Reflejar a Cristo por medio del Servicio
“Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí
también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.”, Juan
12:26
“El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe
a mí, recibe al que me envió. El que recibe a un profeta por cuanto es profeta,
recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo,
recompensa de justo recibirá. Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un
vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no
perderá su recompensa”, Mateo 10:40-42
Cuando le servimos, estamos llamados a seguirle, a caminar la
senda que él caminó en obediencia al Padre, pero él, además de darnos
capacidades espirituales y porqué no decirlo, materiales, nos hace ministros
(representantes del Rey de Reyes) y donde estemos nosotros, él mismo está con
nosotros, es decir, si estamos obedeciendo el llamado, las personas realmente a
quien deben percibir a través de nosotros es a Jesús, sus atributos, pero
también el encargo que él mismo nos hace. En pocas palabras se cumple lo que
dice Mateo 10:40-42, cuando vamos a hablar de él, vamos en su nombre, y es como
si él estuviera hablando, porque si alguien nos rechaza es a Él, Cristo vivo, a
quien rechazan.
Si bien es un alto cargo, una alta responsabilidad, un
compromiso total, no es para llenarnos de vanagloria, sino que debemos tener la
actitud de servir como él sirvió y se dio a los demás. Jesús dio su propia vida
por nosotros y nosotros así mismo deberíamos sacrificar tiempo, cosas
secundarias, dinero, etc. No es comparable lo que Jesús sacrificó con lo que
nosotros tenemos que sacrificar, pero nos aterriza saber que estamos siendo
siervos inútiles (Lucas 17:7-10).
Sin embargo este enorme privilegio y la experiencia de
servirle nos transforma, porque su amor es la motivación, al hacerlo por amor,
no por conveniencia. (2 Corintios 5:14-15). El amor de Cristo nos impulsa, y
nos lleva a pensar que ya morimos y no nos servimos a nosotros mismos, sino a
aquel que dio su vida por nosotros. Por esto hay un cambio en nuestro estilo de
vida, nuestra vida le pertenece; pero eso es maravilloso pues nos da sentido y
propósito, nos da vida abundante.
Una aclaración importante es que el servicio a Dios no
reemplaza nuestra relación con Dios, nuestra relación con el Señor alimenta,
nutre y da fuerzas a nuestro servicio, una poderosa palabra enseña este
principio: Jeremías 23:22: “Pero si ellos hubieran estado en mi secreto,
habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y lo habrían hecho volver de su mal
camino, y de la maldad de sus obras”
Aplicando el principio revelado en el anterior versículo
podemos aprender que si estamos en el secreto con Dios, en la intimidad, vamos
a escuchar su voz, en ese tiempo donde le decimos “Señor, qué quieres que yo
haga”, donde hablamos con Él, ese tiempo en el que compartimos con Jesús y le
pedimos que nos muestre su voluntad, pero también que nos de la fuerza para
ejecutarla. Así haremos oír su Palabra a aquellos donde Él nos envíe. Oración.
«Padre, servirte es un privilegio que me has concedido
gracias a la fe en Cristo. Anhelo hacerlo conforme a tu Palabra, viviendo
primero en intimidad y búsqueda constante de tu presencia, reflejando el
carácter de tu Hijo, quien en todo momento te buscaba y hallaba guia de tu
Espíritu para servir con poder y amor. En el nombre de Jesús, amén.