Barreras Para Que Nuestras Oraciones Sean Respondidas
«ME INVOCARÁ Y YO LE RESPONDERÉ…» (Salmo 91:15) 1) El primer obstáculo para que nuestras
oraciones sean contestadas es no orar.
Suena muy simple, pero las oraciones no son contestadas si no
hablamos con el Señor. Decir que creemos en la oración no es lo mismo que orar.
Santiago escribió: «…no recibís, porque pedís mal…» (Santiago 4:3). Debemos
tomarnos tiempo para decir a Dios lo que deseamos y necesitamos. Algunas veces,
damos vueltas a ciertas situaciones en la mente, o hablamos de ellas con
nuestros amigos, o las deseamos, o las esperamos, pero no oramos. Pensar,
hablar con otros, desear o esperar no es lo mismo que orar. ¡Solamente orar es
orar! Cuando tenemos una necesidad o hay una situación que nos preocupa, sólo
oramos si hablamos con Dios acerca de ello.
El Señor está esperando a que pidamos cosas en oración, y
nunca se cansa de que acudamos a Él, porque es capaz, está deseando y dispuesto
a actuar a nuestro favor, pero tenemos que hacerlo. Jesús dijo: «Pedid, y se os
dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquél que pide,
recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá» (Mateo 7:7-8).
«ACERQUÉMONOS, PUES, CONFIADAMENTE AL TRONO DE LA GRACIA…»
(Hebreos 4:16) 2) El segundo
obstáculo para que nuestras oraciones sean respondidas es la falta de
confianza.
Cuando comprendamos que como hijos de Dios redimidos tenemos
el derecho de acercarnos a Él en cualquier momento, podremos superar los
intentos del enemigo de hacer que nos sintamos culpables. Como consecuencia,
cobramos confianza para comunicarnos con Él y ya no nos decimos: «Sé que el
Señor lo puede hacer, pero me cuesta creer que lo hará por mí». Pensamos tales
cosas porque tenemos en mente que no somos dignos de recibir algo de Él. Sin
embargo, Jesús hizo que lo fuéramos. Cuando nos dirigimos a Dios, podemos
contar con que Él es compasivo con nosotros: «Acerquémonos, pues, confiadamente
al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el
oportuno socorro» (Hebreos 4:16). La palabra «…gracia…» significa que el Señor
nos dará lo que no nos merecemos si estamos lo suficientemente confiados para
pedírselo, porque lo hacemos en el Nombre de Jesús, no en el nuestro. Estamos
presentando al Padre todo lo que Jesús representa, no todo lo que somos
nosotros, ya que no somos nada sin Él. Dios está dispuesto a hacer más de lo
que podríamos pedir o entender (lee Efesios 3:20). Así que, necesitamos
practicar nuestra fe y beneficiarnos de todo lo que Él puede hacer si se lo
pedimos confiadamente.
Cuando comprendes que tienes el privilegio de hablar con el
Señor y que Él escucha cada palabra tuya, entonces oras con toda confianza.
«SI OBSERVO INIQUIDAD EN MI CORAZÓN, EL SEÑOR NO ME
ESCUCHARÁ» (Salmo 66:18 Versión La Biblia de las Américas) 3) El tercer obstáculo para que nuestras
oraciones sean contestadas es el pecado.
El pecado no confesado nos encierra y nos deja apartados de
Dios. Si tenemos pecados escondidos en nuestro corazón, no podemos orar
teniendo la seguridad de que el Señor nos contestará. Sin embargo, si le
pedimos que revele nuestro pecado, lo hará. Cuando esto ocurra, debemos
ocuparnos de ello si queremos mantener las «líneas de comunicación» abiertas.
Si Dios nos recuerda de una situación en la cuál no hicimos lo correcto, no
podemos «barrerlo» y esconderlo «debajo de la alfombra»; tenemos que
reconocerlo y recibir su perdón.
Lo que llamamos «pequeñas cosas» se convierte en hábitos
pecaminosos y normas de por vida… Por lo tanto, cuando el Señor revela nuestros
pecados, es preciso que nos arrepintamos y que terminemos con lo que hemos
estado haciendo mal, tomándonoslo muy en serio y actuando inmediatamente. Esto
significa que hagamos todo lo que esté dentro de nuestro poder para asegurarnos
que fluya nuestra relación con Él. De este modo, nuestras oraciones serán oídas
y contestadas.
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