Seguiré a Cristo
“Acerquémonos, pues,
confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia
para el oportuno socorro”. Hebreos 4:16
hoy el Señor quiere que nos acerquemos con ayuno, lloro y
lamento, con un corazón contrito y humillado, que reconoce su pecado y su
necesidad de Dios. Acercarnos es buscar intimidad y comunión con Dios y entender
que Él está aquí, que queremos oír su voz, que anhelamos permanecer en su
presencia. Acercarnos nos da confianza, nos da seguridad, al tener un Padre al
cual podemos venir sin miedo y refugiarnos en Él hallando el oportuno socorro.
Recordemos que es en intimidad cuando llega la revelación y la promesa que nos
hace vivir confiados en su amor. El salmista dice: “La comunión íntima de
Jehová es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto”, (Salmos
25:14).
Con lo que Jesús hizo en la cruz, abrió un camino nuevo y
vivo, que quitó el velo que nos separaba del Padre y nos dio libre acceso a su
presencia, como dice Hebreos 10:19- 20 “Así que, hermanos, teniendo libertad
para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo
y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne”. No solo
tenemos la promesa de una eternidad con Él en el cielo, sino el privilegio de
experimentar una intimidad incomparable con Él en la tierra, y ahora mismo.
Nuestro corazón debe anhelar la cercanía con nuestro Señor,
una verdadera conexión con nuestro Salvador, una continua comunión con Él, no
solo en un futuro lejano y celestial, sino aquí mismo.
Por eso debemos estar agradecidos con la invitación de
Santiago 4:8 “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad
las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones”. Dios
no puede forzarnos a acercarnos a Él, incluso como creyentes llenos del
Espíritu Santo, podemos elegir vivir como si Dios todavía estuviera lejos.
Entonces, este nuevo año, podemos elegir abrir nuestros corazones al Dios vivo
para que podamos experimentar la plenitud de gozo en su presencia amorosa.
La puerta del corazón de Dios siempre está abierta para
nosotros, su amor incondicional y su presencia están disponibles en todo
momento; somos nosotros los que nos alejamos de Él, los que colocamos el velo
en nuestros propios corazones que nos impide acercarnos, porque ya el velo del
lugar Santísimo fue quitado por Jesús con su sangre preciosa; por eso, el Señor
nos dice: “Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos”, es nuestra
decisión. Todos tenemos la capacidad en un momento dado, de seguir nuestro
propio camino y perdernos la vida abundante, o volvernos y acercarnos
confiadamente al Señor. Tomémonos hoy un tiempo para rasgar el velo de nuestro
propio corazón y acercarnos a Dios. Oración
«Señor, muéstrame lo que se interpone en el camino de mi
intimidad contigo y dame revelación y sabiduría para quitarlo. Anhelo acercarme
a ti en arrepentimiento, permitir que el Espíritu Santo ilumine cualquier área
de mi vida que no esté bajo tu control, de modo que pueda pedirte perdón y
disfrutar nuevamente de tu presencia llena de gracia una vez más. En el nombre
de Jesús, amén.