Es por
gracia, parte 1
“También
dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre,
dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No
muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una
provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y
cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y
comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella
tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba
llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen
abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre,
y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser
llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su
padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia,
y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned
un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y
matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha
revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.” Lucas
15:11-24
El hijo
pródigo es la parábola que relata acerca de un hijo que por sus deseos egoístas
y su rebeldía le pidió la herencia a su padre y se fue lejos a malgastarla y a
vivir su vida de la manera que él quería, en su propia inteligencia,
autosuficiencia y voluntad, pero que después de un tiempo y dada sus
circunstancias, vuelve a la casa de su padre, sucio, maltratado, dolorido y
vacío.
Su padre en
lugar de darle el justo pago que merecía por su pecado, decidió verlo con ojos
de misericordia, gozarse por su regreso, salir corriendo a su encuentro,
besarlo, vestirlo y hacer fiesta porque su hijo que estaba muerto, había
revivido, estaba perdido y fue hallado. Si nosotros reflexionamos en la
reacción que tuvo el padre, una vez miró que su hijo había vuelto, podemos
decir sin ninguna duda, que eso es gracia, esa bondad inmerecida, ese favor del
cual no se es digno; pues su hijo no era digno ni siquiera de llamarse su hijo,
pero lo que hizo su padre es algo inexplicable de forma racional o lógica, se
queda corto para el entendimiento humano y solo lo podemos relacionar con la
divinidad y su gracia.
Pues,
justamente así mismo, estábamos nosotros, muertos en nuestros delitos y
pecados, cuando nuestro Padre Dios que es rico en misericordia, por su gran
amor con que nos amó, nos dio vida con Cristo; es decir, nos salvó, perdonó
todas nuestras iniquidades y nos rescató de la esclavitud del pecado; por
gracia hemos sido salvados, dice la Palabra de Dios “porque por gracia sois
salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por
obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:8-9). No han sido nuestras obras
las que nos han hecho aceptos ante nuestro Padre Dios, ha sido por recibir su
gracia, poniendo nuestra fe en Cristo Jesús, quien fue la persona que recibió
el castigo por nuestros pecados, cuando murió en aquella cruz. Oración.
«Padre,
conocerte y descubrir cuán grande, bueno, poderoso y misericordioso eres tú, es
asombroso. Hemos perdido tanto tiempo tan lejos del verdadero amor que cuando
lo encontramos parece increíble, pero nos has llenado tanto el corazón que no
hay lugar para la duda. Yo te alabo Señor y reposo en tu seno, quiero más y más
de tu gracia, esa bondad que no merezco, pero de la que tú me has inundado en
Jesucristo, gracias Dios. Amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario