Conocer
“seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos
cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el
amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda
la plenitud de Dios”, Efesios 3:18-19
Lo que NO conocemos de Dios nos lo imaginamos, y en general,
nos lo imaginamos mal, porque no es con nuestra mente carnal o “natural” que
entendemos las cosas de Dios, nos deben ser reveladas por el Espíritu (1
Corintios 2:14).
El Espíritu nos revela a Cristo en nosotros y permite que esa
revelación sea llevada a la experiencia diaria. Así que este conocimiento no se
trata de información intelectual, sino de una experiencia real, viva, que
podemos evidenciar en todo lo que hacemos. El fruto del Espíritu Santo, es
evidente en un creyente que expresa la vida nueva, que expresa a Cristo mismo
(Gálatas 5:22-23). Entre más permanezcamos en Cristo, más el fruto se refleja, se
ejercitan nuestros sentidos espirituales, alcanzamos el discernimiento para que
al actuar en correspondencia a la voluntad de Dios, por supuesto que decrece
entonces la carne, para no hacer nuestra propia voluntad ( Hebreos 5:11-14).
Por esto no debemos caer en el error, de los que tuercen las
escrituras y no “conocen” realmente todo lo que nos ha sido otorgado; hablan
entonces de esfuerzos humanos e infunden temor a los creyentes, pensando que
nuestra salvación o vida nueva depende de nosotros mismos, como si el yo
pudiera ser mejorado, cuando debe ir a la cruz. En este contexto el mismo
Apostol Pedro dice que mejor: “Antes bien, creced en la gracia y el
conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y
hasta el día de la eternidad. Amén.” (2 Pedro 3:18)
Oremos unos por otros para que nos sea revelado este
conocimiento pleno y maravilloso, que es Cristo en nosotros y que podamos
experimentarlo a diario, en todo lo que hacemos; porque este misterio estuvo
oculto, pero ahora, este conocimiento maravilloso ha sido revelado plenamente a
todo el que cree:“el misterio que había estado oculto desde los siglos y
edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso
dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles;
que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,” (Colosenses 1:26-27) Oración.
«Padre, te doy gracias por revelarme el conocimiento más
importante y sustancial de mi vida, Cristo en mí, la esperanza verdadera y real
de volver a casa, de estar unido a ti por medio del Espíritu de vida, te alabo
Padre porque ahora en Cristo tengo plenitud y ya no hay confusión. Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario