viernes, 10 de junio de 2022

Siervo bueno y fiel

 


Siervo bueno y fiel

“Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo, el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor”, Mateo 25:14-18

¿Con cuál de estos tres siervos te identificas? ¿Con los que actuaron diligentemente y administraron de forma correcta lo que se les había entregado? O tal vez con el que escondió su talento por temor y no lo administró.

Quizá al leer este pasaje te identifiques con los dos primeros hombres de esta historia y digas ‘yo soy como ellos, lo que Dios me ha entregado lo he sabido administrar bien gracias a la ayuda y guía del Espíritu Santo’; pero, probablemente, este no sea tu caso, pues quizá digas “yo soy como el último de los siervos, no los he administrado porque no sé cuáles son los talentos que Él me ha dado; y si los conozco, no sé cómo usarlos, no me han enseñado y no estoy capacitado”; y pensaremos que con esta respuesta tendríamos una justificación válida ante Dios y que recibiremos de su parte un “Claro ¡no te preocupes! yo te entiendo”, pero la verdad es que esa respuesta nunca la escucharemos, pues al igual que el señor de este siervo, no se nos expresarán palabras de felicitación, sino que se nos llamará la atención, pues habiendo alternativas para poner en movimiento lo que se nos ha confiado, hemos decidido ignorar su llamado (por maldad y negligencia) y esconder aquellos talentos que nuestro Señor nos ha encomendado.

Y es que con este actuar estamos manifestando que hemos intentado gestionar esos talentos espirituales bajo nuestra carne; emociones, pensamientos y voluntad; cuando únicamente se pueden administrar, de manera espiritual, es decir, con la ayuda, guía y dirección del Espíritu Santo, quien ya sabemos mora en nosotros, pues Él es quien nos capacita para que vayamos y llevemos fruto, fruto que permanece (Juan 15:16b, Gálatas 5:22-23)

Ahora, pensaremos, como el Espíritu Santo es quien hace la obra, entonces ¿yo no debo hacer nada más? Claro que hay algo que nos corresponde hacer: Buscar intencionalmente a Dios en oración; escudriñar las Escrituras; congregarnos, pues necesitamos compartir tiempo con nuestros hermanos en la fe, ser enseñados por nuestros pastores, líderes; hacer los niveles bíblicos para conocer si lo que me están enseñando va conforme la sana doctrina; testificarle a mi familia, a mis amigos, al mundo de la obra de Cristo; obedecer, practicar lo aprendido.

Por lo tanto, no podemos seguir estancados en el “no tengo las capacidades, el talento que se necesita”, pues ya vimos que esa no es una razón justificable, pues recordemos que a ¡todos! Dios nos ha dado talentos; ya sea uno, dos, cinco o más; están bajo nuestra responsabilidad y debemos administrarlos con la ayuda de su Espíritu Santo.

Reflexionemos, ¿cuáles son los talentos que me ha dado Dios y qué estoy haciendo con ellos? Con el talento de hablar, de leer, de escribir, por lo menos alguno de ellos debo tener, pero ¿los estoy poniendo al servicio del Señor? o ¿me los estoy reservando?

En este día digámosle al Señor: Señor aquí tienes lo que te corresponde, he trabajado gracias a tu Espíritu Santo con los talentos que me has dado y te entrego otros más. Entonces saldrá de la boca de nuestro Señor: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.” Mateo 25:21b   Oración.

«Padre, hoy me rindo delante de ti y te pido me ayudes a poner a tu servicio esos talentos que me has entregado; quizá he puesto muchas excusas para no servirte, pero no quiero esquivar más mi responsabilidad. Hoy me dispongo delante de ti y te pido me uses como tu instrumento. Gracias por hacerme entender que no es en mis fuerzas que se administran los talentos que me has dado, sino con la guía y el poder de tu Espíritu Santo que vive en mí. En el nombre de Jesús, amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.