miércoles, 6 de junio de 2012

haga a Jesúscristo el Señor de su vida.


AL PASAR lentamente la caravana de automóviles por la ciudad, miles de personas se aglomeran en las veredas con la esperanza de captar algo de lo que sucede. Las bandas en marcha anuncian la llegada con gran fanfarria, y los agentes de seguridad revisan la multitud y corren al lado de la limusina. Con pompa y protocolo, símbolos modernos de eminencia e importancia, se pregona el arribo de un jefe de estado. Sean estos líderes por nacimiento o por elección, los honramos y respetamos.
Los judíos esperaban a un líder que poetas y profetas inspirados habían anunciado siglos antes. Creían que ese Mesías («el Ungido») los rescataría de la opresión romana y establecería un nuevo reino. Como rey, gobernaría la tierra con justicia. Sin embargo, muchos judíos no se habían fijado en las profecías que decían que aquel rey también sería un siervo sufrido que primero sería rechazado y asesinado. Por lo tanto, no es de extrañar que pocos judíos reconocieron a Jesús como el Mesías. Con su humildad y simplicidad, ¿cómo podía aquel humilde maestro de Nazaret ser su rey? Pero Jesús era y será siempre el Rey de toda la tierra.
Mateo (Leví) fue uno de los doce discípulos de Jesús. Había sido un despreciado recaudador de impuestos, pero aquel hombre de Galilea lo transformó. Mateo escribió este Evangelio para sus compatriotas judíos con el propósito de demostrarles que Jesús era el Mesías y explicarles el Reino de Dios.
Mateo comienza su relato con la genealogía de Jesús. Luego se dedica al nacimiento de Jesús y sus primeros años, la huida de su familia a Egipto para evitar al asesino Herodes y su regreso a Nazaret. Después de que Juan el Bautista lo bautiza (3.17) y sufre la tentación en el desierto, Jesús comienza su ministerio público, escoge a sus primeros discípulos y enseña el «Sermón del Monte» (capítulos 5 al 7). Mateo a continuación muestra la autoridad de Jesús al relatar sus milagros de curar a los enfermos, liberar a los poseídos por el demonio y aun resucitar personas.
Pero el ministerio de Jesús enfrentó oposición y los capítulos 12–15 narran el odio y el hostigamiento a que fue objeto por los que estaban vinculados al sistema religioso.
En los capítulos 16–20, Mateo continúa relatando las enseñanzas de Jesús relacionadas con el Reino. Durante ese tiempo, Jesús habló con sus discípulos acerca de su muerte y resurrección inminentes (16.21), y reveló su verdadera identidad a Pedro, Jacobo y Juan (17.1–5). Al final de su ministerio, Jesús entró triunfalmente en Jerusalén (21.1–11). Pero muy pronto la oposición entró en acción y su muerte estuvo próxima. De modo que Jesús impartió a sus discípulos enseñanzas relacionadas con el futuro: qué debían esperar antes de su regreso (capítulo 24) y cómo vivir hasta ese entonces (capítulo 25).
En Mateo, la parte final (capítulos 26–28), enfoca los días finales de Jesús en la tierra: la última cena, su oración en Getsemaní, la traición de Judas, la huida de los discípulos, la negación de Pedro, los juicios ante Caifás y Pilato, las palabras finales de Jesús en la cruz y su sepultura en una tumba prestada. Pero la historia no termina allí, porque el Mesías resucitó de la muerte, derrotando a la muerte y enviando a sus discípulos para que continuaran su obra haciendo discípulos en todas las naciones.
A medida que lea el evangelio, escuche el claro mensaje de Mateo: Jesús es el Cristo, el Rey de reyes y Señor de señores. Celebre su victoria sobre el mal y la muerte y haga a Jesúscristo el Señor de su vida.

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