¿Por qué necesitamos orar?
¿Acaso no puede Dios arreglar el mundo sin que una persona
interceda con insistencia y persistencia?
Dicho de otra forma, una de las preguntas que a menudo me
hacen es: “Ya que Dios tiene todo el poder y la autoridad, ¿por qué necesitamos
orar? ¿Acaso no conoce Él lo que necesitamos antes de que se lo pidamos?”
Después de todo, Mateo 6:8 dice: “Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis
necesidad, antes que vosotros le pidáis”.
Puede que aquellos de nosotros a quienes nos han enseñado la
importancia de la oración a lo largo de nuestra vida, cuestionemos el
atrevimiento de una persona que haga tal pregunta. ¿Por qué orar? ¿Por qué
simplemente no dejamos nuestras vidas en las manos de un Creador sabio que todo
lo sabe y no interferimos en lo absoluto?
De hecho, la oración es a veces un hermoso e incomprensible
intercambio. Si nunca antes ha escuchado acerca de la oración, ¿qué pensaría si
alguien le dijera que la oración es caminar y hablar con alguien a quien no
puede ver y esperar que esa persona lo escuche y se interese en el asunto? ¿Un
poco raro, cierto? Pero Dios no solo nos escucha y se interesa en nosotros, ¡Él
nos responderá!
Este intercambio divino al que llamamos oración es
maravilloso y la mayoría de las personas que se enrolan en la oración creen que
Dios ciertamente las está escuchando. A primera vista parece misterioso, sin
embargo, para aquellos que tienen fe es tan natural como respirar y, a la vez,
supremamente sobrenatural.
¿Alguna vez ha sentido cuando ha orado como si no hubiera
nadie escuchando al otro lado? Tal vez incluso llegó a la conclusión de que si
hay un Dios que lo está escuchando, por alguna razón desconocida, Él no está
interesado en darle una respuesta. Si ese es el caso, ¿por qué continuar orando?
Por supuesto, no somos Dios, ¡ni nadie que esté mentalmente
sano quiere su trabajo! Dios ha ordenado que su mundo funcione a través de la
oración de fe y nos ha escogido a nosotros para que compartamos con Él en una
interacción divina llamada oración.
Como sus hijos, somos sus mayordomos en la tierra, escogidos
por su divinidad. Orar, caminar y hablar con nuestro Padre, es esencial en la
vida cristiana porque nos recuerda la razón principal por la cual Dios nos
creó. Él desea que regresemos a aquello para lo cual nos creó, que recorramos
el camino de vuelta al jardín.
Me encantan los jardines y el Edén tuvo que haber sido un
lugar espectacular. El Edén fue el primer comando en la tierra. Era desde aquel
lugar de belleza y relaciones que Adán y Eva debían cumplir su misión de
“fructificarse y multiplicarse; llenar la tierra y sojuzgarla; señorear en los
peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven
sobre la tierra”. (Génesis 1:28).
El comentario de este pasaje en la Biblia “Dios creó al
hombre para que fuera el agente de su reino, para que liderara y sometiera al
resto de la creación, incluyendo las agresivas fuerzas satánicas, que muy
pronto se dejarían sentir”.
Esto me conduce a este punto crítico: Sin caminar y hablar con
Dios en oración, nunca llenaremos nuestro diseño original y la tierra no podrá
tener orden ni fruto.
Dios puso a Adán y a Eva en el Edén, un lugar de magnífico
esplendor, los deleitó con mascotas y animales, desde aves hasta boas
constrictoras y babuinos, y les permitió caminar y hablar con Él. ¡Eso suena
bien! Sin embargo, ellos pecaron y perdieron la relación personal, cara a cara,
con su Hacedor. No obstante, Dios nunca abolió su mandato original que
expresaba que nosotros seríamos los administradores de su tierra.
La oración cambia el caos en orden, produce paz en medio de
la confusión y la destrucción y trae alegría en medio del dolor. Toma aquello
con lo que Satanás pretendía dañarnos y lo convierte en algo bueno.
La oración, y la relación que surge entre nosotros y Dios por
medio de ella, es la esencia de quiénes somos como creyentes. Nuestra vida sin
Dios no tiene significado, poder ni propósito. Ni tampoco la vida de las
personas de las naciones de la tierra.
Como creyente, ¿puede concebir uno o más días de su vida sin
una conversación con Dios? Ni siquiera un “Dios, ¿por qué me pasó esto?” o “¡Oh
Dios, sálvame!” cuando alguien se le atraviesa en el tráfico.
La oración para el cristiano es tan natural como respirar.
¡Es una relación extraordinaria! Oramos (o hablamos con Dios) porque es parte
del ADN que sella nuestra constitución genética. Bastante sencillo, fuimos
creados para hablar con Dios.
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