Morir al viejo hombre.
“sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado
juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no
sirvamos más al pecado.”, Romanos 6:6
El evangelio, la mejor y más grande noticia de todas, es una
verdad que debemos saber, aceptar y experimentar. Pero que solo el Espíritu
Santo nos lo puede revelar de manera personal a cada uno de nosotros; para
ilustrar, es como si olvidáramos dónde guardamos las llaves de nuestra casa e
hiciéramos fuerza para recordar, intentamos, buscamos por todos los rincones
pero no hallamos nada, al llegar al desespero nos cansamos de intentar, ya
rendidos y sin esperanza, de repente viene alguien y nos dice, ‘mira las llaves
están encima de la nevera’. Y decimos, ‘cómo no se me ocurrió que estuvieran
allí’. Descansamos y agradecemos ese favor.
El Espíritu nos revela verdades mucho más grandes y ocultas
que ni el más grande intelectual del mundo puede entender, solo en su poder y
por medio de la palabra de Dios se nos revela qué fue lo que pasó en la cruz y
en la resurrección de Jesús y qué implicación tiene este hecho en la vida de
cada uno de nosotros.
Por esto la fe es la puerta estrecha, solo cabemos uno a uno,
es personal y nos obliga a dejar atrás nuestras preconcepciones y prejuicios,
de esto se trata el arrepentimiento: cambiar nuestra manera de pensar y conocer
la verdad y la verdad de Jesús nos hará libres.
De esto se trata, de saber que hay un hecho que determina
nuestra existencia, y creer que cuando aceptamos a Jesús en nuestro corazón, lo
que ocurrió es que fuimos colocados en él, en su muerte y su resurrección:
”Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así
también lo seremos en la de su resurrección” (Romanos 6:5)
Como dice el versículo de hoy “sabiendo esto”, y ¿qué es lo
que debemos saber?: que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con
Cristo para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no
siguiéramos siendo esclavos del pecado; pero también debemos saber que de la
misma manera que Cristo resucitó, nosotros resucitamos para vivir una nueva
vida. Nuestra fe es certeza, confianza y esperanza en algo que Dios dice y así
es.
Por lo tanto, como hemos escuchado y aceptado esta verdad,
considerémonos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo: “Así también
vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús,
Señor nuestro.” (Romanos 6:11) y como consecuencia, podemos experimentar el
efecto de no ser esclavos del pecado. (Romanos 6:12-14). Oración.
«Padre, no tengo porque vivir esclavo, ni viviendo mi vida
como la vivía antes, siguiendo solo mis deseos pecaminosos que me llevaban a
hacer lo malo, ahora estoy unido a Cristo, para que el pecado no reine en mí,
pues he sido hecho nueva creación, un nacimiento para vivir la vida que te
agrada a ti. Amén.