domingo, 3 de noviembre de 2024

Ser amigo de Dios

 


Ser amigo de Dios

“Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo.”, Isaías 41:8

“Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.”, Santiago 2:23

Somos seres creados para vivir de manera social, por esto en los mandamientos de Dios es consistente el principio de que si amo a Dios, debo manifestarlo amando a los demás (Mateo 22:37-39). Sin embargo, el pecado nos lleva a pleitos, contiendas, diferencias irreconciliables y a romper relaciones; corazones heridos, lágrimas y finalmente enemistades.

La solución a esto es iniciar y cultivar la mejor amistad de todas, la amistad con Dios. Abraham es nuestro ejemplo, pues Dios mismo dice: “Abraham mi amigo” (Isaías 41:8b); qué maravilloso sería que también afirmara esto de cada uno de nosotros; (ahora te invito para que digas tu nombre y completes con la frase «mi amigo»). Y esto es posible gracias a Jesús, pues él con su muerte nos reconcilió con el Padre: “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación” (2 Corintios 5:18). Es decir, no solo nos dio la oportunidad de ser sus amigos, sino que nos puso la misión de traer a otros amigos cuando les compartimos acerca de Jesús.

La amistad con el mundo es enemistad contra Dios, la amistad con el mundo es incierta y llena de traiciones, desengaños y dobleces; en contraste, la amistad con Dios es la amistad con un Padre bondadoso, lleno de amor, un Dios justo que para darnos su amistad dio en sacrificio a su propio Hijo, para que creyendo nosotros en él fuese pagado el precio de nuestra condena. Así como Abraham inició esta amistad cuando le creyó a Dios, nosotros, creyendo en Jesús por medio de su sangre nos es contado por justicia y somos entonces sus amigos: “para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.” (Gálatas 3:14). El Espíritu Santo es la garantía de nuestra amistad eterna con el Padre.    Oración.

«Padre amado, gracias porque me ofreciste tu amistad enviando a Cristo a salvarme, cuando era enemigo tuyo por mi pecado, pero Cristo pagó el precio de mi maldad con su muerte y al resucitar confirmó la victoria que ahora por la fe tengo también para mi. Te adoro Señor por amarme tanto y darme tu Espíritu que me confirma que soy ahora tu amigo. En el nombre de Jesús. Amén.