miércoles, 11 de marzo de 2009

La emoción de la gracia


La emoción de la gracia

Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.

Juan 1:16

¿Es la experiencia de la gracia de Dios en su vida algo emocionante? ¡Lo es para mí! Es conmovedor el solo pensar en el hecho de que Dios, por su propio plan soberano, decidió tener misericordia conmigo.

Él derramó su gracia sobre mí. Él perdonó todos mis pecados. Me dio la presencia interior del Espíritu Santo. Me dio el entendimiento de su Palabra. Me llamó al ministerio espiritual. Todos los días me da abundante comunión con los santos, y me gozo en ser parte de su pueblo redimido. Él me permite ver el mundo como la obra de sus manos. Soy su hijo, y Él me ama de una forma personal.

No hay nada mejor que recibir gracia sobre gracia. Pido a Dios que esa sea la experiencia de usted.

martes, 10 de marzo de 2009

Prioridades correctas


Prioridades correctas

Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.

Colosenses 3:2

¿Dónde están sus prioridades? ¿Se está concentrando en las cosas de este mundo o en las cosas espirituales? ¿Si Cristo viniera mañana se estropearían los planes de usted? Lamentablemente, muchos cristianos esperan que Él no se aparezca por algún tiempo.

¡Qué comentario tan triste! Si prefiere estar en la tierra que estar en el glorioso hogar de Cristo en el cielo, entonces usted no ama su venida. Dios se aflige cuando no vivimos esperando su gloriosa presencia y estamos más interesados en las cosas efímeras de este mundo.

¿Dónde está su corazón? Es tiempo de hacer un examen minucioso de sus prioridades. Cuando verdaderamente se está agradecido por la salvación que Dios ha dado, se vive con la esperanza de la plenitud de esa salvación aun por venir. Haga suyo el deseo de Juan: "Sí, ven, Señor Jesús" (Ap. 22:20).

lunes, 9 de marzo de 2009

Luchar para que los corazones de los creyentes sean consolados


Luchar para que los corazones de los creyentes sean consolados
Colosenses 2:2 Para que sean consolados sus corazones, entrelazados ellos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de la plena certidumbre de entendimiento, hasta alcanzar el pleno conocimiento del misterio de Dios, es decir, Cristo.

Efesios 5:29 Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida con ternura, como también Cristo a la iglesia.

Colosenses da suma importancia al corazón. En esta epístola Pablo recalca que el corazón es crucial para recibir la revelación de Cristo. Pablo sabía que si hemos de presentar perfectos en Cristo a los demás, debíamos preocuparnos por la condición de los corazones de ellos. La iglesia en Colosas había sido invadida por ordenanzas y observancias judías y también por la filosofía, el misticismo y el ascetismo paganos. Esto hizo que los santos se llenaran de opiniones, se volvieran disidentes y llegaran a sentirse insatisfechos. Estos asuntos también afectaron el corazón de los santos, provocando que se enfriaran y se dividieran los unos de los otros. Por esta razón, Pablo luchaba por los santos, a fin de que los corazones de ellos fueran consolados y entrelazados en amor.

En este versículo, consolar el corazón de las personas significa cuidarlas con ternura, y amorosamente darles calor. Efesios 5:29 dice que Cristo sustenta y cuida a la iglesia con ternura. Sustentar significa alimentar, y cuidar con ternura quiere decir abrigar. ¡Cuánto necesitaban los santos de Colosas experimentar el cuidado tierno del Señor! Sus corazones necesitaban ser consolados, necesitaban experimentar un cuidado cálido y tierno.

Pablo dijo además que los corazones de ellos necesitaban ser entrelazados en amor. La expresión “entrelazados en amor” implica que entre los creyentes había ocurrido alguna clase de separación y que su amor había sido afectado. Las distintas observancias, ordenanzas y filosofías que se habían infiltrado provocaron una pérdida de amor.

domingo, 8 de marzo de 2009

Ministramos a Cristo como el misterio de Dios


Ministramos a Cristo como el misterio de Dios

Colosenses 2:9 Porque en Él (Cristo) habita corporalmente toda la plenitud de la deidad.

1 Corintios 6:17 Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con Él.

Debemos compartirles a otros cómo Cristo es la corporificación del Dios Triuno en nuestra experiencia. Debemos ser capaces de testificar cómo experimentamos cada día a Cristo como el Padre, el Hijo y el Espíritu. Puesto que tenemos a Cristo, tenemos también al Padre; y puesto que estamos en Cristo, estamos también en el Espíritu. El Espíritu que se mueve en nosotros es en realidad Cristo mismo. Cada día debemos ser un solo espíritu con el Señor y experimentar el hecho de que Él es uno con nosotros. En todos los aspectos de nuestra vida diaria y dondequiera que estemos, debemos experimentar cada vez más lo que significa ser un solo espíritu con el Señor. Esto no debe ser una doctrina ni una teoría para nosotros, sino una realidad en nuestra vida cristiana.

El hecho de que el Señor es la corporificación del Dios Triuno, implica que todas las riquezas del Padre se hallan corporificadas en el Hijo. Además, el Hijo es plenamente hecho real a nosotros como el Espíritu, el cual es ahora un solo espíritu con nosotros. Debemos saber en la práctica lo que es ser un espíritu con el Señor, con Aquel que es la corporificación del Dios Triuno. Si lo experimentamos de esta manera, podremos ministrarlo a las personas para el nutrimento y enriquecimiento de ellas, y ellas, como resultado, crecerán en Él. El crecimiento proviene de la alimentación. Si ellas se nutren del Cristo que les ministramos, esto es, del Cristo que es el misterio de Dios, serán perfeccionados y madurarán en Cristo.

sábado, 7 de marzo de 2009

Debemos ministrar el Cristo que es la porción de los santos


Debemos ministrar el Cristo que es la porción de los santos

Colosenses 2:6-7 Por tanto, de la manera que habéis recibido al Cristo, a Jesús el Señor, andad en Él; arraigados y sobreedificados en Él…



Si hemos de presentar perfecto en Cristo a todo hombre, debemos ministrarles el Cristo que es la porción de los santos (Col. 1:12). Si no experimentamos a Cristo en todos Sus aspectos, nos será muy difícil ministrar a este Cristo a otros. Por ejemplo, si no conocemos por experiencia lo que significa vivir por Cristo, no podemos ayudarle a nadie a vivir por Cristo. Pero si en nuestra vida diaria vivimos a Cristo, lo cultivamos y lo producimos como nuestro fruto, espontáneamente infundiremos a Cristo a otros cuando nos relacionemos con ellos. Cuanto más tomemos a Cristo como nuestra vida y nuestra persona, más capacidad tendremos para ministrar a Cristo en los demás. Al experimentar a Cristo y vivir por Él, influiremos en otros para que hagan lo mismo. Debemos disfrutar a Cristo como nuestra buena tierra; debemos laborar, vivir, andar y tener nuestro ser sumergido en Él. De este modo, infundiremos en los demás el mismo Cristo que experimentamos y por el cual vivimos. Lo que necesitamos en el recobro del Señor no es esforzarnos más por traer a otros a la vida de iglesia, sino ministrar las riquezas de Cristo en las personas para que crezcan y maduren. Por esta razón, nosotros mismos debemos experimentar más a Cristo como la porción de los santos.

viernes, 6 de marzo de 2009

Presentar a todo hombre perfecto en Cristo


Presentar a todo hombre perfecto en Cristo

Colosenses 1:27-28 …Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre.



En el original griego, la palabra “perfecto” (Col. 1:28) podría traducirse también plenamente crecido, completo o maduro. El ministerio de Pablo consistía en impartir a Cristo en otros para que fuesen hechos perfectos y completos al madurar en Cristo hasta obtener el crecimiento pleno. Sin embargo, en la actualidad muchos obreros cristianos ni siquiera tienen la noción de presentar perfecto en Cristo a todo hombre y laboran con metas diferentes. Nosotros, en cambio, debemos tener la misma meta que Pablo.

Incluso al predicar el evangelio, nuestra meta debe ser impartir vida, a fin de presentar a otros maduros, perfectos, en Cristo. Al predicar el evangelio a los incrédulos, al ministrarles a Cristo y al ayudarles a recibir al Señor, no debemos simplemente tener la meta de salvarlos del lago de fuego y de la condenación de Dios. Nuestra meta tampoco debe limitarse a que ellos experimenten el perdón de Dios; más bien, nuestra meta debe ser impartir a Cristo en ellos para que con el tiempo puedan ser presentados perfectos en Cristo. Si al predicar el evangelio no logramos impartir a Cristo en otros, nuestra predicación se encontrará por debajo de la norma de Dios. Debemos infundir a Cristo en todos aquellos con quienes hablemos. Debemos tener la misma meta al tener comunión con los santos. Cuando nos relacionamos con los santos, nuestra meta debe ser ministrarles a Cristo para que maduren en Él.