Apertura de la cárcel
“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me
ungió Jehová; me ha enviado… a publicar libertad a los cautivos, y a los presos
apertura de la cárcel;” Isaías 61:1a y d
“Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a
Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto,
de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se
abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron.” Hechos
16:25-26
Cuando proclamamos la Palabra de Dios, dicha Palabra es tan
poderosa, que es capaz de sacudir los fundamentos, cimientos o argumentos
falsos del no creyente, pero lo más sorprendente es ver que cuando se cree en
Jesús y Su Palabra, que es verdad, dichos argumentos se terminan derrumbando.
Yo diría que eso es lo que sucede cuando escuchamos y creemos en el mensaje de
salvación de Jesucristo, pues al oír sobre Su obra, los cimientos de nuestra
vida tiemblan, se sacuden, y al aceptar el testimonio de Su Espíritu Santo
termina cayendo todo fundamento que se levanta en contra del conocimiento de
Jesucristo, una vez ésto sucede entonces se da la liberación de nuestras almas,
aquellas que estaban aprisionadas o ligadas por el pecado. Ésto es lo que está
disponible para toda la humanidad, sólo hace falta que cada uno decida creer,
como le pasó al carcelero de Filipo, quien al ver todas las puertas de la
cárcel abiertas y las cadenas de los presos sueltas, después de aquel
terremoto, no puede negar que ésto ha sobrevenido de Dios, en respaldo a la
Palabra que Pablo y Silas proclamaban a través de sus cánticos de alabanza a
Dios, al aceptar esta evidencia termina concluyendo: “Señores, ¿qué debo hacer
para ser salvo?” (Hechos 16:30)
En la actualidad hay una humanidad que pareciera no querer
hacer esta pregunta, pues se declaran dioses para sí mismos, niegan necesitar
ayuda de Dios, incluso niegan Su existencia, pero llegará el momento, en el que
como pasó en el libro de Hechos, sus cimientos serán zarandeados, y lo que
anhelamos como iglesia, es que ellos también puedan tomar la decisión de decir:
yo también quiero ser liberado de aquella prisión en la que me tiene el pecado.
Cuando eso suceda, entonces tú y yo podremos guiarlos hacia esa oración de fe
en la que proclamamos que creemos en el Señor Jesucristo, para que una vez
ellos lo hagan, puedan llevar esas mismas buenas noticias hasta sus casas
(Hechos 16:31-32) Oración.
«Señor Jesús hoy puedo decir, gracias a ti, que ya no soy
esclavo del pecado, ni del temor, ni de ninguna otra cosa pues tú me has
comprado, has pagado un alto precio por mí en la cruz, pues ahí diste tu vida y
derramaste hasta la última gota de tu sangre para que yo fuera sacado de
aquella cárcel en la que me tenía el pecado. Amén.
“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me
ungió Jehová; me ha enviado… a publicar libertad a los cautivos, y a los presos
apertura de la cárcel;” Isaías 61:1a y d
“Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a
Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto,
de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se
abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron.” Hechos
16:25-26
Cuando proclamamos la Palabra de Dios, dicha Palabra es tan
poderosa, que es capaz de sacudir los fundamentos, cimientos o argumentos
falsos del no creyente, pero lo más sorprendente es ver que cuando se cree en
Jesús y Su Palabra, que es verdad, dichos argumentos se terminan derrumbando.
Yo diría que eso es lo que sucede cuando escuchamos y creemos en el mensaje de
salvación de Jesucristo, pues al oír sobre Su obra, los cimientos de nuestra
vida tiemblan, se sacuden, y al aceptar el testimonio de Su Espíritu Santo
termina cayendo todo fundamento que se levanta en contra del conocimiento de
Jesucristo, una vez ésto sucede entonces se da la liberación de nuestras almas,
aquellas que estaban aprisionadas o ligadas por el pecado. Ésto es lo que está
disponible para toda la humanidad, sólo hace falta que cada uno decida creer,
como le pasó al carcelero de Filipo, quien al ver todas las puertas de la
cárcel abiertas y las cadenas de los presos sueltas, después de aquel
terremoto, no puede negar que ésto ha sobrevenido de Dios, en respaldo a la
Palabra que Pablo y Silas proclamaban a través de sus cánticos de alabanza a
Dios, al aceptar esta evidencia termina concluyendo: “Señores, ¿qué debo hacer
para ser salvo?” (Hechos 16:30)
En la actualidad hay una humanidad que pareciera no querer
hacer esta pregunta, pues se declaran dioses para sí mismos, niegan necesitar
ayuda de Dios, incluso niegan Su existencia, pero llegará el momento, en el que
como pasó en el libro de Hechos, sus cimientos serán zarandeados, y lo que
anhelamos como iglesia, es que ellos también puedan tomar la decisión de decir:
yo también quiero ser liberado de aquella prisión en la que me tiene el pecado.
Cuando eso suceda, entonces tú y yo podremos guiarlos hacia esa oración de fe
en la que proclamamos que creemos en el Señor Jesucristo, para que una vez
ellos lo hagan, puedan llevar esas mismas buenas noticias hasta sus casas
(Hechos 16:31-32) Oración.
«Señor Jesús hoy puedo decir, gracias a ti, que ya no soy
esclavo del pecado, ni del temor, ni de ninguna otra cosa pues tú me has
comprado, has pagado un alto precio por mí en la cruz, pues ahí diste tu vida y
derramaste hasta la última gota de tu sangre para que yo fuera sacado de
aquella cárcel en la que me tenía el pecado. Amén.
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