domingo, 11 de septiembre de 2022

No codiciarás cosa alguna de tu prójimo

 


No codiciarás cosa alguna de tu prójimo

“No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” Éxodo 20:17 RVR 1960

Santiago, por el Espíritu Santo, nos explica claramente la naturaleza de este décimo mandamiento: “Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” (Santiago 4:2-3).

Entonces, este mandamiento saca a la luz la falta de confianza en un Dios proveedor, que está dispuesto a atender nuestras necesidades para enseñarnos a depender únicamente de Él y no del mundo, a no ser nuestros propios dioses y a no aferrarnos a cosas que se esfuman y corrompen; mejor colocar nuestra atención, esfuerzo y vida en las cosas eternas como nos dice su palabra: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (Mateo 6:19-21).

Así que, si nuestro corazón está en las cosas materiales, en codiciar y envidiar lo que otros tienen, hemos faltado a este mandamiento y necesitamos de su gracia, porque todo pecado tiene como consecuencia la muerte espiritual (separación de Dios). Ir a la cruz es urgente, porque no podemos engañarnos ni engañar a Dios, puesto que “ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; más ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.” (1 Corintios 6:10-11).

Recibamos a Cristo por la fe en nuestro corazón, para que seamos lavados, santificados y justificados, a fin de que recibamos su Espíritu y, por su acción efectiva en nosotros, hagamos morir toda obra de la naturaleza pecaminosa.   Oración.

«Padre, que mi mirada esté en las cosas eternas; sé que tú eres mi proveedor y de ti dependo completamente, en el nombre de Jesús, amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.