viernes, 31 de enero de 2020

La diferencia entre la obediencia y la desobediencia


La diferencia entre la obediencia y la desobediencia
“Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que sus hijos hacían con todo Israel, y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión. Y les dijo: ¿Por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes. No, hijos míos, porque no es buena fama lo que yo oigo; pues hacéis pecar al pueblo de Jehová. Si pecare el hombre contra el hombre, los jueces le juzgarán; mas si alguno pecare contra Jehová, ¿quién rogará por él? Pero ellos no oyeron la voz de su padre, porque Jehová había resuelto hacerlos morir”, 1 Samuel 2:22-25
“El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí; y la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia. Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo oye. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar. Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye”, 1 Samuel 3:1, 9-10
Qué gran diferencia entre los que entran a la presencia de Dios para oír y obedecer a Dios y aquellos que entran y no hacen caso a su voz y le desobedecen. Aquí hay un paralelo entre los hijos de Elí y el joven Samuel.
Los hijos de Elí no seguían las instrucciones dadas por Dios, servían en la carne, trataban las ofrendas con irreverencia y su conducta era inmoral dando mal ejemplo al pueblo, llevándolo a pecar. ¿Qué pasaba con ellos? No escuchaban la amonestación de su padre, que era el sacerdote en ese entonces, y vivían su vida espiritual a su manera, haciendo cosas desagradables delante de Dios.
Hay dos observaciones aquí, sobre Elí, que debemos tener en cuenta: la primera es que estaba viejo, cansado, le faltaba autoridad sobre sus hijos porque no los reconvenía para sacarlos de su error; y la segunda es que descuidó su comunión con Dios, no leía la Palabra y ya no tenía visión espiritual, por eso había ausencia y desconocimiento total del mensaje de Dios que lo llevó a una crisis espiritual.
Cuando nos alejamos de Dios y de su Palabra, es evidente que el fuego del Espíritu se apaga en nuestro interior y perdemos nuestra comunión, nuestra adoración, dejamos de escuchar su voz y no recibimos la revelación de su Palabra. ¿Cuántas veces dejamos para Dios lo que debemos hacer nosotros? La educación y la enseñanza a nuestros hijos es indelegable y Dios nos llamará a cuentas por ello.
Que diferencia la vida del pequeño Samuel, ministraba en la presencia de Dios, se deleitaba en ofrecer su mejor adoración y servía en el templo, quizás con tareas apropiadas a su edad, encendiendo las velas, cumpliendo diligencias, cerrando las puertas, etc. Pero todo lo hacía con amor y un corazón dispuesto.
El Señor vio a Samuel como un instrumento limpio que podía usar, por eso lo llamó tres veces y él responde tres veces “Heme aquí” y se presenta ante el sacerdote que se da cuenta que es Dios quien le está llamando y le enseña cómo debe contestar: “habla, que tu siervo escucha”. Cuán importante es disponernos para Dios, tener un corazón humilde para ser enseñados, escuchar su voz y ser iluminados por su Santo Espíritu para obedecer lo que nos dice.
Recordemos lo que dice el Salmo 25:14 “La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto”. El deseo de cada creyente y adorador de Dios debe ser reflejar la luz divina, siendo testimonio para otros. Oración.
Señor, es tiempo de levantarme y escuchar tu llamado, dispón mi corazón para ofrecerte la mejor adoración y poder llevar tu mensaje, porque estamos viviendo tiempos donde tu Palabra escasea y la visión está ausente, que mi boca no transmita lo que la gente quiere oír, sino lo que tú dices en tu Palabra. Aviva el fuego de tu Espíritu en mí para ser tan diligente como Samuel. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.