viernes, 29 de noviembre de 2024

Reflejar a Cristo por medio del Servicio

 


Reflejar a Cristo por medio del Servicio

“Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.”, Juan 12:26

“El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá. Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa”, Mateo 10:40-42

Cuando le servimos, estamos llamados a seguirle, a caminar la senda que él caminó en obediencia al Padre, pero él, además de darnos capacidades espirituales y porqué no decirlo, materiales, nos hace ministros (representantes del Rey de Reyes) y donde estemos nosotros, él mismo está con nosotros, es decir, si estamos obedeciendo el llamado, las personas realmente a quien deben percibir a través de nosotros es a Jesús, sus atributos, pero también el encargo que él mismo nos hace. En pocas palabras se cumple lo que dice Mateo 10:40-42, cuando vamos a hablar de él, vamos en su nombre, y es como si él estuviera hablando, porque si alguien nos rechaza es a Él, Cristo vivo, a quien rechazan.

Si bien es un alto cargo, una alta responsabilidad, un compromiso total, no es para llenarnos de vanagloria, sino que debemos tener la actitud de servir como él sirvió y se dio a los demás. Jesús dio su propia vida por nosotros y nosotros así mismo deberíamos sacrificar tiempo, cosas secundarias, dinero, etc. No es comparable lo que Jesús sacrificó con lo que nosotros tenemos que sacrificar, pero nos aterriza saber que estamos siendo siervos inútiles (Lucas 17:7-10).

Sin embargo este enorme privilegio y la experiencia de servirle nos transforma, porque su amor es la motivación, al hacerlo por amor, no por conveniencia. (2 Corintios 5:14-15). El amor de Cristo nos impulsa, y nos lleva a pensar que ya morimos y no nos servimos a nosotros mismos, sino a aquel que dio su vida por nosotros. Por esto hay un cambio en nuestro estilo de vida, nuestra vida le pertenece; pero eso es maravilloso pues nos da sentido y propósito, nos da vida abundante.

Una aclaración importante es que el servicio a Dios no reemplaza nuestra relación con Dios, nuestra relación con el Señor alimenta, nutre y da fuerzas a nuestro servicio, una poderosa palabra enseña este principio: Jeremías 23:22: “Pero si ellos hubieran estado en mi secreto, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y lo habrían hecho volver de su mal camino, y de la maldad de sus obras”

Aplicando el principio revelado en el anterior versículo podemos aprender que si estamos en el secreto con Dios, en la intimidad, vamos a escuchar su voz, en ese tiempo donde le decimos “Señor, qué quieres que yo haga”, donde hablamos con Él, ese tiempo en el que compartimos con Jesús y le pedimos que nos muestre su voluntad, pero también que nos de la fuerza para ejecutarla. Así haremos oír su Palabra a aquellos donde Él nos envíe.   Oración.

«Padre, servirte es un privilegio que me has concedido gracias a la fe en Cristo. Anhelo hacerlo conforme a tu Palabra, viviendo primero en intimidad y búsqueda constante de tu presencia, reflejando el carácter de tu Hijo, quien en todo momento te buscaba y hallaba guia de tu Espíritu para servir con poder y amor. En el nombre de Jesús, amén.

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