Levántate y resplandece!
«Para esto Dios los llamó por nuestro evangelio, a fin de que
tengan parte en la gloria de nuestro Señor Jesucristo» (2 Tesalonicenses 2:14)
El mandato claro de la Palabra de Dios para quienes vivan los
últimos tiempos es que sean intrépidos al enfrentar las tinieblas. Hablando a
través del profeta Isaías, el Espíritu del Señor ordena a los suyos:
«
¡Levántate y resplandece, que tu luz ha llegado!
¡La Gloria del Señor brilla sobre ti!
Mira, las tinieblas cubren la tierra,
y una densa oscuridad se cierne sobre los pueblos.
Pero la aurora del Señor brillará sobre ti;
¡Sobre ti se manifestará su gloria!
Las naciones serán guiadas por tu luz,
y los reyes, por tu amanecer esplendoroso»
-Isaías 60:1-3-
Por cuanto la segunda parte de Isaías 60 contiene referencias
al milenio, adicionalmente algunos ubicaron el cumplimiento de todo este
capítulo en tiempos futuros. Pero déjeme preguntarle algo: ¿cubrirán las
tinieblas la tierra durante el milenio? Durante el glorioso reinado de Cristo
cuando la muerte, el pecado y la aflicción desaparezcan, ¿se cernirá densa
oscuridad sobre los pueblos? La verdad es que, aunque la profecía de Isaías
ciertamente concluirá en el milenio, comienza durante las últimas horas de esta
era.
Claramente, estos tres primeros versículos de Isaías 60 son
un claro mandato de Dios para antes del arrebatamiento y antes del milenio. El
Señor nos llama no solamente a soportar las tinieblas sino a levantarnos en su
gloria manifiesta. La gente puede discutir sobre el momento del arrebatamiento,
pero lo que estoy aquí presentando no molesta a ninguna escatología popular.
Estoy diciendo que entre el ahora y cualquier escenario que usted crea habrá un
tiempo de Gloria en aumento para los verdaderos seguidores de Cristo.
Algunos de nosotros nos sentimos derrotados, otros, cansados
y debilitados por la creciente oscuridad en el mundo. Y es precisamente en esta
situación en la cual la depresión podría atrapar nuestras almas que se nos
manda levantarnos. Arrojar de nosotros la opresión no es precisamente un acto
de fe; es un acto de obediencia. Es tiempo de cancelar los planes de ser
infelices. ¡Mediante la sangre de Cristo rompemos el pacto con la muerte y las
tinieblas y obedecemos la voz de nuestro destino!
Alguien podría argumentar: es que usted no conoce mis
dificultades. Escuche cómo traduce el mandato de Dios otra versión de Las
Escrituras: « ¡Levántese [de la depresión y la postración en que lo han
mantenido las circunstancias, y elévese a una nueva vida]!» (AMP). En este
preciso momento, mientras lee estas páginas, nueva vida de la presencia de Dios
desciende a su espíritu. ¡Recíbala! ¡Acéptela! ¡Obedézcala!
Como puede ver, el plan de Dios es que, aquí en la tierra, en
nosotros, sea revelada la gloria del Señor. La luminosa y radiante luz de su
presencia, la que brilló en el rostro de Moisés, la que inundó el templo de
Salomón durante su dedicación, la que irradió de la persona de Jesús y envolvió
a los discípulos en el monte donde se transfiguró el Señor, esa luz de la
presencia de Dios brotará de nuestro interior al final de la era. Esta misma
gloria divina aparecerá sobre nosotros en los años previos a la segunda venida
del Señor en niveles siempre progresivos de brillantez.
En realidad, esta gran obra de gracia ya comenzó. Somos parte
de la expansiva reparación que el Espíritu Santo efectúa. Dios reúne a su
pueblo. Aprendemos a humillarnos en arrepentimiento y oración, y descubrimos la
amistad y la unidad con otros cristianos. No hay duda que nuestra
reconciliación y la superación de las barreras étnicas y denominaciones
conllevan una inconmensurable recompensa. A medida que «se levanten todos los
valles, y se allanen todos los montes y colinas… se revelará la gloria del
Señor, y la verá toda la humanidad» (Isaías 40:4-5).
¡Dios nos está calificando para recibir Su esplendor! ¡Las
naciones serán guiadas por su luz, y los reyes, por su amanecer esplendoroso!
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