lunes, 4 de octubre de 2021

Una prueba de amor. Parte 1

 

Una prueba de amor. Parte 1


“Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación.” Apocalipsis 2:14

“Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; más el que fornica, contra su propio cuerpo peca.” 1 Corintios 6:18

Balac, Rey de Moab, cuando supo todo lo que los israelitas les habían hecho a los amorreos, luego de ser liberados de Egipto, él y todo el pueblo de Moab se llenaron de miedo y encargaron con gran insistencia, por medio de Balaam, maldecir a Israel para que fuera derrotado (Números 22:5-6).

Balac llevó a Balaam a las partes altas para que pudiera ver el campamento de Israel y desde allí maldecirlo, pero cada vez que abría la boca, por mandato del Señor, solo salían palabras de bendición, pues se cumplía que “Benditos los que te bendijeren, y malditos los que te maldijeren” (Génesis 12:3, Números 24:9).

Sin embargo, al final nos dice la Palabra de Dios que Balaam enseñó a Balac a poner tropiezo al pueblo de Israel, llevándolo a la fornicación con las mujeres de Moab; lo que ocasionó la ruina del pueblo y la consecuencia de una terrible enfermedad, donde murieron veinticuatro mil Israelitas (Números 25:9, Números 31:15-16).

Podemos ver entonces que ningún otro pecado puede tener tan graves consecuencias y causar tanto daño, como la fornicación. Si un pueblo, que contaba con la protección de Dios y que nada lo hacía caer en manos de su enemigo, al final es derrotado por practicar la fornicación, cuanto daño hace también en nosotros, en nuestro corazón, caer en esta práctica, pues estamos pecando contra nosotros mismos y colocando un muro de separación con nuestro Dios santo.

Pero Dios nos restaura a través de su verdadero amor, por medio de la fe en Cristo, para que no presentemos nuestros miembros al pecado como instrumentos de injusticia sino, más bien, nos presentemos a Dios como vivos de entre los muertos y nuestros miembros como instrumentos de justicia (Romanos 6:13).   Oración.

«Padre, en la fe de Jesús, tú me has sanado de todo pecado sexual, de las consecuencias terribles que tiene esta práctica que el mundo ve como algo normal, pero que te ofende y hace daño a mi vida; perdona por tanto mi maldad y hazme libre para presentar mi cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a ti, Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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