Sellados con el Espíritu Santo
“En él también
vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra
salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de
la promesa,” Efesios 1:13
“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual
fuisteis sellados para el día de la redención.” Efesios 4:30
La Biblia, en diversas oportunidades nos revela que cada
creyente en Cristo y su palabra de verdad, ha sido sellado por Dios con el Espíritu
Santo, ¿por qué y para qué?
El Espíritu Santo le da testimonio a nuestro espíritu de que
somos verdaderamente hijos de Dios, hijos que a pesar de ser adoptados, la
gracia infinita del Padre, nos ha concedido todos los privilegios de un hijo
natural, incluida la herencia (Romanos 8:15-16) herencia de la cual como dice
Efesios 1:14, el Espíritu Santo es las arras o, en otras palabras, el adelanto
hasta cuando llegue la redención de la posesión adquirida.
El pueblo que ahora es posesión absoluta y eterna de Dios, ha
sido marcado con el Espíritu Santo, brindándonos una seguridad presente de
nuestra salvación y una garantía de esa redención futura que aún esperamos, tal
como lo expresa Romanos 8:23 “y no solo ella, sino que también nosotros mismos,
que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de
nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.”
Realmente, la obra de nuestro Señor Jesucristo fue totalmente
completada o consumada, no hay duda, ni sombra de variación, así que, somos
verdadera e irrevocablemente posesión absoluta de Dios, en ubicación de hijos
de Dios, herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues así lo ha dicho,
hecho y sellado Dios; en tiempos pasados cuando un rey ordenaba algo y quería
garantizar que no fuera cambiado o alterado, lo sellaba con su anillo (Daniel
6:17, Ester 8:8); El Rey de reyes y Señor de Señores nos ha sellado con su
Espíritu Santo. Oración.
«Padre, gracias por amarme y darme seguridad y esperanza
irrevocables; gracias porque con tu Espíritu me has sellado y me has dado las
arras de mi herencia; alabo y bendigo tu Santo nombre, alabo tu gloria y la
gloria de tu gracia, por Jesucristo tu amado Hijo, amén.