Guiados en el camino eterno
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce
mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el
camino eterno.” Salmos 139:23-24
“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida;
nadie viene al Padre, sino por mí.” Juan 14:6
Hay días en los que, por diferentes circunstancias, estamos
tentados a caminar por camino de perversidad, quizá algún disgusto, desacuerdo,
inconformidad o injusticia presentada con las personas que convivimos, o tal
vez con nuestros familiares o amigos, pues es por medio de nuestras relaciones
interpersonales que nuestras emociones, pensamientos, sentimientos y reacciones
se pueden ver fácilmente alteradas. Sin duda, al ser estas personas de algún
modo tan importantes para nosotros, nos resulta difícil no conmovernos,
disgustarnos, entristecernos o alterarnos y de esta manera buscar responder o
resolver según nuestra propia sabiduría nos dicte o lo que nuestra alma
dictamine.
Sin embargo, Jesús siempre está a la puerta de nuestro
corazón llamando, su Santo Espíritu que en nosotros mora nos susurra al oído
recordándonos que ese camino es perverso y que solo trae destrucción, muerte y
división (Romanos 8:6). Pero no solo ello, el Espíritu Santo no solo está para
avisarnos o advertirnos, sino que su poder que en nosotros actúa nos da la
fuerza y la decisión para acercarnos ante el trono de la gracia de Dios
(Efesios 1:19-20, 3:16). Y entonces allí, con nuestra alma derramada ante el
Señor, y con una actitud de total rendición, conforme dice el Salmo de hoy, le
entregamos a Él nuestro corazón y pensamientos, sabiendo y reconociendo que Él
es el único que nos puede sacar de tal camino de perversidad y guiarnos en el
camino eterno.
Hermanos, el camino eterno es Jesucristo (Juan 14:6), y
cuando estamos ante el trono de la gracia de Dios, nuestros pies y todo nuestro
ser es encaminado hacia Él, logrando así que nuestra vida se conecte con Su
vida, y entonces así en completa unión y comunión con su Santo Espíritu, andar
en Él, es decir, en amor, santidad, misericordia, humildad, paciencia y
benignidad (Colosenses 2:6, Gálatas 5:16, Colosenses 3:12-14). Oración.
«Padre misericordioso, gracias por tener compasión de mí en
mis momentos de debilidad y tentación, gracias por tu Espíritu puesto en mí
para revelarme, guiarme y fortalecerme en Jesucristo, en Él te doy todo el
honor y la gloria por sacarme del camino de perversidad y guiarme en el camino
eterno, amén.
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