viernes, 26 de abril de 2024

Un fuego en mi corazón

 


Un fuego en mi corazón

“Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”. 2 Timoteo 3:12

“Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí. Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día. Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude”. Jeremías 20:7-9

Si queremos seguir y servir a Cristo, entonces nuestra vida debe ser como la que Él llevaba. Debemos prepararnos para ser perseguidos, pues ser cristianos es nadar contra la corriente de este mundo, de sus filosofías y huecas sutilezas. Nunca ha sido fácil servir a Dios. En el pasaje de hoy vemos el testimonio del profeta Jeremías. Los que le rodeaban nunca quisieron escuchar las advertencias de Dios contra la apostasía; lo golpearon, lo colocaron en un cepo, fue ridiculizado y se burlaron de él. Quiso desistir, pero no pudo hacerlo ya que las palabras de Dios eran como fuego en su corazón, llegó a decir: “no me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude”. A veces como Jeremías puede ser tentador renunciar a proclamar la Palabra de Dios, porque resulta muy doloroso, cuando sufrimos por causa de ella.

Pero el amor de Dios nos atrae con lazos de amor y no podemos escapar de Él, su Espíritu Santo mora en nosotros y jamás nos dejará; ya somos suyos y no podremos huir, recordemos Salmos 139:7 “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?”; nuestra vida está anclada en Cristo y así como Jeremías podemos exclamar: “Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste”.

El apóstol Pablo nos recuerda todo lo que tuvo que padecer por causa del evangelio en 2 Corintios 11:24-28 dice: “De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias”. Su compromiso e inquietud por la obra de Dios fue más fuerte que su padecimiento. Por eso, al estar preparando a Timoteo para asumir el apostolado le dice: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”.

Pablo claramente expresa: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo”, si es nuestro deseo voluntario colaborar con Jesús en la extensión de su reino en esta tierra, debemos estar dispuestos a padecer persecución. Es tomar una decisión frente al llamado que el Señor nos hace, calcular el costo de seguirlo y renunciar a todo lo que nos impida hacerlo.

Cuando empuñamos el arado como discípulos de Cristo tenemos que entender que no será una tarea fácil, la razón por la cual es necesario esperar persecuciones es porque se acerca el fin y la brecha entre la luz y las tinieblas será cada vez más ancha, pero tenemos la certeza de que Jesús está a nuestro lado y el Espíritu Santo nos alienta para que el fuego de Dios arda tan poderosamente dentro de nosotros que tengamos que seguir hablando de Él.  1. Oración.

«Señor enséñame a escucharte cuidadosamente y a no desalentarme por la oposición que hay en contra de ti en este mundo, gracias porque tu Palabra es como un fuego en mi corazón que no puedo contener, ayúdame a anunciar tu mensaje con amor y con poder. En el nombre de Jesús, amén.

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