Esforzarnos en la gracia.
“Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo
Jesús.”, 2 Timoteo 2:1
“para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a
los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.”
Gálatas 3:14
Habíamos reflexionado en que nuestro crecimiento espiritual
es una necesidad fundamental del creyente, porque es una relación vital en la
nueva vida que recibimos de Cristo y necesitamos, por tanto, conocer,
permanecer y esforzarnos en la gracia.
Esforzarnos en la gracia, significa “más de Cristo, menos de mí”,
al haber una naturaleza espiritual conviviendo con la naturaleza heredada de
Adán, que se contraponen o son contrarias, estoy llamado a crucificar la carne,
a alimentar el espíritu, para que la naturaleza que impere sea la nueva,
sabiendo que el que comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccionará hasta
el día de Jesucristo; (Filipenses 1:6)
Lo contrario de esforzarnos en la gracia, es mantenernos en
la ley.
Una forma de entender este concepto de aquellos que se
mantienen en la ley, es a través de las ilustraciones o tipologías que nos
enseña el antiguo testamento, que señalaban a Cristo. Por ejemplo, el hijo de
la libre y el hijo de la esclava. El hijo de la libre, representa a Sara que
tuvo un hijo, producto de una promesa de Dios, pero el hijo de la esclava, se
relaciona con Agar que tuvo un hijo producto de una decisión de Abraham
(Génesis 16:1-5). El hecho fundamental de esta alegoría, es lo que dice Gálatas
4:23: “Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la
promesa”.
Nosotros, los creyentes, somos hijos al igual que Isaac,
fruto de una promesa de Dios; que era que en la fe de Cristo, seríamos puestos
o unidos en su Hijo amado, insertados en la vid verdadera, para que la promesa
hecha a Abraham y todas las bendiciones nos alcanzaran: “para que en Cristo
Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe
recibiésemos la promesa del Espíritu.” (Gálatas 3:14)
¡Qué maravillosa noticia, mantenernos en la gracia y no en la
ley. Oración.
«Padre, en Cristo está mi vida verdadera, y anhelo conocerte
más, permanecer en ti para llevar mucho fruto y esforzarme en el regalo
inmerecido que me has dado, crucificando cada día mi carnalidad, más de Cristo
menos de mí, para gloria de tu nombre, amén.