sábado, 26 de febrero de 2022

El hogar y la iglesia

 


El hogar y la iglesia

“Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”. Efesios 6:1-4

“Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”. Deuteronomio 6:5-9

Los fundamentos del estado y de la iglesia nacieron en la familia, esa unión sagrada que Dios instituyó desde el comienzo, creada para que no estemos solos, sino para compartir con otros. El hogar es el lugar primordial para educar; el padre, la madre, los abuelos, deben participar de la educación de los hijos.

El pasaje de Efesios dice “criadlos”, en el griego no solo es sustentar materialmente la vida de nuestros hijos, sino entrenarlos, educarlos para vivir y conducirlos a la madurez.

El Señor nos invita a la ética en el hogar; como padres, en nuestro trato hacia nuestros hijos, debemos cuidar de ser ásperos y rígidos al grado de que se llenen de ira. Aquí dice “provocar a ira” es como causar exasperación que los lleve al desánimo. Tampoco conducirnos de manera déspota y descargar nuestras frustraciones y hostilidades sobre ellos: ese trato cruel e inconsciente causa muchos problemas emocionales y genera resentimientos, rompiendo la unidad familiar.

Uno de los problemas más graves de esta época es el abuso emocional y físico de los padres sobre los hijos. Cada vez más la familia se ve fracturada por esto, dando paso a hijos rebeldes que no se someten a ninguna autoridad porque no han experimentado el amor de Dios a través de sus padres, por eso es que no ven a Dios como un Padre en el cual confiar.

Nuestra principal tarea es instruirlos y dirigirlos en el amor del Señor. Hagamos bien nuestra tarea para que ellos no la desprecien, como dice Proverbios 1:8 “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre”. Los padres o adultos a cargo de niños somos tutores, debemos tener tiempo para entrenarlos y educarlos personalmente en el temor de Dios y con amor. La disciplina va de la mano de la instrucción y de la manera que el Señor nos enseña.

Así como en la familia, la iglesia también tiene un rol de educación que debe ser integral, conduciendo a los miembros en instrucción, dirección y disciplina, según los principios de Dios, a la madurez espiritual, para que no se aparten de los caminos del Señor. Es una tarea que nos dejó el Señor Jesucristo en Mateo 28:20 “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”.   Oración.

«Amado Dios, tú amas la unidad familiar porque fue tu diseño desde el principio; instituiste la familia para que fuera un refugio de amor, de enseñanza y dirección para mis hijos y poder conducirlos por tus caminos, no permitas que descuide mi llamado como tutor y educador, porque algún día tendré que dar cuenta de mi familia. Gracias por tus principios, que son claros y me llevan a crecer como persona y a inculcar en mis hijos tu amor incondicional. En Cristo Jesús, amén.    Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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