Gratitud
“Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le
dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con
toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es
semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos
depende toda la ley y los profetas”, Mateo 22:36-40
Debemos dar gracias a Dios por todo lo que nos ha dado; la
gratitud exalta el favor de Dios en contraposición al individualismo
egocéntrico que promueve la exaltación de los propios logros o esfuerzos
humanos. No es que sea malo esforzarse, ser diligente y disciplinado, la
equivocación está en no reconocer dos aspectos importantes de la verdad de Dios
que están condensados en Mateo 22:36-40, acerca de amar a Dios y el amar a
nuestro prójimo.
Amar a Dios, no es un sentimiento religioso sino el acto
mismo de obediencia a su Palabra y como consecuencia, la apertura de nuestro
corazón a recibir su provisión de amor, misericordia y gracia a través de Jesús
que lo llena todo, pues Dios ha sido realmente el que nos da la vida, la salud,
las oportunidades; su paz, su amor, su protección, entre otras cosas.
Amar a Dios, es recibir a Cristo y demostrar con nuestra fe
que: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Juan 14:15). En el contexto de
este versículo, estos mandamientos comprenden todo el alcance de la revelación
de Cristo. El certero significado del pasaje es que la obediencia a los
mandamientos de Cristo es una muestra y una prueba de nuestro amor por Él.
Después de que Jesús hace la afirmación «Si me amáis, guardad
mis mandamientos» (Juan 14:15), nos da la promesa del Espíritu: «Y yo rogaré al
Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre»
(Juan 14:16). Jesús sabe que para cumplir sus mandamientos en este mundo caído
necesitamos de una fuente divina de poder, que es la presencia del Espíritu
Santo que vive en nosotros.
Así que este primer aspecto de amar a Dios, se trata de
nuestra dependencia absoluta a su soberanía, cultivando nuestra relación con
Dios en total gratitud. Amarlo es confiar plenamente en él, confiar plenamente
nos debe llevar a obedecerlo, obedecerlo nos lleva a ser bendecidos y a ser
bendición para nuestro prójimo. Para poder amar a nuestro prójimo debemos
obedecer a Dios porque este también es un mandamiento de amor: “Un mandamiento
nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os
améis unos a otros.” (Juan 13:34). En pocas palabras, Él nos dio para dar, Él
nos da su amor abundante, para darlo a nuestro prójimo. Esta es la mayor
gratitud hacia Dios, que demos de lo que Él nos ha dado.
Entonces, a esforzarse, ser diligente y disciplinado pero en
total dependencia y obediencia a Dios. Pedimos su fuerza para amar cada día al
prójimo, pedimos su amor para perdonarlo y levantarlo, necesitamos su poder, el
de su Espíritu para mantenernos en comunión a pesar de las diferencias. Oración inicial
«Te decimos gracias Señor, y queremos mostrar nuestra
gratitud llevando el evangelio a quienes no lo conocen, y amando a nuestro
prójimo tal como tú nos amaste en la cruz. Que tú Espíritu nos lleve a vivir
tal y como tú viviste. En el nombre de Jesús, amén