Obediencia constante
“Si me amáis, guardad mis mandamientos. “Juan 14:15
Debemos cambiar nuestro entendimiento de la obediencia a Dios
como una carga o imposición, sino entenderla como una consecuencia inevitable
de nuestra confianza absoluta en Él y del actuar de su favor inmerecido en
nosotros.
Pues como dice la escritura “Pues la ley por medio de Moisés
fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.”, (Juan
1:17).
Jesús vino a cumplir la ley, las demandas de un Dios justo y
santo, pero también a ser ejemplo de obediencia al Padre. No vino a derogar la
ley sino a cumplirla y a darnos el acceso al favor inmerecido de Dios.
La obediencia ahora para el creyente en identificación con
Cristo es el cumplimiento de: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los
verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también
el Padre tales adoradores busca que le adoren.”, (Juan 4:23), nuestra
obediencia es la forma de adorar al Padre, o dicho de otra manera, no se puede
adorar a quien no se le obedece, porque “Dios es Espíritu; y los que le adoran,
en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Juan 4:24), es decir,
nuestro espíritu en unión con su Espíritu adora al Padre, tal como Cristo lo
hacía cuando vino a la tierra: “Porque el que me envió, conmigo está; no me ha
dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada” (Juan 8:29).
Una perfecta obediencia al Padre, que nosotros en nuestra
propia naturaleza nunca podríamos practicar, porque la carne no se sujeta, sin
embargo en nuestra unión con Cristo se cumple lo que él dijo “porque yo vivo,
vosotros también viviréis.” (Juan 14:19b) y como consecuencia cumpliremos sus
mandamientos por amor: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el
que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me
manifestaré a él.“ (Juan 14:21)
Que esta palabra nos lleve a tener mayor fe y como
consecuencia a adorar a nuestro Padre cumpliendo sus mandamientos por su favor
inmerecido que actúa para librarnos del poder del pecado. (Romanos 6:14) Oración.
«Padre, ahora quiero obedecerte tal como Jesús lo hizo, en
amor, guiado por el Espíritu. Hacer tu voluntad para agradarte en todo, pero se
que no puedo en mi propia fuerza sino en el poder de tu Espíritu que mora en
mí. En el nombre de Jesús, amén.
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