Ungir tus pies
“Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde
estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los
muertos. Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que
estaban sentados a la mesa con él. Entonces María tomó una libra de perfume de
nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus
cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.” Juan 12:1-3
Conforme crece nuestra relación personal con Dios y nuestro
conocimiento de Él, se nos va revelando cada día más todo el amor con que el
Señor nos ha amado, nos ama y nos seguirá amando (Jeremías 31:3). Es un caminar
de su mano donde vamos siendo edificados, fortalecidos, perfeccionados,
afirmados y establecidos en todo momento y en cada área de nuestra vida (1
Pedro 5:10).
Y es justamente esa plenitud que vamos experimentando en
nosotros al poder ver y estar permanentemente con nuestro Dios, lo que hace que
cada día ya no queramos vivir para nosotros mismos, sino para aquel que murió y
resucitó por nosotros (2 Corintios 5:14-15). Es su amor inagotable,
incondicional, eterno y perfecto, lo que nos lleva y nos impulsa a tener vidas
que sean como un perfume a los pies de nuestro Señor, vidas que unjan los pies
de nuestro Dios.
Fue precisamente el amor, la grandeza y la misericordia de
Jesús con Lázaro y sus hermanas, lo que llevó a una de ellas a derramar sobre
sus pies el más auténtico y costoso de los perfumes; esta mujer dio al Señor lo
que de su corazón brotó en aras de ofrecerle a Dios su más sincera y preciosa
adoración, pues aun con sus cabellos los enjugó.
Hermanos, que en nuestro exterior de manera cada vez más
clara y amplia, se refleje la obra y transformación que el Señor está haciendo
en nuestro interior con su perfecto amor, pues es necesario que así como María,
nuestras vidas también sean ejemplo y motivación a los que están a nuestro
alrededor, de lo que una verdadera y personal relación con Dios puede llegar a
hacer en un corazón. Oración.
«Bendito Dios, en este día quiero adorarte y darte gracias
por tu amor y fidelidad a lo largo de mi vida; gracias por permanecer en mí y
por ayudarme a permanecer en ti. Anhelo que cada día más se vea reflejado en
cada área de mi vida, todo el amor y la bondad que de ti he recibido, pues has
impactado tanto mi corazón que quiero ser motivación para que otros también
quieran conocer y experimentar tu amor, Señor, amén.