miércoles, 11 de mayo de 2016

Seguridad en Cristo

Seguridad en Cristo
El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo.
1 Pedro 3:21
Así como el diluvio ahogó a todo el mundo menos a unos pocos en el juicio de Dios, así caerá sobre todos el juicio final. Pero los que están en Jesucristo pasaran por el juicio estando seguros. Estar en Cristo es como estar en el arca: "Navegamos seguros en medio de las tempestades del juicio".
El bautismo al que Pedro se refiere en el versículo de hoy está calificado por la declaración "no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios". El único bautismo que salva a una persona es el de la muerte y la resurrección de Jesucristo. Los creyentes mueren y son sepultados con Cristo debido a su unión con Él, y salen después al nuevo mundo de su resurrección.
El arca de Noé fue como una tumba; quienes estaban en ella murieron a su viejo mundo cuando entraron. Cuando salieron de ella, experimentaron algo parecido a una resurrección al entrar en un mundo nuevo. Eso, nos dice Pedro, es semejante a la experiencia de todo cristian espiritualmente entramos en Cristo y morimos al mundo del que vinimos, y un día resucitaremos a un mundo nuevo y a una vida nueva.

martes, 10 de mayo de 2016

Cómo aferrarse a las promesas de Dios

Cómo aferrarse a las promesas de Dios
Lucas 24.13-49
La Biblia está repleta de la generosa intención de Dios de darnos un regalo. En cualquier circunstancia, pero especialmente en los tiempos difíciles, sus promesas son un ancla para nuestras almas. Ellas nos dan la esperanza que nos permite ser valientes y audaces cuando enfrentamos las tormentas de la vida.
Pero muchas personas no confían en las promesas de Dios, por dos razones. Primero, porque no tienen conocimiento de ellas. Segundo, porque algunos no creen que son verdad. Muchos creyentes pueden citar las Sagradas Escrituras, pero cuando enfrentan una prueba intimidante —como una salud debilitada o la pérdida de un empleo— su confianza vacila y la duda los vence.
Si no sabemos todo lo que la Biblia nos garantiza, podemos leer y estudiar, pero no podemos forzarnos a creer. La fe es un don de Dios. Lucas 24 registra dos veces que personas se enfrentaron cara a cara con el Señor Jesús, pero no lo reconocieron. Él tuvo que abrirles sus ojos espirituales antes de que pudieran verlo realmente. Lo mismo puede decirse de nuestra fe: ella no es posible sin el Espíritu Santo.
El Señor Jesús da a los creyentes innumerables promesas en la Biblia: de protección, esperanza, seguridad eterna, consejo y dirección, para nombrar solo unas pocas. ¿Confía usted en Él?
Cuando lea la Biblia, pídale al Espíritu Santo que le lleve a ver las promesas que se aplican a su vida. Considérelas, memorícelas y medite en ellas. El Padre celestial quiere que usted se apropie de estas verdades. Entonces, cuando vengan las pruebas, usted tendrá un fundamentos seguro en el cual apoyarse.

lunes, 9 de mayo de 2016

Una conciencia limpia

Una conciencia limpia
¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?
Hebreos 9:14
Nuestra seguridad en Cristo resulta de "la aspiración de una buena conciencia hacia Dios" (1 P. 3:21). La palabra griega para "aspiración" se refiere a un compromiso, en este caso estando de acuerdo en cumplir ciertas buenas condiciones exigidas por Dios antes de ser puesto en el arca de seguridad (Cristo).
A las personas no regeneradas las condenan su conciencia. Alguien que pide a Dios una buena conciencia está hastiado de su pecado y desea ser liberado de la carga de culpabilidad que lleva. Tiene un temor agobiante del juicio venidero y sabe que solo Dios puede librarlo. Él desea la limpieza que se efectúa mediante la sangre de Cristo (cp. He. 10:22). Así que se arrepiente de su pecado y pide perdón.
Cuando Cristo sufrió en la cruz, el infierno lanzó toda su furia contra Él, y los impíos desahogaron su odio contra Él. Pero a través de ese sufrimiento Él sirvió como arca de seguridad para los redimidos de todas las épocas. Y como triunfalmente dio salvación mediante su sufrimiento, estamos seguros en Él.
Reinado soberano
Habiendo subido [Cristo] al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades.
1 Pedro 3:22
En todo el Antiguo como en el Nuevo Testamento, a la diestra de Dios se presenta como el lugar de preeminencia, poder y autoridad por toda la eternidad. Ese es el lugar adonde fue Jesucristo cuando hubo realizado su obra en la cruz, y allí es donde gobierna hoy.
Romanos 8:34 dice: "Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros". Su posición a la diestra de Dios le da autoridad sobre todas las cosas creadas.
Cristo asumió su posición de supremacía después que "ángeles, autoridades y potestades" se habían sujeto a Él (1 P. 3:22), es decir, cuando Cristo declaró su triunfo a los demonios encarcelados. La cruz y la resurrección fueron los que sometieron a Él a las huestes angelicales. Cuando ascendió al cielo, asumió su debida posición y reina soberano sobre todos.
Nos lleva en triunfo
A Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento.
2 Corintios 2:14
Hay muchas posibilidades que surgen del sufrimiento injusto por el nombre de Cristo. Dios pudiera usar el sufrimiento de usted para guiar a alguien a Cristo. Pudiera usarlo para ayudarlo a triunfar sobre la persecución demoníaca, o pudiera hacer que otros vean la actitud de usted ante la persecución y reaccionen de la misma manera.
Cualquiera que sea el triunfo de su sufrimiento, puede estar seguro de una cosa: Si usted sufre por el nombre de Cristo, Dios lo levantará y exaltará a su presencia misma. Cristo siempre nos hará triunfar aunque suframos injustamente. No menosprecie la potencialidad del sufrimiento injusto por el nombre de Cristo. ¡Así que soporte cualquier sufrimiento que se le presente teniendo en cuenta su triunfo venidero en Cristo!

domingo, 8 de mayo de 2016

La transformación

La transformación
Así también nosotros andemos en vida nueva.
Romanos 6:4
El propósito del sacrificio expiatorio de Cristo fue que "nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia" (1 P. 2:24). Pedro no dice que Cristo murió para que pudiéramos ir al cielo, tener paz o experimentar el amor. Él murió para efectuar una transformación: Hacer santos de pecadores. La obra expiatoria de Cristo permite que una persona se aparte del pecado y que entre en una nueva forma de vida: Una vida de justicia.
El apóstol Pablo dijo- "Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado" (Ro. 6:6).- Hemos muerto al pecado, de modo que ya no tiene poder sobre nosotros. Primera de Pedro 2:24 repite ese pensamiento. Nuestra identificación con Cristo en su muerte es un abandono del pecado y una nueva dirección en la vida. Cristo nuestro pastor
Vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.
1 Pedro 2:25
El versículo de hoy es una alusión de Pedro a Isaías 53:6, que dice: "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros". Si el Señor hubiera provisto un sacrificio por el pecado, nunca nos habría podido llevar a su redil.
La tarea de un pastor es cuidar ovejas. El término griego para "Pastor" en 1 Pedro 2:25, junto con la palabra traducida como "Obispo", describe las responsabilidades de los ancianos (cp. 1 P. 5:2). Jesucristo cuida, vigila y guía a su rebaño. Él dij "El buen pastor su vida da por las ovejas" (Jn. 10:11). Eso es precisamente lo que hizo para llevarnos a sí mismo.

sábado, 7 de mayo de 2016

Aspectos de la alabanza

Aspectos de la alabanza
El que sacrifica alabanza me honrará.
Salmo 50:23
¿Qué significa alabar a Dios? Según la Biblia, la alabanza incluye tres cosas:
1. Citar los atributos de Dios. Una buena razón para estudiar el Antiguo Testamento es que muestra el carácter santo de Dios, capacitándonos para alabarlo mejor.
2. Citar las obras de Dios. Los salmos están llenos de menciones de las grandes cosas que Dios ha hecho. Él dividió el Mar Rojo, sacó a su pueblo de Egipto, hizo brotar agua de una roca, alimentó a Israel en el desierto con maná del cielo y realizó muchos otros milagros espectaculares. Cuando usted alaba a Dios por todo lo que ha hecho, sus problemas palidecen en comparación con eso. El recordar lo que Dios ha hecho en el pasado lo glorifica y fortalece nuestra fe.
3. Dar gracias por los atributos y las obras de Dios. En el corazón de la alabanza está la acción de gracias. La alabanza a Dios lo glorifica. Suceda lo que suceda en nuestra vida, debemos darle gracias por todos sus atributos y todas sus obras misericordiosas. Obediencia amorosa
El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama.
Juan 14:21
Si pudiera simplificar la vida cristiana a una sola cosa, sería la obediencia. No quiero decir simplemente obediencia externa, sino un espíritu de obediencia. No es como la niñita que siguió de pie después que su padre le había dicho muchas veces que se sentara. Por último su padre le dij "Siéntate, o voy a darte una zurra". Ella se sentó pero miró hacia arriba y dij "Estoy sentada, ¡pero en mi corazón estoy de pie!" Eso es obediencia externa y desobediencia en el corazón. Un cristiano debe estar dispuesto a obedecer.
Una evidencia de madurez espiritual es amar a Dios tanto como para obedecerlo aun cuando es difícil. Dios es glorificado cuando de buena gana lo obedecemos cueste lo que cueste. Cada vez que obedecemos, crecemos espiritualmente, y cada vez que desobedecemos, retardamos nuestro crecimiento.

viernes, 6 de mayo de 2016

Ezekiel 47

Ezekiel 47
En la lectura de hoy:
La adoración al Príncipe; el río que procede del templo; los límites y las divisiones de la tierra; las puertas de Jerusalén
La primera parte de esta visión final que Dios le dio a Ezequiel describe al «templo» (Ezequiel 40-43); la segunda parte describe la adoración y el carácter de los adoradores (44-46); y la parte final nos habla de las «aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente» (47-48), y de los límites y las divisiones de la tierra. Entre que más lejos corrían las aguas, más profundas estaban. Entre muchas otras cosas, estas aguas simbolizan nuestro continuo caminar con el Señor, pues, mientras que más y más experimentamos la completa suficiencia de Sus provisiones, entonces es que llegamos a reconocer que, sin ningún límite, las provisiones de Dios siempre abundan en todas nuestras necesidades.
La descripción de la tierra y de la ciudad son muy diferentes al estado geográfico del antiguo o presente Israel y Jerusalén. Esta es una visión que nos da a ver con anticipación el glorioso futuro que todos los creyentes en Jesús el Mesías van a experimentar. Todos los que conocen y aman a Jesucristo como su Salvador van a gozarse de una nueva tierra prometida durante el reino milenario de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Ezequiel fue guiado por el guía al frente del templo. Las aguas aparentemente salían de debajo de la puerta oriental como un pequeño arroyo que corría «mil codos», un poco menos de medio kilómetro (47:2-3). El guía del profeta le «hizo pasar por las aguas», y Ezequiel encontró que las aguas le llegaban «hasta los tobillos». Este mismo proceso fue repetido por segunda vez y aun más por una tercera distancia, cada vez «midió mil codos». En estos lugares Ezequiel encontró «las aguas hasta las rodillas», y después encontró «las aguas hasta los lomos» (47:4). A la cuarta distancia de «mil codos» (47:5), las aguas se habían convertido en un gran río que ya no se podía cruzar porque era muy profundo.
Las aguas del río proveían vida para todos los árboles que daban buen fruto (47:9,12). Esto representa exacto lo que el Espíritu Santo hace en la vida de todos los que se rinden a Él. Empezamos a experimentar Su gracia que suple toda nuestras necesidades como un pequeño arroyo que sale de Jesucristo, quien es la Cabeza de la fuente, y que continúa creciendo en Su belleza mientras que caminamos diariamente a la luz de Su Palabra.
Nuestro amoroso Padre le ha provisto a Su pueblo con: « . . . un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. . . . Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. . . . Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente» (Apocalipsis 22:1-2,17).
Pensamiento para hoy:
Las aguas vivas están disponibles para todos . . . «los que tienen hambre y sed de justicia» (Mateo 5:6).
Lectura opcional: Apocalipsis 19

miércoles, 4 de mayo de 2016

Entonces "nacerá una nación de una

Entonces "nacerá una nación de una vez" (Isaías 66:8). Cuando Nicodemo preguntó en nuestro pasaje: "¿Cómo puede hacerse esto?" el Señor puso ante él dos cosas muy importantes. Primero, le habló de la gloria de Su Persona, porque mientras estaba hablando con Nicodemo Él estaba al mismo tiempo en el cielo, tal como dice: "Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo" (Juan 3:13).
Él es Dios así como hombre, y el valor de Su obra se debe a la gloria de Su Persona. Es debido a que Él es Dios que Él puede ser nuestro Salvador (Isaías 43:10, 11). Luego se refiere a Su obra en la cruz como el Hijo del Hombre levantado allí por pecadores. No hay bendición para el hombre caído aparte de estas dos cosas, y es por ello que después de esto el Señor Jesús pronunció estas benditas y maravillosas palabras: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16).
Vemos así cómo el Señor ponía ante Nicodemo la necesidad de nacer de nuevo, la necesidad de recibir una nueva vida, y también cómo le mostraba que la vieja naturaleza no puede ser mejorada. La vieja naturaleza recibe el nombre de "el viejo hombre". Véase Efesios 4:21-24: "Si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad". También en Colosenses 3:3-4: "Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria". Luego otra vez en 1 Juan 3:9: "Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios". Ahora bien, en el evangelio de Juan, capítulo 3, hemos visto la necesidad del nuevo nacimiento, y aquí, en estos pasajes que hemos considerado, vemos que Dios habla de "el viejo hombre" y del "nuevo hombre".
¿Cuál es el resultado de haber nacido de Dios? Bien, tras haber puesto tu confianza en el Señor Jesucristo, tu cuerpo viene a ser como una casa con dos ocupantes. Antes, tenías sólo una naturaleza, la caída, con la que naciste en este mundo. Pero el Señor Jesús dijo que si no nacemos de nuevo no podemos entrar jamás en el reino de Dios. Así que cuando ponemos nuestra fe en Él, Él nos da una nueva vida, y aquella vida, como se nos dice en los pasajes que acabamos de citar, es creada "en la justicia y santidad de la verdad". Es la vida de Cristo, y no puede pecar. ¡Qué cosa tan maravillosa! Ahora bien, ello no significa que "el viejo hombre" haya mejorado, porque sigue estando "viciado conforme a los deseos engañosos", como acabamos de leer. Siempre actua de la misma manera, porque "lo que es nacido de la carne, carne es", y nuevamente el Señor dijo: "El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha" (Juan 6:63). Podemos ver que si el "viejo hombre" (el antiguo ocupante) toma el control de nuestros cuerpos, entonces pecamos. No es que Dios excuse esto, sino que Él provee para nuestra restauración. Dios ha emprendido nuestra liberación, tanto con respecto a nuestros pecados como con respecto a la naturaleza que los produce, y Él desea que conozcamos Su provisión llena de gracia y que nos regocijemos en ella.