martes, 25 de marzo de 2025

Morir al viejo hombre.

 


Morir al viejo hombre.

“sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.”, Romanos 6:6

El evangelio, la mejor y más grande noticia de todas, es una verdad que debemos saber, aceptar y experimentar. Pero que solo el Espíritu Santo nos lo puede revelar de manera personal a cada uno de nosotros; para ilustrar, es como si olvidáramos dónde guardamos las llaves de nuestra casa e hiciéramos fuerza para recordar, intentamos, buscamos por todos los rincones pero no hallamos nada, al llegar al desespero nos cansamos de intentar, ya rendidos y sin esperanza, de repente viene alguien y nos dice, ‘mira las llaves están encima de la nevera’. Y decimos, ‘cómo no se me ocurrió que estuvieran allí’. Descansamos y agradecemos ese favor.

El Espíritu nos revela verdades mucho más grandes y ocultas que ni el más grande intelectual del mundo puede entender, solo en su poder y por medio de la palabra de Dios se nos revela qué fue lo que pasó en la cruz y en la resurrección de Jesús y qué implicación tiene este hecho en la vida de cada uno de nosotros.

Por esto la fe es la puerta estrecha, solo cabemos uno a uno, es personal y nos obliga a dejar atrás nuestras preconcepciones y prejuicios, de esto se trata el arrepentimiento: cambiar nuestra manera de pensar y conocer la verdad y la verdad de Jesús nos hará libres.

De esto se trata, de saber que hay un hecho que determina nuestra existencia, y creer que cuando aceptamos a Jesús en nuestro corazón, lo que ocurrió es que fuimos colocados en él, en su muerte y su resurrección: ”Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección” (Romanos 6:5)

Como dice el versículo de hoy “sabiendo esto”, y ¿qué es lo que debemos saber?: que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Cristo para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado; pero también debemos saber que de la misma manera que Cristo resucitó, nosotros resucitamos para vivir una nueva vida. Nuestra fe es certeza, confianza y esperanza en algo que Dios dice y así es.

Por lo tanto, como hemos escuchado y aceptado esta verdad, considerémonos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo: “Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.” (Romanos 6:11) y como consecuencia, podemos experimentar el efecto de no ser esclavos del pecado. (Romanos 6:12-14).   Oración.

«Padre, no tengo porque vivir esclavo, ni viviendo mi vida como la vivía antes, siguiendo solo mis deseos pecaminosos que me llevaban a hacer lo malo, ahora estoy unido a Cristo, para que el pecado no reine en mí, pues he sido hecho nueva creación, un nacimiento para vivir la vida que te agrada a ti. Amén.