causa de Cristo porque se les ha enseñado, de forma oral o de algún otro modo, que los cristianos deben ser ricos y famosos, que deben tener éxito y ser populares.
Tal orientación hacia el éxito personal y no hacia el servicio humilde es lo opuesto de lo que glorifica a Dios. Vivir para la gloria de Dios quiere decir que usted sabe que es mortal y está dispuesto a morir, si fuera necesario, para lograr los propósitos de Dios. Tal actitud humilde glorifica a Dios.
Para crecer espiritualmente, debemos estar absortos en el señorío de Cristo en el momento de la salvación y permitirle que domine nuestra vida de allí en adelante. Al hacerlo, debemos buscar solamente su gloria, no nuestra comodidad ni nuestro éxito. No creceremos cuando escojamos nuestro propio camino o sirvamos a Dios con el motivo incorrecto. Despojarse del peso muerto
Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.
Hebreos 12:1
Cada vez que nos excusamos por nuestro pecado, estamos culpando a Dios. Adán lo hizo cuando Dios le preguntó acerca del comer el fruto prohibido. Él respondió: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí" (Gn. 3:12). Adán no aceptó la responsabilidad de su pecado, sino que culpó a Dios, de que le había dado a Eva.
El pecado nunca es culpa de Dios, ni es la culpa de una persona o circunstancia que Dios trajo a nuestra vida. El excusar el pecado pone en tela de juicio a Dios por algo que solo es nuestra culpa. Si decide castigarnos es porque lo merecemos.
Por eso la confesión de pecado es indispensable para el crecimiento espiritual. Cuando acepte la realidad de su pecado y lo confiese, tiene menos peso muerto que lo arrastre hacia abajo en el proceso de crecimiento. Como lo indica el versículo de hoy, aumentará su crecimiento cuando se despoje del pecado del pecado mediante la confesión. Acepte su responsabilidad
Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos.
Salmo 51:4
Si quiere pecar cada vez menos y tener un mayor desarrollo espiritual en su vida, debe aceptar su responsabilidad. No le eche la culpa a sus circunstancias, a su cónyuge, a su novio o a su novia, a su jefe, a sus empleados o a su pastor. Ni siquiera le eche la culpa a Satanás. Su pecado es culpa suya. Sin duda que el sistema del mundo puede contribuir al problema, pero el pecado ocurre en definitiva como un acto de la voluntad; y usted es responsable de eso.
Tal vez uno de los mejores ejemplos de alguien que aprendió a aceptar su responsabilidad sea el del hijo pródigo. Cuando volvió a casa con su amoroso padre, dij "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo" (Lc. 15:21). Estuvo incluso dispuesto a que se le tratara como a un modesto jornalero porque sabía que no merecía nada (v. 19). Esa es la actitud correcta de alguien que confiesa su pecado.
sábado, 13 de febrero de 2010
Mateo 16
Mateo 16 -
CAPÍTULO 16
Versículos 1-4. Los fariseos y los saduceos piden señal. 5-12. Jesús advierte contra la doctrina de los fariseos. 13-20. El testimonio de Pedro de que Jesús era el Cristo. 21-23. Cristo predice sus sufrimientos y reprende a Pedro. 24-28. La necesidad de negarse a sí mismo.
Vv. 1-4.Los fariseos y los saduceos se oponían unos a otros en principios y conducta, pero se unieron contra Cristo. Pero deseaban una señal de su propia elección: despreciaron las señales que aliviaban la necesidad del enfermo y angustiado, y pidieron otra cosa que gratificara la curiosidad del orgulloso. Gran hipocresía es buscar señales de nuestra propia invención, cuando pasamos por alto las señales ordenadas por Dios.
Vv. 5-12.Cristo habla de cosas espirituales con un símil y los discípulos lo entienden mal, como de cosas carnales. Tomó a mal que ellos pensaran que Él se preocupaba tanto del pan como ellos; que estuvieran tan poco familiarizados con su manera de predicar. Entonces entendieron ellos lo que quería decir. Cristo enseña por el Espíritu de sabiduría en el corazón, abriendo el entendimiento al Espíritu de revelación en la palabra.
Vv. 13-20.Pedro dijo, por sí mismo y por sus hermanos, que estaban seguros de que nuestro Señor era el Mesías prometido, el Hijo del Dios vivo. Esto muestra que creían que Jesús era más que hombre. Nuestro Señor afirma que Pedro era bienaventurado, porque la enseñanza de Dios lo hacía diferente de sus compatriotas incrédulos.
Cristo agrega que lo llama Pedro, aludiendo a su estabilidad o firmeza para profesar la verdad. La palabra traducida “roca”no es la misma palabra “Pedro”, sino una de significado similar. Nada puede ser más erróneo que suponer que Cristo significó que la persona de Pedro era la roca. Sin duda que el mismo Cristo es la Roca, el fundamento probado de la Iglesia; y ¡ay de aquel que intente poner otro! La confesión de Pedro es esta roca en cuanto doctrina. Si Jesús no fuera el Cristo, los que Él posee no son de la Iglesia, sino engañadores y engañados. Nuestro Señor declara luego la autoridad con que Pedro sería investido. Él habló en nombre de sus hermanos y esto lo relacionaba a ellos con Él. Ellos no tenían conocimiento certero del carácter de los hombres, y estaban propensos a errores y pecados en su conducta; pero ellos fueron guardados libres de error al establecer el camino de aceptación y de salvación, la regla de la obediencia, el carácter y la experiencia del creyente, y la condenación final de los incrédulos e hipócritas. En tales materias su decisión era recta y confirmada en el cielo. Pero todas las pretensiones de cualquier hombre, sean de desatar o atar los pecados de los hombres, son blasfemas y absurdas. Nadie puede perdonar pecados sino solamente Dios. Y este atar y desatar en el lenguaje corriente de los judíos, significaba prohibir y permitir, o enseñar lo que es legal o ilegal.
Vv. 21-23.Cristo revela paulatinamente su pensamiento a su pueblo. Desde esa época, cuando los apóstoles hicieron la confesión completa de Cristo, que era el Hijo de Dios, empezó a hablarles de sus sufrimientos. Dijo esto para corregir los errores de sus discípulos sobre la pompa y poder externos de su reino. Quienes sigan a Cristo no deben esperar cosas grandes ni elevadas en este mundo. Pedro quería que Cristo aborreciera el sufrimiento tanto como él, pero nos equivocamos si medimos el amor y la paciencia de Cristo por los nuestros. No leemos de nada que haya dicho o hecho alguno de sus discípulos, en algún momento, que dejara ver que Cristo se resintió tanto como al oír esto. Quienquiera que nos saque de lo que es bueno y nos haga temer que hacemos demasiado por Dios, habla el lenguaje de Satanás. Lo que parezca ser tentación a pecar debe ser resistido con horror y no ser considerado. Los que renuncian a sufrir por Cristo, saborean más las cosas del hombre que las cosas de Dios.
Vv. 24-28. Un verdadero discípulo de Cristo es aquel que lo sigue en el deber y lo seguirá a la gloria. Es uno que anda en el mismo camino que anduvo Cristo, guiado por su Espíritu, y va en sus pasos, dondequiera que vaya. —“Niéguese a sí mismo”. Si negarse a sí mismo es lección dura, no es más de lo que aprendió y practicó nuestro Maestro, para redimirnos y enseñarnos. “Tome su cruz”. Aquí se pone cruz por todo problema que nos sobrevenga. Somos buenos para pensar que podemos llevar mejor la cruz ajena que la propia; pero mejor es lo que nos está asignado, y debemos hacer lo mejor de ello. No debemos, por nuestra precipitación y necedad, acarrearnos cruces a nuestras cabezas, sino tomarlas cuando estén en nuestro camino.
Si un hombre tiene el nombre y crédito de un discípulo, siga a Cristo en la obra y el deber del discípulo. Si todas las cosas del mundo nada valen cuando se comparan con la vida del cuerpo, ¡qué fuerte el mismo argumento acerca del alma y su estado de dicha o miseria eterna! Miles pierden sus almas por la ganancia más frívola o la indulgencia más indigna, sí, a menudo por solo pereza o negligencia. Cualquiera sea el objeto por el cual los hombres dejan a Cristo, ese es el precio con que Satanás compra sus almas. Pero un alma es más valiosa que todo el mundo. Este es el juicio de Cristo para la materia; conocía el precio de las almas, porque las rescató; ni hubiera subvalorado al mundo, porque lo hizo. El transgresor moribundo no puede comprar una hora de alivio para buscar misericordia para su alma que perece. Entonces, aprendamos justamente a valorar nuestra alma, y a Cristo como el único Salvador de ellas.
CAPÍTULO 16
Versículos 1-4. Los fariseos y los saduceos piden señal. 5-12. Jesús advierte contra la doctrina de los fariseos. 13-20. El testimonio de Pedro de que Jesús era el Cristo. 21-23. Cristo predice sus sufrimientos y reprende a Pedro. 24-28. La necesidad de negarse a sí mismo.
Vv. 1-4.Los fariseos y los saduceos se oponían unos a otros en principios y conducta, pero se unieron contra Cristo. Pero deseaban una señal de su propia elección: despreciaron las señales que aliviaban la necesidad del enfermo y angustiado, y pidieron otra cosa que gratificara la curiosidad del orgulloso. Gran hipocresía es buscar señales de nuestra propia invención, cuando pasamos por alto las señales ordenadas por Dios.
Vv. 5-12.Cristo habla de cosas espirituales con un símil y los discípulos lo entienden mal, como de cosas carnales. Tomó a mal que ellos pensaran que Él se preocupaba tanto del pan como ellos; que estuvieran tan poco familiarizados con su manera de predicar. Entonces entendieron ellos lo que quería decir. Cristo enseña por el Espíritu de sabiduría en el corazón, abriendo el entendimiento al Espíritu de revelación en la palabra.
Vv. 13-20.Pedro dijo, por sí mismo y por sus hermanos, que estaban seguros de que nuestro Señor era el Mesías prometido, el Hijo del Dios vivo. Esto muestra que creían que Jesús era más que hombre. Nuestro Señor afirma que Pedro era bienaventurado, porque la enseñanza de Dios lo hacía diferente de sus compatriotas incrédulos.
Cristo agrega que lo llama Pedro, aludiendo a su estabilidad o firmeza para profesar la verdad. La palabra traducida “roca”no es la misma palabra “Pedro”, sino una de significado similar. Nada puede ser más erróneo que suponer que Cristo significó que la persona de Pedro era la roca. Sin duda que el mismo Cristo es la Roca, el fundamento probado de la Iglesia; y ¡ay de aquel que intente poner otro! La confesión de Pedro es esta roca en cuanto doctrina. Si Jesús no fuera el Cristo, los que Él posee no son de la Iglesia, sino engañadores y engañados. Nuestro Señor declara luego la autoridad con que Pedro sería investido. Él habló en nombre de sus hermanos y esto lo relacionaba a ellos con Él. Ellos no tenían conocimiento certero del carácter de los hombres, y estaban propensos a errores y pecados en su conducta; pero ellos fueron guardados libres de error al establecer el camino de aceptación y de salvación, la regla de la obediencia, el carácter y la experiencia del creyente, y la condenación final de los incrédulos e hipócritas. En tales materias su decisión era recta y confirmada en el cielo. Pero todas las pretensiones de cualquier hombre, sean de desatar o atar los pecados de los hombres, son blasfemas y absurdas. Nadie puede perdonar pecados sino solamente Dios. Y este atar y desatar en el lenguaje corriente de los judíos, significaba prohibir y permitir, o enseñar lo que es legal o ilegal.
Vv. 21-23.Cristo revela paulatinamente su pensamiento a su pueblo. Desde esa época, cuando los apóstoles hicieron la confesión completa de Cristo, que era el Hijo de Dios, empezó a hablarles de sus sufrimientos. Dijo esto para corregir los errores de sus discípulos sobre la pompa y poder externos de su reino. Quienes sigan a Cristo no deben esperar cosas grandes ni elevadas en este mundo. Pedro quería que Cristo aborreciera el sufrimiento tanto como él, pero nos equivocamos si medimos el amor y la paciencia de Cristo por los nuestros. No leemos de nada que haya dicho o hecho alguno de sus discípulos, en algún momento, que dejara ver que Cristo se resintió tanto como al oír esto. Quienquiera que nos saque de lo que es bueno y nos haga temer que hacemos demasiado por Dios, habla el lenguaje de Satanás. Lo que parezca ser tentación a pecar debe ser resistido con horror y no ser considerado. Los que renuncian a sufrir por Cristo, saborean más las cosas del hombre que las cosas de Dios.
Vv. 24-28. Un verdadero discípulo de Cristo es aquel que lo sigue en el deber y lo seguirá a la gloria. Es uno que anda en el mismo camino que anduvo Cristo, guiado por su Espíritu, y va en sus pasos, dondequiera que vaya. —“Niéguese a sí mismo”. Si negarse a sí mismo es lección dura, no es más de lo que aprendió y practicó nuestro Maestro, para redimirnos y enseñarnos. “Tome su cruz”. Aquí se pone cruz por todo problema que nos sobrevenga. Somos buenos para pensar que podemos llevar mejor la cruz ajena que la propia; pero mejor es lo que nos está asignado, y debemos hacer lo mejor de ello. No debemos, por nuestra precipitación y necedad, acarrearnos cruces a nuestras cabezas, sino tomarlas cuando estén en nuestro camino.
Si un hombre tiene el nombre y crédito de un discípulo, siga a Cristo en la obra y el deber del discípulo. Si todas las cosas del mundo nada valen cuando se comparan con la vida del cuerpo, ¡qué fuerte el mismo argumento acerca del alma y su estado de dicha o miseria eterna! Miles pierden sus almas por la ganancia más frívola o la indulgencia más indigna, sí, a menudo por solo pereza o negligencia. Cualquiera sea el objeto por el cual los hombres dejan a Cristo, ese es el precio con que Satanás compra sus almas. Pero un alma es más valiosa que todo el mundo. Este es el juicio de Cristo para la materia; conocía el precio de las almas, porque las rescató; ni hubiera subvalorado al mundo, porque lo hizo. El transgresor moribundo no puede comprar una hora de alivio para buscar misericordia para su alma que perece. Entonces, aprendamos justamente a valorar nuestra alma, y a Cristo como el único Salvador de ellas.
viernes, 12 de febrero de 2010
Exodos 27
Exodos 27 -
CAPÍTULO 27
Versículos 1-8. El altar del holocausto. 9-19. El atrio del tabernáculo. 20, 21. El aceite para las lámparas.
Vv. 1-8.Delante del tabernáculo, en el atrio, donde entraba la gente, había un altar al cual debían llevar los sacrificios y sobre el cual los sacerdotes debían ofrecerlos a Dios. El altar era de madera revestida con bronce. Un enrejado de bronce se ponía en la parte hueca del altar, en medio del cual se mantenía encendido el fuego y se quemaba el sacrificio. El enrejado era hecho de obra de rejilla, como cedazo y quedaba sobre el hueco para que por ahí cayeran las cenizas. El altar de bronce era tipo de Cristo que muere para expiar nuestros pecados. El fuego del cielo habría consumido la madera si no hubiera estado protegida por el bronce: tampoco la naturaleza humana de Cristo hubiera podido soportar la ira de Dios si no hubiera estado sostenida por el poder Divino.
Vv. 9-19.El tabernáculo estaba cercado por un atrio de una sesenta yardas (54, 86 mt) de largo por treinta (27, 43 mt) de ancho, formado por cortinas que colgaban de columnas de bronce, de argollas de bronce. Dentro de este recinto los sacerdotes y los levitas ofrecían los sacrificios y a ese lugar tenían acceso los judíos. Estas distinciones representan la diferencia que hay entre la iglesia visible nominal y la iglesia espiritual verdadera, que es la única que tiene entrada a la presencia de Dios y puede tener comunión con Él.
Vv. 20, 21.El aceite puro representan los dones y las gracias del Espíritu que todos los creyentes reciben de Cristo, el buen Olivo, y sin el cual nuestra luz no puede alumbrar delante de los hombres. Los sacerdotes tenían que encender las lámparas y cuidarlas. Obra de los ministros por medio de la predicación y exposición de las Escrituras, que son como una lámpara, es alumbrar la iglesia, el tabernáculo de Dios sobre la tierra. Bendito sea Dios, esta luz no está ahora limitada al tabernáculo judío; más bien es una luz para iluminar a los gentiles y para salvación hasta lo último de la tierra.
CAPÍTULO 27
Versículos 1-8. El altar del holocausto. 9-19. El atrio del tabernáculo. 20, 21. El aceite para las lámparas.
Vv. 1-8.Delante del tabernáculo, en el atrio, donde entraba la gente, había un altar al cual debían llevar los sacrificios y sobre el cual los sacerdotes debían ofrecerlos a Dios. El altar era de madera revestida con bronce. Un enrejado de bronce se ponía en la parte hueca del altar, en medio del cual se mantenía encendido el fuego y se quemaba el sacrificio. El enrejado era hecho de obra de rejilla, como cedazo y quedaba sobre el hueco para que por ahí cayeran las cenizas. El altar de bronce era tipo de Cristo que muere para expiar nuestros pecados. El fuego del cielo habría consumido la madera si no hubiera estado protegida por el bronce: tampoco la naturaleza humana de Cristo hubiera podido soportar la ira de Dios si no hubiera estado sostenida por el poder Divino.
Vv. 9-19.El tabernáculo estaba cercado por un atrio de una sesenta yardas (54, 86 mt) de largo por treinta (27, 43 mt) de ancho, formado por cortinas que colgaban de columnas de bronce, de argollas de bronce. Dentro de este recinto los sacerdotes y los levitas ofrecían los sacrificios y a ese lugar tenían acceso los judíos. Estas distinciones representan la diferencia que hay entre la iglesia visible nominal y la iglesia espiritual verdadera, que es la única que tiene entrada a la presencia de Dios y puede tener comunión con Él.
Vv. 20, 21.El aceite puro representan los dones y las gracias del Espíritu que todos los creyentes reciben de Cristo, el buen Olivo, y sin el cual nuestra luz no puede alumbrar delante de los hombres. Los sacerdotes tenían que encender las lámparas y cuidarlas. Obra de los ministros por medio de la predicación y exposición de las Escrituras, que son como una lámpara, es alumbrar la iglesia, el tabernáculo de Dios sobre la tierra. Bendito sea Dios, esta luz no está ahora limitada al tabernáculo judío; más bien es una luz para iluminar a los gentiles y para salvación hasta lo último de la tierra.
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