viernes, 26 de septiembre de 2014

Hechos 27:27-29

Hechos 27:27-29


Ya habíamos pasado catorce noches a la deriva por el mar Adriático, cuando a eso de la medianoche los marineros presintieron que se aproximaban a tierra.  Echaron la sonda y encontraron que el agua tenía unos treinta y siete metros de profundidad.  Más adelante volvieron a echar la sonda y encontraron que tenía cerca de veintiséis metros de profundidad.  Temiendo que fuéramos a estrellarnos contra las rocas, echaron cuatro anclas por la popa y se pusieron a rogar que amaneciera.


Tal vez tú no has pasado catorce días a la deriva por el mar Adriático pero sí has estado en el hospital por la enfermedad de un ser querido o por la tuya.  Piensa en esos momentos en los que te sentiste que estabas a la deriva y simplemente no sabías qué hacer.  Recuerda los sentimientos.  Tu frustración.  Tu soledad.  Tu miedo.  Tu incertidumbre.  Es difícil.  Por eso debes siempre reflexionar sobre cómo diriges tu vida.  ¿Qué ocupa el primer lugar de tus prioridades?  ¿Sobre qué principios tomas decisiones?  Estas dos preguntas son importantísimas y te voy a explicar por qué.  En el pasaje de hoy vemos que llevaban ya varios días en la tempestad y habían perdido la esperanza de vivir.  Pablo les anuncia que su Dios le ha revelado que ninguno perecerá.  Si nos ponemos en los pies de los que estaban ahí, estoy seguro que varios dieron por loco a Pablo.  Piénsalo.  Llevaban días sin comer y la tempestad era sumamente dura.  ¡Cualquiera podría volverse loco!  Muchos de los que oyeron sus palabras no las creyeron y más adelante veremos cómo querían bajarse del barco a como diera lugar.  Después vemos que al echar la sonda, el agua comienza a estar cada vez menos profunda lo que es una muy buena señal.  ¿El problema?  Llega un momento tal en el que tienen que echar las anclas y esperar a que amaneciera.  ¿Parece fácil cierto?  Pues si has estado en una situación difícil sabes que no lo es.  Por esta razón, el pasaje dice que los que estaban a bordo no se fueron a dormir tranquilos y aliviados.  Por el contrario, nos dice que se pusieron a rogar que amaneciera.  ¡Ya no podían más!  Después de todo lo que habían atravesado anhelaban el poder ver tierra y bajarse de ese barco.  Así también nos pasa.  Después de varios días a la deriva, ya no podemos dormir tranquilos y solamente estamos rogando porque las cosas cambien.  Ruegas por encontrar un trabajo.  Ruegas por tu salud o la de alguien más.  Ruegas por tu tristeza.  Ruegas por tu soledad.  Ruegas por que puedas salir adelante.  ¿Notas la diferencia entre pedir y rogar?  Hay una gran diferencia en actitud.  Cuando rogamos, sabemos que es nuestra única opción y que no podemos más por nuestra propia cuenta.  Así nos quiere Dios.  De rodillas.  Rogando.  Reconociendo que lo necesitamos.  Reconociendo que no podemos más.  Él está ahí listo para abrazarte.  Totalmente presto para consolarte.  Cuando Dios ocupa el trono de nuestra vida y basamos nuestras decisiones en sus principios, el esperar se vuelve más sencillo.  El poder irnos a dormir para esperar a que amanezca se vuelve más fácil.  Cuando confías en el Creador y dejas que Él te llene de su paz, todo cambia.  Cuando cambias tus cargas pesadas por las de Él que son ligeras finalmente puedes darte cuenta de lo atrapado que vivías y lo difícil que era caminar.  Cuando pones tu fe en Dios el esperar tiene un propósito y se convierte en gozo.  Por el contrario, ya sabes lo que es esperar a que amanezca lejos de Él.
Oración
Padre Santo: perdóname.  Perdona mis ofensas contra Ti, perdona mi soberbia y mi falta de entrega.  Hoy me doy cuenta que no puedo más y necesito rogarte por que le des dirección y sentido a mi vida.  No sé ni puedo esperar por eso te necesito.  Te pido que pueda esperar confiado en Ti.  Te pido que pueda esperar a través de tu consuelo, tu paz y tus bendiciones.  Lléname de Ti mi Señor.  En el nombre de Cristo Jesús te lo pido.  Amén 

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