“Lucha por la verdad”
“Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la
espada aguda de dos filos dice esto: Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde
está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni
aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde
mora Satanás. Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que
retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los
hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer
fornicación. Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas,
la que yo aborrezco. Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y
pelearé contra ellos con la espada de mi boca”. Apocalipsis 2:12-16
Ahora las palabras del Señor Jesucristo van dirigidas a la
iglesia de Pérgamo, que no había renunciado a la fe a pesar de las
persecuciones, los reta a que luchen por la verdad, que no se aferren a las
falsas enseñanzas, ni toleren la impureza sexual. Llama a su iglesia al
arrepentimiento y a la pureza, a entender que la verdad es lo que importa.
Recordemos que la ciudad de Pérgamo era un gran centro religioso pagano con
muchos templos dedicados a dioses falsos. El apóstol Juan le dijo a esta
iglesia en Pérgamo, que allí estaba el trono de Satanás.
El libro de hebreos se refiere a la Palabra de Dios como la
espada de dos filos, (Hebreos 4:12). En este contexto el Señor la iba a usar
contra su propia iglesia. Cristo alaba a su iglesia: en Apocalipsis 2:13 dice:
“Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero
retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi
testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás.»
Lo primero que el Señor dice es que sabía dónde moraba esta
iglesia. Era un lugar especialmente difícil para una iglesia, ya que allí
estaba «el trono de Satanás». No era simplemente que Satanás estaba en aquella
ciudad, sino que allí había establecido el centro de su poder. El Señor, y
algunos creyentes en Pérgamo, eran conscientes de la realidad de la guerra
espiritual que se estaba llevando a cabo en ese lugar.
Y no deja de sorprendernos que una ciudad tan culta desde un
punto de vista humano, centro del saber y del conocimiento, fuera vista por el
Señor como el «trono de Satanás». No olvidemos que la sabiduría de este mundo
nada tiene que ver con la sabiduría de Dios, (1 Corintios 3:19).
El Señor reconoce la fidelidad de su iglesia en medio de las
difíciles circunstancias en las que se encontraba. Era un hecho que la
oposición no había logrado debilitar el celo de los cristianos.
Cristo reprende a su iglesia, haciendo referencia cuando al
profeta Balaam fue inducido a maldecir a Israel y no pudo. Lastimosamente el
pueblo se contaminó de paganismo cuando se mezclaron con la cultura moabita.
Esta doctrina de Balaam había logrado introducirse en la iglesia en Pérgamo y
ellos también habían comenzado a comer cosas sacrificadas a los ídolos y a
cometer fornicación. No participar de esas celebraciones implicaba separarse
socialmente y había mucha presión para adaptarse a esas costumbres y evitar la
persecución.
Hoy algunos creyentes con la excusa de predicar el evangelio
a los inconversos, también hacen concesiones, usando el argumento de que hay
que adaptarse a los nuevos tiempos. Cuando el cristianismo se mezcla con el
paganismo pierde su identidad y su valor. El problema en la iglesia en Pérgamo
no era sólo su participación en las prácticas del mundo, sino también la
aceptación de ciertas doctrinas heréticas.
Aunque la tolerancia está de moda en nuestra cultura moderna,
la iglesia no puede permitir ni actitudes pecaminosas, ni enseñanzas heréticas.
Si no se ejerce una sana disciplina terminamos aceptando todo aquello que el
Señor aborrece.
“Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y
pelearé contra ellos con la espada de mi boca”. (Apocalipsis 2:16). El único
remedio para cualquier conducta pecaminosa es arrepentirse, porque de otro
modo, Dios mismo intervendrá con la espada de su boca para acabar con aquellas
cosas que no le agradan. ¡Hermanos luchemos por la Verdad! Oración.
«Amado Jesús, lléname con tu Palabra, no permitas que
cualquier actitud pecaminosa en mí, comprometa el testimonio de tu iglesia,
llévame a la santidad y a ser luz en medio de las tinieblas, a defender la sana
doctrina a pesar de la presión que esto conlleva, quiero escuchar solo tu voz
Espíritu Santo, ayúdame a aferrarme a tu verdad a pesar de la cultura donde
vivo, mantenme fiel a ti, amén.