lunes, 4 de mayo de 2020

Ninguno puede servir a dos señores


Ninguno puede servir a dos señores
“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciar al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.” Mateo 6:24
Dios pone delante de nosotros dos caminos y en su respeto a nuestro libre albedrío, deja a nosotros la decisión de escoger y llama a los cielos y a la tierra por testigos contra nosotros de que ha puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición, e incluso, en su amor, nos aconseja: escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia. (Deuteronomio 30:19)
En el momento en que tomamos la decisión y escogemos un camino, también escogemos al señor de ese camino para que gobierne nuestras vidas, porque el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos. (Jeremías 10:23) Por eso, no podemos servir a los señores de los dos caminos, porque al escoger un camino es el señor de ese camino quien guía nuestros pasos y nuestro corazón.
Dios, por ser omnisciente, sabe desde antes, que la gran debilidad de esta iglesia, la de los últimos tiempos, sería la tibieza en su relación con Él (Apocalipsis 3:15), una iglesia que quiere amar a Dios sin perder su relación con el mundo, una iglesia que claudica entre dos pensamientos: El espíritu y la carne. (1 Reyes 18.21)
El tiempo se acaba y es el momento de decidir el camino que vamos a seguir y confiemos en que sigamos el consejo del Señor que nos dice “escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”. También amemos y sirvamos al Señor de ese camino, a Cristo Jesús, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas, (Marcos 12:30) y llenos de su amor amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. (Marcos 12:31) Oración.
«Padre, Señor y Dios mío, tú sabes Señor lo que espiritualmente me falta y sabes también lo que me sobra para acercarme a ti en Espíritu y verdad, estar en comunión contigo y que verdaderamente ocupes el primer lugar en mi corazón y mi vida; que real y verdaderamente seas tú mi Señor, tú mi Dios, tú mi rey, tú mi todo; porque te amo y te necesito desesperadamente. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
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