La Revelación de Jesucristo
“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para
manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró
enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la
palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha
visto. Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía,
y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”. Apocalipsis
1:1-3
“y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo
del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el
pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca
lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce
bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.
Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos
filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza”.
Apocalipsis 1:13-16
Para muchas personas la palabra apocalipsis sígnica
“destrucción”, pero realmente la palabra griega apokálupsis, se traduce como
“revelación”. Se descompone en dos palabras “apo” (fuera de) y kalupsis
(oculto). La palabra de hecho significa “manifestación”. Es la revelación de
Jesucristo.
El apóstol Juan, exiliado en la isla de Patmos, por causa de
la palabra de Dios y del testimonio de Jesús, tuvo una revelación acerca de
Jesús, la cual vino al estar adorando. Jesús llama a Juan a escribir lo que ve,
Juan ve siete candeleros de oro los cuales representan a las siete iglesias de
Asia menor, (Apocalipsis 1:20).
En términos bíblicos el número siete es el número de la
perfección, puede entenderse que es para la iglesia entera, por tanto, está
escrito para nosotros. Jesús está sosteniendo en sus manos a toda su iglesia
universal. Es el único libro de la Biblia donde se dice que aquellos que lo
lean serán bendecidos. Este libro se centra en Jesús como dice Apocalipsis 1:5
“y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano
de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con
su sangre”.
Jesús es aquel que nos ama y que nos ha librado por su sangre
y nos ha hecho reyes y sacerdotes para servir al Padre Dios. El Apocalipsis es
el descubrimiento de las cosas que habían estado veladas en el Antiguo
Testamento, un manifiesto del reino de Cristo. Es el manual de viaje de la
Iglesia para los tiempos de los cristianos gentiles, por eso no debemos temer
leerlo. Porque es una profecía para animarnos, Jesús vendrá de nuevo y esto no
ocurrirá secretamente pues dice que todos lo verán: “He aquí que viene con las
nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la
tierra harán lamentación por él. Sí, amén”, (Apocalipsis 1:7). Jesús va a
regresar y disfrutaremos de una eternidad con Él.
Juan ve a alguien semejante al Hijo del hombre (esta era la
manera favorita de Jesús al referirse a sí mismo), lo ve en toda su pureza y
eternidad. Ve el esplendor de su apariencia, ese es Jesús, el cual veremos
regresar con toda su gloria y nuestra reacción ante Él debe ser la misma de Juan,
caer rendidos a sus pies en adoración. No debemos temer porque es nuestro
Salvador y también nuestro Rey que viene por nosotros.
Se le ordena a Juan que revele lo que ha visto ya que el
tiempo está cercano. Jesucristo es el autor del Apocalipsis, Juan solamente el
escritor. El Apocalipsis es el libro de su segundo advenimiento y de los
eventos preliminares a él. El Padre se revela a sí y su voluntad, en su Hijo y
por su Hijo. “Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el
Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus
siervos las cosas que deben suceder pronto. ¡He aquí, vengo pronto!
Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro”
(Apocalipsis 22:6-7). Entonces es tiempo de compartir de Jesucristo y hacerlo
conocer, porque volverá muy pronto. Oración.
«Padre, gracias por la revelación de Jesucristo mi Salvador y
Señor. Jesús hoy quiero caer a tus pies en adoración, reconociendo tu victoria
sobre la muerte y tu señorío sobre todo lo creado. Como el apóstol Juan quiero
rendirme ante ti y proclamar que eres el Hijo del hombre, quien me amó y
derramó su sangre para redimirme, anhelo tu regreso mi amado Señor, amén.
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