viernes, 24 de julio de 2020

¿Cómo ser el discípulo a quien Jesús ama?


¿Cómo ser el discípulo a quien Jesús ama?

“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” 1 Juan 4:10
El amor es definido en sus características y su practicidad en 1 Corintios 13:4-7: “es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. Pero la esencia de ese amor, ¿de dónde surge como fuente única y permanente de amor?, surge de Dios.
Por tanto, el amor no se define en función de nuestro amor por Él, sino de su amor hacia nosotros, demostrado en Cristo, cuando realizó la propiciación, esto significa que Cristo paga por la ofensa de nuestro pecado, para que la santidad y justicia de Dios sean satisfechas y nos da a cambio su favor o gracia inmerecida. (2 Corintios 5:21)
“Deben amar a Dios”, esto se ha predicado por todo el mundo, pero ¿cómo lo hacemos? No se trata de nosotros, no tenemos en nosotros mismos un amor con las características que nos habla 1 Corintios 13, pero Dios sí, y lo mejor de todo es que Él nos lo da a nosotros por su gracia.
Entonces, ¿cómo ser el discípulo a quien Jesús ama? Esta referencia del discípulo amado por Jesús, sólo aparece en el evangelio de Juan (Juan 13:23-25). Dios nos ama a todos por igual, pero hay que creer en el amor que Dios nos dio en Cristo, recibirlo y vivirlo día a día. No tenemos que hacer ningún mérito para ser ese discípulo amado, sino sólo aceptar el regalo inmerecido de su gran amor. Así cumpliremos la suma total de la ley, amando a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:36-40). Esto lo comprendió Juan, y por el gran amor y humildad que aprendió de Cristo no se citó a sí mismo, sino que se sorprendió del gran amor inmerecido, que Cristo tenía por él y que tiene por todos nosotros.
Si el amor dependiera de nosotros sería frágil, inconstante y volátil, así que Dios conociendo nuestra naturaleza, nos llena; somos un vaso vacío esperando con ansias ser llenado por el amor eterno de Dios, que es en la fe de Cristo Jesús.  Oración.
«Gracias Señor porque me amaste primero, cuando aún andaba en mis delitos y pecados, y me diste vida juntamente con Cristo, ahora soy libre de condenación y mi vida depende de tu fuente inagotable de amor. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
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jueves, 23 de julio de 2020

El que quiera salvar su vida


El que quiera salvar su vida

“Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” Mateo 16:25-26
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Gálatas 2:20
Muchos se esfuerzan por tener una vida de abundancia y éxito en el mundo, y aunque logren conseguirlo, les falta lo más importante: la salvación de su alma.
De qué sirve trabajar muchos años para satisfacer una vida temporal, si no se tiene asegurada la vida eterna y esto solo es posible mediante la fe en Jesucristo, “y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.” (Juan 10:28).
Este precio o recompensa por nuestra alma, no fue comprado con oro ni plata, ni con cosas perecederas, sino que Cristo pagó en la cruz del calvario con su sangre preciosa (1 pedro 1:18-19, Apocalipsis 5:9).
Así que, el que quiera verdaderamente salvar su vida debe ir a la cruz, para ser crucificado juntamente con Cristo, no físicamente, sino por la fe, es la única forma de sobrevivir, de no perder la vida, porque Cristo vino a salvar lo que se había perdido, a darnos vida eterna y vida en abundancia (Juan 10:10).
Entonces, ahora mismo, por fe en Cristo, puedes recibir el regalo de la vida eterna, solo ora a Dios creyendo en tu corazón, la oración que está al inicio de este devocional.     Oración.
«Padre, en el nombre de Jesús, vengo a ti a pedirte que perdones mi pecado, me arrepiento de toda mi maldad, y te entrego mi vida para que tú seas mi Señor y mi Salvador; hoy voy a la cruz para que el viejo hombre sea crucificado juntamente con Cristo, y al resucitar con Él, hagas de mí una nueva creación, con un nuevo corazón que obedezca tu Palabra. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
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miércoles, 22 de julio de 2020

La Gracia sobreabundó


La Gracia sobreabundó

“Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.” Romanos 5:17
El pecado de un solo hombre, Adán, trajo la muerte a la humanidad, pero aún más grande es la gracia maravillosa de Dios y el regalo de su perdón y de la vida eterna, gracias a un solo hombre, Jesucristo (Romanos 5:15).
La ley de Dios, sacó a flote, reveló cuán lejos estábamos de Él y nuestra incapacidad para cumplir sus justos, santos y perfectos mandamientos (Romanos 7:12). El pecado que moraba en nosotros, se aprovechó del santo mandamiento, para introducir en nosotros toda clase de deseos codiciosos (Romanos 7:8-9), como si la ley al decirnos “no hagas” para evitarnos la muerte, el pecado daba más impulso para hacer lo contrario, debido a nuestra naturaleza caída y como resultado, abundó el pecado en nosotros.
Pero gracias a Dios por Jesús, que con su muerte en la cruz pagó el precio y nos libró de esa lucha infructuosa contra el pecado (Romanos 7:24), triunfó, llevando sobre el madero, a nuestro viejo hombre, lleno de delitos y pecados; esto lo explica de manera contundente Romanos 8:3 “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;”.
El resultado entonces, es la sobreabundante riqueza de su gracia (Romanos 5:20), para que el pecado no controle ahora nuestra vida, ni obedezcamos a los deseos pecaminosos, ni usemos nuestro cuerpo como instrumento de maldad para servir al pecado, al contrario, podemos entregarnos completamente a Dios, sirviendo a sus propósitos y viviendo una vida abundante, puesto que el pecado no es nuestro amo, porque la verdad es que ya no vivimos bajo las exigencias de la ley. En cambio, vivimos en la libertad de la gracia de Dios. (Romanos 6:12-14) Oración.
«Padre bondadoso, en tu gracia me deleito, ya el pecado no puede controlar mi vida porque fue condenado en la cruz, ayúdame a entender y a vivir en esta gloriosa libertad de tu gracia en Cristo. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
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martes, 21 de julio de 2020

El escudo de la Fe


El escudo de la Fe

“Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.”, Efesios 6:16
“Subió, pues, Sisac rey de Egipto a Jerusalén, y tomó los tesoros de la casa de Jehová, y los tesoros de la casa del rey; todo lo llevó, y tomó los escudos de oro que Salomón había hecho. Y en lugar de ellos hizo el rey Roboam escudos de bronce, y los entregó a los jefes de la guardia, los cuales custodiaban la entrada de la casa del rey.”, 2 Crónicas 12:9-10
El Rey Roboam quiso seguir guardando la apariencia, al reemplazar los escudos de oro, por escudos de bronce. El bronce puede llegar a ser muy parecido al oro, pero no es igual, no tiene al final la misma calidad y pureza del oro.
El escudo de oro representa la verdadera fe (1 Pedro 1:7), el escudo de bronce una fe basada en la apariencia, la religiosidad y una falsa devoción a Dios, realmente, una fe falsa.
A muchos se les anuncia el evangelio, oyen, pero no prestan atención, como dice la escritura “no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron.” (hebreos 4:2).
Así que, sin fe es imposible agradar a Dios (hebreos 11: 6a), y la verdadera fe es la fe en Jesucristo, puesto que sólo Él es el camino al Padre, por eso el Señor nos dice una Palabra bastante dura: “Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.” (Juan 8:24). Solo acercándonos a Él, confiando en Cristo, en su Palabra, obtenemos una fe más preciosa que el oro y somos limpiados de todo pecado.
Además de nuestra salvación por fe en Jesucristo (1 Pedro 1:9), podemos colocar nuestra fe en acción, como un escudo en tiempo de batalla, para derribar argumentos de mentira que quieren llevarnos a la esclavitud del pecado y a retroceder, a desviarnos de la fe, para que no podamos ver las inmensas riquezas espirituales que Cristo nos dio en la cruz (Filipenses 4:19). Entonces, la fe que profesas ¿es como un escudo de oro o como un escudo de bronce?   Oración.
«Gracias Padre amado, por la fe tan preciosa que me diste al levantar a tu hijo de entre los muertos, esa fe que es más preciosa que el oro y es purificada en las pruebas, en las cuales me gozo, porque sé que al final, demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo regrese. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
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lunes, 20 de julio de 2020

Permanecer. Parte 3


Permanecer. Parte 3

“Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” 1 Juan 2:17
Los deseos del mundo se oponen a que hagamos la voluntad de Dios, y ¿cuáles son los deseos del mundo? Dos de ellos son la riqueza y el poder.
En cuanto al primero, Dios no se opone a que tengamos lo necesario y aún lo suficiente, Él nos da abundantemente en todas las cosas para que las disfrutemos, pero no quiere que coloquemos nuestra esperanza en ellas, pues son perecederas e inciertas (1 Timoteo 6:17); muchos las desean por encima de todo, han caído en su trampa, se desviaron de la fe y han causado demasiado sufrimiento, ya que han colocado a estas, por encima del amor de aquel que las provee abundantemente (1 Timoteo 6:10).
En cuanto al segundo, muchos al llegar a una posición de autoridad, se llenan de orgullo y abusan del poder, cuando en realidad, la actitud de cualquiera que llega a tener un puesto de gran responsabilidad, debe ser, de servicio, sin ser arrogante, sino solidario con los más necesitados, no creyéndose sabio en su propia opinión (Romanos 12:16). Realmente, todos tenemos algún puesto de autoridad, sea en nuestra familia o alguna institución y estamos llamados a servir, como Cristo sirvió y no a enseñorearse de los demás (Marcos 10:42-43).
Así que, si nosotros hacemos la voluntad de Dios en este aspecto, cuando tengamos a nuestra disposición algún bien material o alguna responsabilidad, que sea para la gloria de Dios y sea la oportunidad para mostrar el amor de Él en nosotros; y así, por lo tanto, permanecemos en Cristo.  Oración.
«Señor, gracias porque me has dado abundantemente en todo, no para ser esclavo de las cosas sino para ayudar a los que más necesitan, guíame a cumplir tu voluntad, colocando mi esperanza en ti mi Dios y no en las cosas que ofrece el mundo. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
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domingo, 19 de julio de 2020

Permanecer. Parte 2


Permanecer. Parte 2

“El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.” 1 Juan 2:10
El segundo principio para permanecer en Cristo es Amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos y es que en nuestra vida diaria nos desestabiliza en gran manera tener conflictos con nuestro hermano o con nuestro prójimo, porque no fuimos creados para ser solitarios y aislados, sino para compartir y tener comunión unos con otros (1 Juan 1:7). Y estos conflictos surgen de la falta del amor de Dios en nuestro corazón. Si amamos, permanecemos en Dios, y si verdaderamente estamos en Cristo, amamos a nuestro hermano.
Si amamos a nuestro hermano no tropezamos ni hacemos caer a nuestro hermano, al contrario, estamos dispuestos a levantarlo cuando se presentan problemas en su vida.
Si odiamos o guardamos resentimiento, no sabemos por dónde caminar en la vida, nuestro camino es confuso e incierto (1 Juan 2:11), es como si anduviéramos en medio de la oscuridad de la noche, sin una lámpara.
Así que estamos llamados a la luz, amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos, y a solucionar con amor todo conflicto con nuestro hermano; si practicamos esto, permanecemos en Cristo.  Oración.
«Señor, ayúdame a permanecer en ti, amando a mis semejantes, practicando un amor no fingido, para que busque el bien del prójimo sin egoísmo ni contiendas. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
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sábado, 18 de julio de 2020

Permanecer. Parte 1


Permanecer. Parte 1
“El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.” 1 Juan 2:6
¿Cómo encontramos estabilidad en Cristo, de manera que los altos no nos llenen de orgullo y nos olvidemos de Dios y los bajos no nos desanimen?
La Palabra de Dios nos enseña tres principios fundamentales para permanecer en Cristo, el primero nos dice que debemos andar como Él anduvo, pero, ¿cómo anduvo Jesús?, la respuesta está en Mateo 11:29 “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;”. Llevar su yugo significa aceptar sus enseñanzas y atarlas a nuestro corazón (Deuteronomio 6:6-9), tenerlas presentes en nuestro caminar, siguiendo su ejemplo en las cosas que Él decía y hacía; seguir las pisadas del maestro implica estudiar detenidamente lo que está escrito de Él, su revelación, su propósito, su amor y sobre todo, su gracia.
La fe es precisamente el comienzo de este caminar con Jesús, pero también es lo que nos sostiene para permanecer en Él como dice Colosenses 2:6 “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él”. Así que para esto hemos sido llamados, porque Él padeció por nosotros dejándonos su ejemplo, para seguir sus pisadas (1 Pedro 2:21), entonces, apliquemos este primer principio para permanecer en Él, andemos como Cristo anduvo, porque como Él es, así somos nosotros en este mundo. (1 Juan 4:17b).
El segundo principio lo aprenderemos en el próximo devocional.  Oración.
«Señor, quiero permanecer en ti, sin apartarme ni un solo instante de tu amor, ser constante, persistir en el conocimiento de Cristo, para seguir su ejemplo y aprender de su mansedumbre y de su humildad. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
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